Aislando a los dem¨®cratas
El texto del Pacto de Ajuria Enea es tan ambiguo que permite toda clase de ex¨¦gesis. Estos d¨ªas la mayor parte de los pol¨ªticos en el Pa¨ªs Vasco y en especial los nacionalistas est¨¢n intentando devolverlo al estado "tetrapl¨¦jico" al que lo hab¨ªan llevado cuando se vieron sorprendidos por la reacci¨®n popular del 13 de julio. Para ahorrarles trabajo a estos se?ores, para que puedan volver antes a sus antiguas querencias, les dir¨¦ brevemente c¨®mo lo hicieron, por si no lo recuerdan. La f¨®rmula es muy sencilla; para volver el pacto del rev¨¦s se han utilizado desde 1993 tres viejas normas interpretativas que por s¨ª solas bastan para hacerlo inocuo: 1) la teor¨ªa de la equidistancia; 2) la teor¨ªa de la charla con el verdugo; y 3) la teor¨ªa del contencioso hist¨®rico. Hagamos un poco de historia.Por la teor¨ªa de la equidistancia el terrorismo ya no era el principal motivo de enfrentamiento entre vascos dem¨®cratas y vascos fascistas; el terrorismo era una cuesti¨®n entre el Estado espa?ol y ETA, y ambos compart¨ªan la responsabilidad de los cr¨ªmenes. De ah¨ª que los l¨ªderes nacionalistas declarasen una y otra vez que ellos eran independientes tanto de ETA como de su compa?ero de terror, el Estado espa?ol. Si la culpabilidad del terror no es exclusiva de ETA, entonces el "conflicto" no puede ni debe acabar con la neutralizaci¨®n policial de los terroristas o con la derrota pol¨ªtica de los fascistas callejeros; como dijo Egibar: "No nos interesa la derrota pol¨ªtica de HB, ni su humillaci¨®n militar" (El Mundo, 18 de octubre de 1996).
Por lo tanto, a pesar de las objeciones de los dem¨®cratas que rechazaban la hegemon¨ªa del terror sobre los votos, era preciso dialogar (teor¨ªa de la charla con el verdugo) e incluso, como dec¨ªa el peneuvista Ollora: "Negociar m¨¢s all¨¢ de la legitimidad democr¨¢tica" (EL PA?S, 8 de diciembre de 1996). Comenzaron entonces aquellas sonadas conferencias de paz en el hotel Carlton y aquella pomposa "salutaci¨®n" dirigida a nuestros m¨¢s destacados asesinos. Pero, si se depart¨ªa con ellos amigablemente, si se dignificaba a nuestros verdugos, era preciso que la acci¨®n y la responsabilidad no corriesen exclusivamente a cargo de nuestros partidos patri¨®ticos; era necesario que los no nacionalistas fueran "compelidos a entrar" o "arrojados a las tinieblas exteriores". Los partidos no nacionalistas fueron sometidos por ello a una constante presi¨®n para que se sumaran a la charla con el verdugo; as¨ª fue como se le dio la vuelta al Pacto de Ajuria Enea, que en adelante s¨®lo sirvi¨® para aislar a los dem¨®cratas.
Es l¨®gico que si los nazis son mis amigos, los dem¨®cratas se vuelvan mis enemigos; cuando los patriotas de HB se quejaron de las cr¨®nicas de Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja en la televisi¨®n vasca, el PNV les ofrend¨® su cabeza. Cuando los pol¨ªticos del PP denunciaron el acoso fascista en la calle, el hombre de la "funci¨®n a?adida", el portavoz Egibar, daba a entender que eran mariquitas sin reda?os o bien oportunistas exhibiendo martirio. Cuando una carta firmada por 22 personalidades del mundo de la cultura reclam¨® respetuosamente del Gobierno que cumpliese con su obligaci¨®n de salvaguardar el orden y la libertad de expresi¨®n, la contestaci¨®n (Arzalluz, Ardanza y Anasagasti), digna del m¨¢s puro franquismo, fue que se trataba de intelectuales desarraigados c¨®mplices de una vasta conspiraci¨®n antivasca, dirigida desde Madrid. Entretanto, el PNV pon¨ªa en marcha una operaci¨®n de boicot contra el peri¨®dico El Correo; se difundieron (y se difunden) pegatinas con la frase: "El Correo, enemigo del pueblo vasco". As¨ª que estos hombres que incluso actualmente quieren impedir el boicot social a HB, no tienen empacho en boicotear a la prensa democr¨¢tica cuando resulta cr¨ªtica.
