Cr¨®nica de un mal paso
En el Medioevo, como viajaban a pie o en mula, las gentes se met¨ªan por vericuetos y reventones tales que hoy, s¨®lo de pensarlo, se nos ponen los pelos como escarpias. La idea de dar un gran rodeo para sortear una monta?a es asaz reciente; es un concepto ferroviario y automovil¨ªstico, que todo lo fia a la velocidad de la m¨¢quina. Veamos un caso pr¨¢ctico: para ir de Rascafr¨ªa a Segovia, que distan 20 kil¨®metros en l¨ªnea recta, ahora es obligada la conducci¨®n por los puertos de Cotos y Navacerrada, lo que 'supone dar una vuelta de 55 kil¨®metros.Ello hubiera representado dos largas jornadas pedestres de las de antes, expuestos los caminantes al bandidaje y a otros p¨¢nicos nocturnos, mientras que, atajando derechamente por los montes Carpetanos a trav¨¦s del puerto de Malagosto, llegaban, aunque derrengados, a tiempo de dormir sobre yacija.
Que un collado a 1.930 metros de altura, tan ¨¢spero y desabrigado como para ser llamado de Malagosto, fuera durante siglos lugar de paso frecuenta do por los vecinos del valle del Lozoya en sus desplazamientos a la capital segoviana es un hecho incre¨ªble, pero cierto a la luz de la historia.
As¨ª, sabemos que, en 1273, Alfonso. X el Sabio concede exenciones a los que "moran e moraren en las alberguer¨ªas, en los puertos de Valathome [Guadarrama], Fuenfr¨ªa, Man?anares [Navacerradal y Maragosto". Es decir, que, en estas soledades de hoga?o, anta?o hab¨ªa alguna posada, venta o ventorro donde los maltrechos viajeros pod¨ªan echarle un pienso a su cabalgadura y darse un chamusc¨®n junto a la hoguera de encina.
Ventera fue, seg¨²n leemos en el Libro de buen amor (1330), la Chata de Malangosto, la serrana "sarnosa, ruin y fea" que una ma?ana horrible de marzo -d¨ªa de cellisca y de Sant Meder- plant¨®se en el puerto ante un aterido Arcipreste de Hita y le dijo: "Yo guardo este pasaje y su portazgo cojo, / al que paga de grado, nunca le causo enojo; / al que pagar no quiere, bien pronto le despojo. / P¨¢game t¨², o ver¨¢s c¨®mo trillan rastrojo".
La tormenta de mal augurio
Juan Ruiz (sabido es) prometi¨®le regresar con "joyas de sierra", mas, despu¨¦s de calentarse en casa de la vaquera, de comer, de beber y aun de yacer con ella, todo al fiado, parti¨®se para Segovia sin intenci¨®n de volver sobre sus pasos: "Creo que me fue barato", se guaseaba el muy truh¨¢n.Y todav¨ªa un siglo y medio m¨¢s tarde, en octubre de 1470, las cr¨®nicas nos cuentan c¨®mo marchaba a Segovia el rey Enrique IV con su s¨¦quito, despu¨¦s de haber proclamado solemnemente a su hija Juana la Beltraneja heredera de la corona de Castilla en "un gran llano que es en el mesmo val de Lozoya", cuando "les cay¨® en la sierra de Malagosto tanta tempestad de agua, nieve y granizo, que, sin poder entre tanta muchedumbre valerse unos a otros, perecieron algunos".
De no ser por el arrojo de un palafrenero, la ni?a se queda en el sitio como un pajarito. Aquello fue sin duda un nefasto augurio, porque la princesa jam¨¢s llegar¨ªa a reinar.
Siete caminos hab¨ªa a¨²n a mediados del XIX -de creer a Madoz- para subir del valle al puerto de Malagosto.
Restos de veredas
Ninguno queda ya de aqu¨¦llos que merezca tal nombre: s¨®lo restos de veredas y trochas err¨¢ticas... Sin embargo, una moderna pista forestal que nace. a la vera del campo de f¨²tbol de Rascafr¨ªa, en la colonia Las Matillas, permite ascender hasta el raso de la Cierva, donde una barrera pone coto a los coches.En la bifurcaci¨®n que a continuaci¨®n se presenta, hay que optar por el ramal de la derecha para, casi inmediatamente, tomar a la izquierda por una senda que surge junto a una nueva barrera.
Dicha senda lleva en poco m¨¢s de dos horas hasta el espinazo de estos montes Carpetanos, y serpenteando por ¨¦l hacia el norte, en un periquete, hasta el puerto de Malagosto.
All¨ª, junto a la cruz de hierro de Juan Ruiz, dando vista al valle del Lozoya y a las tierras de pan llevar de Segovia, hay quien brinda cada verano con t¨¦ de roca para que no se olvide este entra?able mal paso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.