La paradoja del f¨²tbol brasile?o
Sus estrellas costaron 145.000 millones de pesetas, pero el f¨²tbol interior vive en crisis
El f¨²tbol brasile?o es un fen¨®meno sin parang¨®n en el mundo de los deportes. Brasil es paradigma, de la gloria y la miseria del f¨²tbol latinoamericano, una paradoja cuyas dos caras opuestas son los campeonatos locales y el f¨²tbol. internacional. A nivel de f¨²tbol internacional Brasil lo ha dicho todo. Practica el juego m¨¢s preciosista -y efectivo- del planeta. Es el mayor productor de futbolistas, tanto en calidad como en cantidad: ocho internacionales brasile?os fueron comprados por clubes europeos por un valor de cerca de 14.500 millones de pesetas este verano. Los jugadores canarinhos se consagran h¨¦roes de las ligas m¨¢s importantes del mundo. Brasil ha ganado m¨¢s Copas del Mundo que cualquier otra naci¨®n y nadie duda de que es la n¨²mero uno.Pero en casa, los campeonatos locales est¨¢n marcados por la corrupci¨®n, la inoperancia de las federaciones, y la perpetua amenaza del colapso financiero. Los grandes clubes pierden la mitad del a?o jugando in¨²tiles ligas locales, permanentemente reformadas por extra?as reglas que nadie -y mucho menos los aficionados- acierta a comprender. Los mejores jugadores se van a las ligas extranjeras a las primeras de cambio, y los monumentales estadios del pa¨ªs, como el m¨ªtico Maracan¨¢, con aforo para 200.000 espectadores, alojan con frecuencia apenas a 2.000 personas para presenciar partidos de Primera Divisi¨®n.
En el f¨²tbol brasile?o reina el caos. Hay un grupo de clubes tan dominante que las ligas se deciden con mucha antelaci¨®n y los gigantes se permiten el lujo de reservar a sus figuras para partidos de exhibici¨®n -muy rentables- en todo el mundo mientras el campeonato lo siguen jugando los suplentes. Hay un momento en que los partidos pierden todo inter¨¦s. El mes pasado, un cl¨¢sico, el Vasco de Gama-Botafogo, en R¨ªo, fue presenciado por 275 espectadores. La asistencia a los estadios ha ca¨ªdo bajo m¨ªnimos.
Maratones
El n¨²mero de torneos que disputan los grandes clubes es otro de los ¨ªndices de la crisis. Ligas locales, estatales, la nacional y los torneos continentales comprometen a los equipos a jugar hasta la extenuaci¨®n. Como el Sao Paulo, que cuando gan¨® la Copa Intercontinental en 1992 jug¨® 106 partidos. La fatiga, el mal juego, y la falta de motivaci¨®n de los jugadores son la consecuencia de estos maratones.Los arbitrajes tampoco son una excepci¨®n a la regla del descontrol. La honestidad en el gremio escasea, y nadie parece respetarlos: sufren ataques y descalificaciones. Arbitrar es una profesi¨®n malsana. El a?o pasado, los dirigentes del Vasco de Gama se unieron a los del Botafogo para saltar al campo y atacar a un ¨¢rbitro. Otras veces los agredidos son los jugadores. Un portero casi muere por los golpes que le infligieron periodistas y aficionados.
Ante esta situaci¨®n, la Federaci¨®n Brasile?a de F¨²tbol no sale de decisiones que rayan en lo ins¨®lito. Un caso ejemplar es el del Fluminense, descendido a Segunda Divisi¨®n la pasada temporada. Las continuas peticiones de la hinchada sensibilizaron a los mandatarios del f¨²tbol brasile?o, que reescribieron los reglamentos y volvi¨® a Primera. Final feliz. Ese club tan popular no merec¨ªa un destino tan embarazoso.
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