Esta inversi¨®n sistem¨¢tica de la democracia no es un producto circunstancial, sino que emana de un tercer principio, el m¨¢s importante: la teor¨ªa del contencioso con el Estado, seg¨²n la cual el Pa¨ªs Vasco era una comunidad humana diferenciada de todas las dem¨¢s por la cultural, las instituciones, los valores y por una psicolog¨ªa com¨²n a sus habitantes; como todo esto fue destruido en un momento dado de la historia por un Estado invasor, el objetivo "irrenunciable" (o sea, obligatorio) de todo vasco debe ser restaurar la situaci¨®n inicial resolviendo as¨ª el "contencioso hist¨®rico con el Estado". Pero esta idea del contencioso se contradice con la experiencia democr¨¢tica real, porque somos muchos los vascos que no la asumimos, es decir que, a pesar de todo el terror que aqu¨ª se ejerce, somos muchos los que no tragamos los burdos mitos que ciertas "¨¦lites" perpet¨²an para perpetuarse. Para muchos nacionalistas esto no es ning¨²n problema: sencillamente, los que no asumimos el contencioso" no somos vascos.
El Pa¨ªs Vasco no es afortunadamente una unidad moral, psicol¨®gica o de valores, no es una "comunidad" en el sentido tribal; en el Pa¨ªs Vasco ni el terror f¨ªsico de ETA ni la coacci¨®n moral de los mal llamados nacionalismos democr¨¢ticos han conseguido acabar con el pluralismo pol¨ªtico; somos a pesar de todo una sociedad plural; el nacionalismo no ha conseguido robamos la palabra.
La educaci¨®n, seg¨²n la cual el vasco tiene que ser nacionalista y el no nacionalista tiene que ser antivasco, es el principal obst¨¢culo para la democracia. Mientras en la pr¨¢ctica no se deshaga esa ecuaci¨®n, tendremos un nacionalismo incapaz de aceptar el pluralismo ideol¨®gico de toda sociedad moderna. Para alcanzar la paz no basta con que el nacionalismo se declare "no violento", se necesita adem¨¢s que los nacionalistas lleguen a ser democr¨¢ticos, es decir, capaces de admitir que nadie puede hablar en nombre de toda la sociedad vasca, como si ¨¦sta estuviese adscrita "por naturaleza" a un determinado proyecto pol¨ªtico; que, por tanto, los no nacionalistas tenemos como vascos el mismo derecho de ciudadan¨ªa que ellos, no amamos al pa¨ªs m¨¢s ni menos que ellos, y que nuestras ideas no nos convierten en "los enemigos del pueblo vasco". En la incapacidad nacionalista para admitirlo est¨¢ la verdadera ra¨ªz de la violencia, porque el terror fascista prospera all¨ª donde la aceptaci¨®n del pluralismo y la mentalidad democr¨¢tica son d¨¦biles. La democracia, si alg¨²n d¨ªa la alcanzamos y la merecemos, no ser¨¢ conquistada con halagos hacia el nacionalismo ambiguo y oportunista, porque lo que este nacionalismo percibe en esos halagos, y con raz¨®n, es el miedo que se le tiene y, por lo tanto, la disposici¨®n del resto de la sociedad a seguir tolerando sus abusos.
Mientras el nacionalismo vasco est¨¦ dirigido por personajes como Arzalluz, que hablan del voto no nacionalista como "el voto de los de fuera" ("los de fuera quieren mandar en este pa¨ªs... que el de fuera se convierta en due?o de la casa con los votos de fuera... unos al menos somos de aqu¨ª y los socialistas, no" (Diario Vasco, 31 de enero de 1993); mientras esto ocurra, seguiremos teniendo un nacionalismo no democr¨¢tico. Las declaraciones de condena del terrorismo son una farsa en boca de quienes, como Arzalluz, comparan el terrorismo con el acto de "sacudir el ¨¢rbol para que caigan las nueces", para a?adir sin inmutarse: "No conozco ning¨²n pueblo que haya alcanzado su liberaci¨®n sin que unos arreen y otros discutan; unos sacudan el ¨¢rbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces y otros las recojan para repartirlas" (EL PAIS, 3 de mayo de 1994). Estos repartidores de nueces que nunca han sacudido un ¨¢rbol pueden fruncir el ce?o fingiendo agravios, pueden mostrarse eternamente enojados, pero no creo que toda la ciudadan¨ªa vasca siga aceptando la legitimidad de unos "pastores de pueblos" que han mostrado tanto amor al lobo. Pues, como dijo Ardanza, "ya somos todos mayorcitos".
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