El gran ciclismo se apodera del Tour
Virenque culmina con victoria el ataque devastador del Festina- Ullrich resiste despu¨¦s de desfallecer,gracias al sacrificio de Riis- Escart¨ªn termina tercero- Contin¨²a la agon¨ªa de Olano
Agotados y exhaustos, los h¨¦roes de la bicicleta decidieron exprimirse un d¨ªa m¨¢s y regalar al mundo la etapa so?ada, un d¨ªa de gran ciclismo, sobre los interminables puertos de los Alpes. El Glandon, la Madeleine, nombres hechos m¨ªticos por, las haza?as y epopeyas de todas las generaciones del ciclismo, contribuyeron de nuevo a la leyenda inagotable. El Tour ,Contin¨²a siendo una f¨¢brica de mitos. En los s¨®lo 148 kil¨®metros corridos el 20 julio de 1997, apunten la fecha, los h¨¦roes ya no se llamaban Coppi y Bartali, Merckx y Oca?a, Anquetil y Poulidor, o Hi nault y Fignon. Fue tambi¨¦n ciclismo a la antigua, sin calculado ras, pero los nuevos campeones se llaman Virenque y Riis, Ullrich y Escart¨ªn, Festina y Telekom. Y una etapa de ciclismo a la antigua reclama de ataques y contraataques, de desfallecimientos espect¨¢culares y de recuperaciones milagrosas, de pasear todo el d¨ªa al borde del KO t¨¦cnico y nunca rendirse. De ganadores a la antigua, como lo fue, Virenque; de l¨ªderes imponentes aunque cometan errores, como lo fue Ullrich; de atletas buscando alcanzar su sue?o, como lo hizo Escart¨ªn; de antiguos reyes que ayudan al joven pr¨ªncipe a manejar el reino, como hizo Riis; de luchadores que resisten la hemorragia de fuerzas en permanente agon¨ªa, como lo hizo, como lo sigui¨® haciendo, Olano.Todo comenz¨® en fr¨ªo, en el Glandou (21,9 kil¨®metros de longitud, 5,2% de pendiente media), el puerto m¨¢s largo, que se comenz¨® a ascender nada m¨¢s salir de Bourg d'Oisans, en el kil¨®metro 14. El Festina sali¨® esta vez cargado con munici¨®n de verdad. Virenque no admitir¨ªa terminar segundo sin intentar una vez m¨¢s derribar al l¨ªder. Ten¨ªa ocho hombres con ¨¦l. Nada de ataques a base de impulsos, nada de escapadas tontas. Ocho corredores -Stephens, Dufaux, Herv¨¦, Rous, Bortolami, Moreau, Brochard y Laukka- que imprimieron un ritmo de locos en las tendidas rampas, un falso llano interminable. El pelot¨®n not¨® enseguida los efectos. La ruptura fue instant¨¢nea. Detr¨¢s, los habituales y alg¨²n extra?o: Riis. El primer objetivo estaba camino de hacerse realidad: Ullrich ascendi¨® solo al ritmo marcado por sus enemigos. Medio Telekom se esforz¨® por hacer que Riis enlazara -deb¨ªa ser el hombre fundamental del d¨ªa y no pod¨ªa quedarse atr¨¢s- y lo consigui¨®. Pero cuando todos cre¨ªan que el peligro hab¨ªa pasado, lleg¨® el momento de magia del d¨ªa. Para cumplir con el paso reglamentario de la monta?a, los festina esprintaron. Cuatro se adelantaron: Virenque, Brochard, Herv¨¦ y Dufaux. S¨®lo Casagrande se les uni¨®. Cruzaron la pancarta con un par de segundos. Pero, la emboscada, no se detuvieron en la cima a esperar que se reagruparan todos. Se lanzaron cuesta abajo como posesos. Y all¨ª lleg¨® el momento en que Ullrich vio todo tambalearse. Nervioso, con prisa por no dejarles irse, el l¨ªder se lanz¨® s¨®lo en su persecuci¨®n. Se lanz¨® kamikaze y en la segunda curva borde¨®, f¨ªsicamente, el precipicio. La rueda trasera se qued¨® un instante girando en el aire. A medio cent¨ªmetro de la cat¨¢strofe. Volvi¨® a la carretera, pero solo, cortado. Los festinas y Casagrande le sacaban ya 22 segundos; a 44 segundos por detr¨¢s ven¨ªan los suyos. Y en vez de esperar, continu¨® suicid¨¢ndose: se exhibi¨® bajando con los muslos sobre la barra, la barbilla casi en la horquilla. Pero la distancia -por delante y por detr¨¢s- segu¨ªa aumentando. Estaba desgast¨¢ndose, solo contra el Viento, en tierra de nadie. 15 kil¨®metros estuvo as¨ª. Pero se vio forzado a esperar a los suyos y eso le salv¨® la vida.
El segundo cap¨ªtulo fue el de la guerra de desgaste: el que antes ce diera ten¨ªa todo perdido. La ven taja num¨¦rica favorec¨ªa a los ata cantes: tres con Virenque y s¨®lo uno con Ullrich. Pero ese uno era Riis. El dan¨¦s destronado aceler¨® en la primera rampa. S¨®lo pudie ron seguirle Ullrich, Jim¨¦nez y Escart¨ªn. Mientras, los de Virenque se iban rindiendo. A mitad de la subida, Virenque se qued¨® solo. La guerra de desgaste ha terminado. Virenque se rinde. A 32 kil¨®metros, consciente de su soledad impotente, se deja coger.
Tercer cap¨ªtulo, el del honor: ?qui¨¦n ganar¨¢ la etapa? Las fuerzas se han acabado. Quedan en cabeza cinco hombres agotados: Riis y Ullrich, Virenque y Dufaux, que tambi¨¦n enlaz¨® en el descenso, y Escart¨ªn. Virenque habla con Riis y Ullrich: quiere ganar la etapa. Llegan a un acuerdo. S¨®lo se trata de neutralizar a Escart¨ªn y de, a cambio, conducir a Riis hasta el podio. La ¨²ltima subida hasta meta (Courchevel, 21,1 kil¨®metros, 6,3%) la hacen los corredores con el t¨ªpico lema: tengo un plan pero no tengo piernas. Las rampas suaves parecen lo m¨¢s duro del Alpe d'Huez. Escart¨ªn, el hombre que nunca cede, intenta varias veces atacar, pero entre Riis y Ullrich le neutralizan. M¨¢s que ataques son amagos, una forma de pedir permiso. Pero est¨¢ condenado. Riis acelera para descolgarle, no lo logra. Virenque se va con fuerza una vez, Ullrich se va con ¨¦l, pero se queda Riis. Nuevamente se dejan alcanzar. Finalmente Riis habla con Ullrich y le dice que adelante. Se van Virenque y Ullrich, los menos d¨¦biles. Virenque gana sin que Ullrich le dispute el triunfo.
Entre Escart¨ªn y Olano se hab¨ªa entablado, adem¨¢s, un duelo a distancia: la lucha por ser el primer espa?ol en la general. En la meta, el aragon¨¦s s¨®lo le aventaj¨® en 3.03m. Eso s¨ª, tambi¨¦n lleg¨® destrozado. Como todos.
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