La muchacha que pudo ser Emmanuelle (12)
Ella era una serpiente put¨®nPor MANUEL V?ZQUEZ MONTALB?N
EL MENDIGO ENTR? EN el comedor contempl¨® el espect¨¢culo de los indigentes comiendo sin respirar, pero sus ojos seleccionaron a Cayetano, sentado ante la comida humeante. Se puso en fila el reci¨¦n llegado para que le llenaran de estofado el plato met¨¢lico unas monjas y bien provisto busc¨® sitio junto a Cayetano. Ten¨ªa los modales bruscos y Cayetano tuvo que apartarse, para hacerle sitio. El mendigo reci¨¦n llegado oli¨® desconfiado la comida y repas¨® su contenido con la cuchara,como si seleccionara sospechosos restos de otras comidas, con un ligero asco en la cara.-Huele a nabos -nadie le contest¨® e insisti¨®- Huele a nabos.
Hay nabos -contest¨® Cayetano-. Los nabos son baratos y alimentan.
-No soporto los nabos -pero comi¨® como todos los dem¨¢s- Un d¨ªa de estos me dedico al coco y adi¨®s -volvi¨® a comer y examin¨® a Cayetano- Se nota que tu l¨ªas sido otra cosa.
-Aqu¨ª todo el mundo ha sido otra cosa.
El mendigo forastero hizo un repaso visual desde?oso de todo el entorno humano.
-Es posible, pero poca cosa. Yo llevo cuatro semanas en la calle. El gobierno socialista me arruin¨® el negocio y este nuevo gobierno me da tanto asco como el anterior. Los pol¨ªticos son los enemigos de los hombres de negocios. A este del bigotillo alquien tendr¨ªa que afeitarlo.
-?Qui¨¦n es el del bigotillo?
-Aznar
Cayetano ense?¨® sus enc¨ªas sin dientes desde la decidida voluntad de sonreir.
-Bien venido a la morgue -respondi¨® Cayetano.-Dir¨¢s la mugre. No soporto la mugre
Al acabar de comer, salieron Cayetano y el mendigo al exterior. Cayetano recuper¨® su carro cargado de cartones y tesoros de contenedor. Caminaban silueteados contra el horizonte de Pueblo Nuevo. Cayetano se detuvo y sac¨® una botella ro?osa de entre el variopinto contenido de su carrito, la destap¨® y bebi¨® amorrado a la botella. Chasque¨® la lengua con satisfacci¨®n.
-Orujo. No se que har¨ªa yo sin el orujo. Mi exmujer beb¨ªa grappa, pero donde se ponga el orujo -tendi¨® la botella a su nuevo conocimiento y adivin¨® su prevenci¨®n- No tengo el SIDA.
-?C¨®mo lo sabes?
-Cada vez que me detiene la pasma, me interrogan en pelota. No sabes lo desnudo que te quedas cuando te obligan a quedarte desnudo, t¨ªo. Yo siempre pillo un mal malo, me hospitalizan, los an¨¢lisis son de pintura. No tengo nada. Ni colesterol. No hay nada como la miseria para estar sano.
El reserv¨®n bebi¨® un largo trago de orujo ante la alarma de Cayetano.
-?Te la vas a acabar!
Llegaron a un horizonte de vertederos y buscaron las ruinas de lo que hab¨ªa si do un poblado de chabolas derribadas para una urbanizaci¨®n alto standing, ley¨® Cayetano en ingl¨¦s con acento madrile?o. Se sentaron en lo que hab¨ªa sido suelo de chabola.
-Cuando tengo a la polic¨ªa encima me esfumo del centro de Barcelona. Yo no me trabajo el centro porque hay mucha competencia y la gente en el centro tiene demasiada prisa, en este pa¨ªs todo el mundo tiene demasiada prisa -dijo Cayetano.
-?Que quer¨ªa de ti la polic¨ªa?
-Buscan a quien mat¨® a la Palita.
-?La Palita?
-Fue mi compa?era, un put¨®n, una serpiente put¨®n.
-Serpiente put¨®n.
-Serpiente vaca y put¨®n vaca. Era una como una, vaca.La apu?alaron y la dejaron seca en el metro. No. No bajo al centro. S¨®lo voy a que me den algo de comer. Porque les gusta dar de comer a los mendigos. A veces como sin hambre, pero te tienen cari?o si les dejas ser caritativos. Tambi¨¦n iba la Palita, por lo mismo, aunque ella ten¨ªa muy mala leche y cuando estaba borracha la armaba.
-?Quien pudo matarla?
-Se abr¨ªa de piernas para todos los del oficio pero a veces era muy suya y no se abr¨ªa le dieras lo que le dieras, aunque fuera una paliza. Tuvo que ser eso. Un joputa que quiso foll¨¢rsela y ella no se dej¨® -el silencio del otro incit¨® a Cayetano a volver a hablar- Tal vez aquel antiguo novio, no era de los nuestros. Ven¨ªa a comer con nosotros pero no era de los nuestros.
Se tumb¨® a mirar el cielo y cerr¨® un ojo mientras con el otro examinaba a su compa?ero.
