Todos han venido a trabajar esta ma?ana
A Roser Balaguer se le vino ayer el mundo abajo. Dirige el centro infantil del barrio del Raval de Barcelona y algunas informaciones period¨ªsticas se?alaban, apenas oblicuamente, la responsabilidad de ese centro en la red de pederastia desarticulada. Su desolaci¨®n era compartida por el resto de los compa?eros. Hay unos veinte educadores trabajando en el centro de una manera constante. Y luego, un n¨²mero indeterminado, varias decenas, de objetores y de personal voluntario. Uno de los educadores retaba al sentido com¨²n: "Todos los educadores hemos venido a trabajar esta ma?ana. No hay nadie huido. Las actividades con los ni?os son las normales en un d¨ªa de julio. No parece que una mafia de pederastas tuviera que comportarse as¨ª".Parte del equ¨ªvoco tiene un origen lejano. Casi diez a?os de lejan¨ªa. En enero de 1988, Xavier Tamarit Tamarit -ahora detenido- abandon¨® el centro, en cuya fundaci¨®n hab¨ªa colaborado. Roser Balaguer se cruz¨® con ¨¦l en ese tiempo: ella entraba y Xavier Tamarit sal¨ªa. Por lo tanto, apenas puede decir nada seguro, objetivo, de ¨¦l. S¨®lo esto: "Todos los educadores tenemos una norma: no tener relaci¨®n con los ni?os fuera de las actividades del centro. Esa norma no contaba para ¨¦l". Y esto tambi¨¦n: "Cuando yo lo conoc¨ª era un hombre con cierto carisma entre los ni?os". Sin embargo, Xavier Tamarit no desapareci¨® en estos 10 a?os ni para Roser Balaguer ni para el resto de los educadores. Circulaba por el barrio, no siempre en actitudes sospechosas. Lo sab¨ªan muchos vecinos, lo sab¨ªan los asistentes sociales, lo sab¨ªa la polic¨ªa: siempre ocurre lo mismo con la sospecha.
Es probable que algunas de las v¨ªctimas de la red hayan pasado por este centro. Aqu¨ª se lucha por la vida. La pederastia es una m¨¢s de las zonas de sombra. Una m¨¢s e incomparable con los estragos del alcohol o de las drogas. Aunque, desde luego, Roser Balaguer se ha encontrado con m¨¢s de un indicio de abusos. Y ha aprendido a verlos. De pronto, una ma?ana, un ni?o llega haciendo sonar su bolsillo derecho o deja en el perchero una ins¨®lita ropa de marca. A partir del indicio, empieza un recorrido muy sinuoso y muy triste: no siempre se puede comprobar aquello que se busca y muchas veces el ni?o, a un paso del terrible secreto revelado, se marcha sin despedirse.
Ahora hay unos 160 ni?os vinculados al centro. Algunos est¨¢n nadando esta ma?ana en las piscinas, otros han ido al campo y otros se disponen a dar cuenta, en el comedor, de un plato de pasta con tomate. Roser Balaguer s¨®lo piensa en c¨®mo resolver un problema: qu¨¦ decirles a los ni?os cuando pregunten. "Algunos preguntan a fondo", a?ade. En las inmediaciones del local hay la curiosidad -tambi¨¦n la solidaridad- que levanta la desgracia. Es un joven ciudadano el que deja o¨ªr su voz, tranquila y firme, junto a la puerta: "Yo no s¨¦ si hay o no una red de ni?os. Pero sin este local, sin el trabajo de esta gente, habr¨ªa cincuenta redes".
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