Raz¨®n y sinraz¨®n
EL DOCTOR David R. Laing, principal impulsor de la teor¨ªa de la antipsiquiatr¨ªa, que cuestionaba el concepto mismo de enfermedad mental y, por tanto, la existencia de los hospitales psiqui¨¢tricos, no llegar¨ªa a ver el fracaso de sus teor¨ªas: falleci¨® en 1989, internado en un psiqui¨¢trico tras haber perdido la raz¨®n. Como reflejo tard¨ªo de aquellas teor¨ªas, interpretadas de manera m¨¢s o menos interesada, algunos Gobiernos dieron entidad legal a la supresi¨®n de los internamientos de choque y los de larga duraci¨®n. El fondo de la cuesti¨®n era la condici¨®n de incurables de algunas enfermedades mentales: no considerar enfermos a los que eran incurables parec¨ªa una idea hermosa y nueva. Y en los ministerios de Hacienda, de Sanidad y de Trabajo se descubr¨ªa un fil¨®n: la supresi¨®n de los manicomios era un enorme ahorro. Se encomendar¨ªan a los familiares y a la sociedad a estos enfermos, ayudados en los ambulatorios. Corri¨® el aloperidol y los desastres familiares humanos. Esta ley lleg¨® a Espa?a: la acept¨® el Gobierno socialista, que mezcl¨® su vocaci¨®n de izquierda con su angustia de ahorro en la sanidad p¨²blica, y pas¨® al nuevo C¨®digo Penal, en el que se suprimen los psiqui¨¢tricos penitenciarios. En todas estas utop¨ªas hab¨ªa un fondo de realidad: los psiqui¨¢tricos de prisi¨®n han sido un modelo de desastre, de coacci¨®n y de tortura, con la desesperaci¨®n de los m¨¦dicos y del personal que los atend¨ªa. Los resultados se producen ahora: jueces que incapacitan a ciertos delincuentes de los que se supone un desorden mental continuo (nadie se atreve a decir incurable) y no pueden ser encarcelados; no hay psiqui¨¢tricos en las c¨¢rceles, y los env¨ªan a los hospitales p¨²blicos, donde no pueden hacerse cargo de ellos. No hay medios: las salas psiqui¨¢tricas se han convertido en casi ambulatorios donde los internamientos son escasos y ef¨ªmeros. Muchos de los violadores, agresores en serie o suicidas tienen antecedentes de haber sido dados de alta una vez o m¨¢s de centros psiqui¨¢tricos. Los Gobiernos que decidieron el no internamiento no dieron medios reales para la atenci¨®n; los que env¨ªan a hospitales a dementes de notoria peligrosidad (incluso contra s¨ª mismos) no dotan a ¨¦stos de los medios y la amplitud necesaria.Estos temas hubieran requerido debates amplios en su momento. Ahora es dif¨ªcil volver a los psiqui¨¢tricos de anta?o, a menos que hubiera capacidad para eliminar su condici¨®n inhumana; pero es pr¨¢cticamente imposible ir arrojando a todos los tipos de enfermos hacia los jueces, de ellos a los m¨¦dicos desarmados, hacia las familias impotentes y, en fin, hacia la calle sin defensas.
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