Un monasterio m¨¢rtir de la pereza
Un convento del siglo XII yace olvidado en la ladera segoviana de la sierra, junto a Collado Hermoso
Observaba Madariaga que, en el reparto de los vicios capitales, al ingl¨¦s le toc¨® la hipocres¨ªa, al franc¨¦s la avaricia y al espa?ol la envidia. Todo pudiera ser. A nosotros, empero, se nos antoja que la pereza es una cosa mucho m¨¢s espa?ola, como la siesta, la sopa boba o el vuelva usted ma?ana. La Biblia dice que el perezoso quiere y no quiere al mismo tiempo. V¨¦ase si no: en 1931, el Gobierno declar¨® de una tacada 797 monumentos de inter¨¦s nacional, entre ellos el monasterio de Santa Mar¨ªa de la Sierra, cuyas ruinas ped¨ªan a gritos restauraci¨®n. (?Queremos, no hay duda!). En 1997, el cenobio sigue siendo pura riza y, a juzgar por los 66 a?os transcurridos, alg¨²n funcionario acab¨® tramitando su expediente como servilleta a la hora del bocadillo. (No queremos, ?qu¨¦ se le va a hace!).
Una buena caminata
En el reino de la acidia y la zanganer¨ªa, de la faranga y otros 40 sin¨®nimos de pereza que registra el diccionario de Casares, quiz¨¢ sea un desatino proponer al lector que se llegue a Collado Hermoso y se eche a andar monte arriba por la pista de tierra que deja a mano derecha la iglesia del pueblo; que se aleje por esta clara senda como se alejaron del mundo aquellos monjes negros, hijos de Cluny, que en 1116 recibieron una donaci¨®n de terrenos del obispo de Segovia, don Pedro de Aagen, y sobre ellos edificaron un rudo asciterio rom¨¢nico; la clara senda que en 1212 volvieron a hollar otros monjes -pero ¨¦stos blancos, procedentes del monasterio de Sacramenia-, cuando vinieron a sembrar en el viejo surco benedictino la nueva semilla del Cister, embelleciendo con motivos g¨®ticos aquel austero desierto; que siga, en fin, un par de kil¨®metros hasta avistar a la izquierda del camino los muros desbaratados de Santa Mar¨ªa de la Sierra. ?Dos kil¨®metros a pie! ?Menuda pereza!En el robledal conocido -por motivos obvios- como la Mata del Fraile, a 1.300 metros sobre la ladera septentrional de los montes Carpetanos, cabe los puertos de Calderuelas y Malagosto, se hallan los restos del que otrora fue considerado "santuario por antonomasia del Guadarrama", acaso porque su imagen titular, la talla rom¨¢nica de la Virgen de la Sierra que ahora se conserva en la parroquia de Sotosalbos, siempre fue tenida y venerada como abogada de los caminantes entre ambas Castillas por estos peliagudos pasos.
Este lugar, que lleg¨® a hospedar a Juan I mientras dirig¨ªa a distancia las obras de la cartuja de El Paular -en el vecino valle del Lozoya-, declin¨® al convertirse en 1498 en una mera dependencia de la abad¨ªa de Sacramenia, siendo abandonado ya mucho antes de las desamortizaciones y desmoron¨¢ndose luego en manos de particulares hasta parar en el calamitoso estado en que hoy lo encontramos. De la iglesia mon¨¢stica, apenas quedan rotas paredes, pilares truncados y varios arcos ojivales; casi ¨ªntegra, en cambio, se mantiene la fachada occidental, con su portada de arquivoltas apuntadas con molduras de sierra y su gran roset¨®n de tracer¨ªa perdida, cuyo bostezo monumental se funde con el zumbido de unos colmenares y con el canto de las chicharras entre las ortigas en una escena de indecible melancol¨ªa, emblema perfecto de la desidia.
Sobreponi¨¦ndonos a la pereza hist¨®rica que infunden estos escombros, podremos alargar (y alegrar) la caminata siguiendo adelante por la misma pista para, despu¨¦s de cruzar los arroyos trucheros del Charco y Viejo, acometer una zigzagueante subida de una hora por la falda del cerro de la Picota. Si elegimos siempre el ramal de la izquierda en las sucesivas bifurcaciones que se nos vayan presentando, regresaremos en otro par de horas largas a Collado Hermoso... Hermoso es el camino, entre pinos silvestres y lustrosos acebos. Hermosas, las chorreras en que se despe?a el arroyo Viejo. Y m¨¢s hermosas a¨²n, las vistas de la llanura segoviana y del inmenso robledal sobre el que descuellan las ruinas de Santa Mar¨ªa de la Sierra, abogada de caminantes, m¨¢rtir de la pereza.
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