Esta noche, la libertad
CON LAS campanadas de la medianoche del 14 de agosto de 1947 nac¨ªan a la independencia dos nuevas naciones y mor¨ªa un imperio. Jawaharlal Nehru proclamaba la aparici¨®n en la escena mundial de la Uni¨®n India, y con considerable menor entusiasmo, Al¨ª Jinnah, su hermano-enemigo, se resignaba a la creaci¨®n de Pakist¨¢n, ambos integrantes del mayor imperio territorial que hab¨ªa sobrevivido a los avatares del siglo.El nacimiento no fue exactamente un prodigio de descolonizaci¨®n, puesto que la apresurada retirada de Londres, m¨¢s de un a?o antes del plazo previsto, urgida por el ¨²ltimo virrey, lord Mountbatten, aceler¨® un trasiego de poblaciones en el que millones de musulmanes e hind¨²es, acos¨¢ndose entre s¨ª, compatriotas como eran en muchos casos de cultura y lengua, pero encarnizados enemigos de religi¨®n, buscaron refugio, los primeros, en Pakist¨¢n, y los segundos, en la India. Se ha hablado de dos millones de muertos en ese parto atroz.
La India, especialmente, surg¨ªa en el dolor de la escisi¨®n de una civilizaci¨®n milenaria, que hab¨ªa sabido convivir durante siglos hasta que el colonialismo brit¨¢nico cre¨® los focos de un separatismo basado en el pnincipio de divide y vencer¨¢s. Nehru, a¨²n en la exaltaci¨®n de aquel amanecer, viv¨ªa angustiosamente el despedazamiento de su pa¨ªs. Pero aquella India nac¨ªa, al mismo tiempo, con las mayores aspiraciones de verdad y de justicia que ha conocido el mundo.
La India de Nehru ser¨ªa ejemplo y modelo para el mundo, pa¨ªs no alineado antes de que se inventara incluso, en Bandung en 1955, el concepto de neutralidad entre los bloques norteamericano y sovi¨¦tico, basado en una econom¨ªa mixta socializante, sin que ello atentara contra el mantenimiento de las libertades y el sereno ceremonial de la democracia. Una nueva naci¨®n que arrancar¨ªa a sus hijos de la pobreza, tomando lo mejor de la madrastra colonizadora: sus instituciones.
El balance a los 50 a?os de independencia no puede hacer plena justicia a aquellas aspiraciones, aunque diste mucho de ser negativo. La India se convirti¨®, ala muerte en 1964 de un Nehru amargado por las guerras de 1948 (con Pakist¨¢n) y 1962 (con China), en una especie de imperio din¨¢stico en el que el partido fundador de la independencia, el del Congreso, consagraba en el trono a la hija de Nehru, Indira, y luego al hijo de ¨¦sta, Rajiv, ambos asesinados en el cargo; un pa¨ªs donde la corrupci¨®n se hac¨ªa rampante y en el que los separatismos florec¨ªan desde el movimiento sij en el Punjab hasta la violenta tribalizaci¨®n pol¨ªtica en los confines orientales e himal¨¢yicos.
Pero a trav¨¦s de toda esa agitada historia, el sistema representativo y de responsabilidades democr¨¢ticas ha podido ser preservado, y un relativo progreso econ¨®mico ha permitido la paulatina formaci¨®n de una clase media, que es hoy el verdadero futuro de la India. La tenaza del Congreso sobre el pa¨ªs qued¨® ya muy desmejorada con la muerte de Rajiv Gandhi en 1991, y desde entonces, como anteriormente con el breve mandato de Morarji Desai en los setenta, se han sucedido los jefes de Gobierno, de dentro y fuera del Partido del Congreso. El partido-padre ya no parece en condiciones de llegar al poder, cuando lo hace, sino por medio de coaliciones con partidos regionales.
La ¨²ltima asechanza al Estado laico de la India, nacido en contraposici¨®n al islamismo paquistan¨ª, la constituye, sin embargo, el crecimiento de las formaciones hinduistas, en las que medra un integrismo apenas distinguible en su fanatismo de algunas teocracias musulmanas. Pero los "hijos de la medianoche", como los bautiz¨® el novelista Salman Rushdie, han alcanzado su mayor¨ªa de edad, y ello es bueno para el mundo. Aquella noche de agosto de hace 50 a?os, Jawaharlal Nehru no hizo una proclama en vano.
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