El r¨ªo que nos arrastra
La apertura s¨²bita de una presa del Alberche sobresalta a los ba?istas en Aldea del Fresno
Hay excursionistas a los que los planes de asueto veraniego se les gafan de mala manera. Deciden combatir estas fechas de bochorno y calorina repantigados a la orilla del r¨ªo, tost¨¢ndose al rico sol estival y refresc¨¢ndose las carnes en el cauce, cuando el nivel de las aguas crece de forma s¨²bita y sus cuerpos son arrastrados corriente abajo hacia una zona de zarzales. Parece una broma de mal gusto, peto sucedi¨®, y por dos veces consecutivas, el pasado puente de Santiago en Aldea del Fresno (1.200 habitantes). Y no es la primera vez que se tiene noticia de episodios parecidos. En el Ayuntamiento local preocupa que estos sustos adquieran alg¨²n d¨ªa aciago el rango de tragedia.El lugar de los sobresaltos es a orillas del r¨ªo Alberche, junto al puente de la Pedrera. Se trata de un refrescante paraje en el que cualquier fin de semana se solazan pl¨¢cidamente del orden de 5.000 almas. Pero esa ribera, a la que en el pueblo dan rango de "playa de Madrid", encierra su intr¨ªngulis: la presa de Picadas vomita, apenas cuatro kil¨®metros m¨¢s arriba, entre 20 y 48 metros c¨²bicos de agua por segundo, y a veces la corriente juega una mala pasada.
"Es que siempre abren las compuertas sin previo aviso", protesta el edil de Turismo de Aldea, Jos¨¦ Vicente Mart¨ªn (PP). Y remacha: "Se suman el caudal de la presa, de la central el¨¦ctrica y el del propio del r¨ªo, y pueden juntarse tranquilamente 150 metros c¨²bicos. Cubre por las rodillas y, en cuesti¨®n de dos minutos, el agua te llega al cuello".
Desde la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Tajo, el organismo que gestiona Picadas, entienden que no hay lugar para la alarma. "Cuarenta y ocho metros c¨²bicos son suficientes como para formar una ola cabalgando por el r¨ªo", relata su presidente, Jos¨¦ Antonio Llanos, "pero la gente deber¨ªa estar acostumbrada a esto. El pasado viernes no pas¨® nada diferente a cualquier otro d¨ªa".
No debieron pensar lo mismo los tres ba?istas, de entre 27 y 29 a?os, que terminaron salpicados de ara?azos tras su involuntario encuentro con las zarzas. Es una historia que se repite "dos o tres veces cada verano", advierte Mart¨ªn, "sin que la Confederaci¨®n nos haya dado nunca la m¨¢s m¨ªnima explicaci¨®n". Y en invierno, las aguas pueden subir por encima de los tres metros, como ya sucedi¨® meses pasados, en 1996.
Ning¨²n cartel avisa en la zona de que conviene ba?arse con precauci¨®n. "El Ayuntamiento deber¨ªa advertir a sus visitantes de que eso es un r¨ªo, no una piscina", apunta Llanos. "?Y qu¨¦ decimos en el cartel, si nunca nos comunican cu¨¢ndo abren compuertas?", rebate Mart¨ªn. Y as¨ª, unos por otros, el ba?o en la playa se ve abocado a terminar all¨¢ donde el caprichoso r¨ªo quiera.
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