-?En qu¨¦ curras? ?C¨®mo te llamas?
-Ll¨¢mame Curro, ya que hablas de currar. De momento estoy orient¨¢ndome. He currado en el taller de La Modelo y tengo cuatro cucas para ir resistiendo mientras examino la situaci¨®n y le pongo el ojo a alg¨²n bel¨¦n. En mis buenos tiempos yo me dedicaba a pasar morenos, moros y africanos, pa Francia, que all¨ª falta gente y sin intermediarios como nosotros es que no se.podr¨ªa vivir en Espa?a de tanto moreno. Pero ahora quiero orientarme. No cometer errores. No me gusta el trullo. A Cayetano le di¨® la tos y no pod¨ªa parar.
-?Te encuentras mal?
-Ni mal, ni bien.
-?Te ha calentado la pasma?
-No. Te soban con mala leche y te hablan como si fueras un perro. A veces cogen a un vagabundo y lo utilizan como cobaya, m¨¢s de uno se les ha quedado en el sitio. ?Qui¨¦n lo va a reclamar? La Palita me cont¨® cosas terribles de Argentina, de Uruguay, martirizaban a los vagabundos para entrenarse a torturar rojos y todo eso. Me soban. Me. aprietan la cara. Me amenazan los huevos con la punta de la rodilla. Tendr¨ªa derecho a un abogado. D¨¦jame que me r¨ªa. La Constituci¨®n permite que los vagabundos reclamemos la presencia de un abogado. T¨² p¨ªdelo y te har¨¢n la vida m¨¢s imposible de lo que es. Si me soban no me duele. Ya no s¨¦ lo que me duele. A veces creo que ya no me doler¨¢ nunca nada. Me pincho con un cuchillo la mano y no me duele, si quiero no me duele. El alma me duele. El coraz¨®n. Lo de la Palita. Y que apareciera ese novio antiguo husmeando, dando el pego de que por ella estaba dispuesto a vivir su vida, mi vida, de estar sin un clavel, como t¨², como yo, y era un hombre de cultura. Argentino.
-?Un sudaca!
-Rocco. Se llama Rocco
?Ha sido ¨¦l quien la ha matado?
-No. Seguro que ni se ha enterado de que ha muerto. Yo quisiera dec¨ªrselo, pero tengo miedo que la polic¨ªa me siga y les lleve hasta ¨¦l.
-Si quieres te acompa?o y vigilo que no nos sigan.
Se le encendi¨® una bombilla en cada ojo a Cayetano y se puso en pi¨¦ entre crujidos reum¨¢ticos. Puso en marcha a Curro tras de sus pasos y di¨® la vuelta al cementerio de Pueblo Nuevo para desembocar en los l¨ªmites de la Villa Ol¨ªmpica. Pero se alej¨® de ella en direcci¨®n a las chimeneas de la T¨¦rmica del Bes¨®s y cuando parec¨ªa que hacia all¨ª iba su rumbo, di¨® un giro a la derecha y se fue a por el barrio de la Mina, la galaxia gris de cubos grises para poblaciones residuales.-Cu¨¢ntas vueltas.
-Nunca hay que ir directo a las cosas.
-As¨ª que la Palita era una serpiente put¨®n.
-Lo era. Ten¨ªa el co?o caliente, tierno, como de miga de pan.
-Y sab¨ªa cosas sobre torturas a vagabundos.
-Me dijo que por eso huy¨® de su tierra, de Buenos Aires.
No s¨¦ si por lo que sab¨ªa de vagabundos, pero por algo muy gordo porque ten¨ªa pesadillas y hablaba en sue?os, hablaba en un argentino rar¨ªsimo que yo no entend¨ªa y lloraba, lloraba de miedo, como si los sue?os le dieran miedo. Y tuvo m¨¢s malos sue?os desde que apareci¨® su exchorvo por ¨²ltima vez. ?l la hab¨ªa acompa?ado en su hu¨ªda a Espa?a, luego la dej¨®, estuvo por Europa, por Estados Unidos, era profesor el t¨ªo, no s¨¦ de qu¨¦ leches. Pero volvi¨® hace unos meses y ella no volvi¨® a ser la misma y tanto dej¨® de ser ella misma que hasta se dej¨® matar.
Re¨ªa ahora Cayetano y reneg¨® Curro.
-Me cago en el cop¨®n, que raro eres, t¨ªo. Me lloras la muerte de tu serpiente put¨®n y ahora te echas a llorar.
-Que poco sabes t¨² de mendigos. Somos as¨ª. La mierda nos ha creado como una coraza sobre el cuerpo y el alma. Cuando bebo un poco m¨¢s de la cuenta me gusta reflexionar sobre mi condici¨®n. A la Palita le gustaba que yo hiciera filosof¨ªa de la vida bajo el sereno. Tu deber¨ªas de haber estudiado, Cayetano, insist¨ªa. Hasta habr¨ªas conseguido saber qu¨¦ es una paradoja y sobre todo qu¨¦ son dos paradojas. ?Qu¨¦ sabes t¨² de las paradojas, Curro?
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