La muchacha que pudo ser Emmanuelle (17)
He de comerme esa tunaPor MANUEL V?ZQUEZ MONTALB?N
PEPITA DE CALAHORRA no tiene suficiente cuello para volcar la cabeza hacia atr¨¢s y expresar en su justa medida el impacto del salero de Aquiles. ?Qu¨¦ hombre!, exclama, o ?este hombre!. Comparte su alegr¨ªa Biscuter semioculto tras el demasiado alto vaso lleno de Ron Collins. ?Ojo! Ha insistido Biscuter, ?Ron Collins!, no Tom Collins. Le ha gui?ado el Ojo el gordo.-Vos s¨ª que sab¨¦s beber, pibe.
Ha sido entonces, cuando Pepita de Calahorra le ha preguntado a Aquiles.-?C¨®mo consigui¨® tantos kilos sin morir en el empe?o?
_Cuando yo era pibe era flaquito, flaquito, y mi abuelita venga darme de comer, venga darme de comer.
-?Y as¨ª hasta ahora?
-Es que mi abuelita todav¨ªa vive y cada ma?ana me pesa y pobre de m¨ª si bajo ni medio kilo.
Se part¨ªa de risa Pepita de Calahorra y contribu¨ªa al jolgorio Biscuter ?qu¨¦ fermo!, ?qu¨¦ esprit!
Lloraba la de Calahorra y lloraba tambi¨¦n Aquiles y de las l¨¢grimas pas¨® a la nostalgia previo recorrido visual por lo que quedaba de La Dolce Vita.
-Cuando me recuerdo a m¨ª mismo en este local, hace cuarenta a?os y a vos, Pepita, una dama joven, casi una ni?a revoloteando mientras cantaba Volare. Yo, yo cerraba los locales de Barcelona todas las noches.
-Toma y yo los de Andorra.
Intervino Biscuter sin conseguir desviar el r¨ªo evocador del gordo vestido de blanco.
-Son los mejores a?os de la vida, aquellos que te permiten ser irresponsable, loco, si se quiere. Y por eso, cada vez que regreso a Barcelona vuelvo a La Dolce Vita y me entristece que esas ruinas, ?Ay dolor! que ahora vemos, ruinas son del m¨¢s famoso cabaret de Barcelona. Si tuvi¨¦ramos ojos m¨¢gicos, entre las sombras de las cuatro esquinas de este local, ver¨ªamos los rostros de cuantos fueron felices aqu¨ª. Recuerdo a una muchacha, a una compatriota, una preciosidad argentina que hab¨ªa sido muy promocionada en Buenos Aires para hacer de Emmanuelle, la Emmanuelle argentina. La vi aqu¨ª, aqu¨ª, sobre esa peana que contemplamos. ?Diez a?os? ?Ocho?
-Diez a?os bien bien. -
Apuntal¨® Pepita el recuerdo de Aquiles y precipit¨® su instalaci¨®n en la melancol¨ªa.
-?Diez a?os, ya!
Alz¨® el vaso y forz¨® el brindis con Biscuter. Secundado por Pepita. Luego cogi¨® una mano de Pepita y se la bes¨®, pero no se la solt¨®, poniendo brillo de prometedoras malicias en sus ojos.
-Devu¨¦lvame la mano. No se la coma como si fueran butifarrons,que Vd. se come todo lo que pilla.
Aquiles canturre¨®:
He de comerme esa tuna
he de comerme esa tuna
he de comerme esa tuna
aunque me cueste la mano
Pepita de Calahorra retir¨® la mano, falsamente molesta.
-No me diga groser¨ªas. Ya s¨¦ lo que quiere decir "la tuna".
-Me la comer¨ªa con pinchos y todo. ?Carpe Diem!
-Qu¨¦ culto me est¨¢ saliendo mi can¨ªbal.
-Longa est vita si plena est.
-Primum v¨ªvere, deinde philorophari.
Terci¨® Biscuter rompiendo el hilo de encantada baba que empezaba a unir al gordo con la ex estrella de la canci¨®n.
-Por cierto, Don Aquiles, me interesar¨ªa que Vd. me hablara m¨¢s de esa mujer que ha recordado, de la Emmanuelle argentina, aunque ser¨ªa m¨¢s propio llamarla Helga Mushnlck, su verdadero apellido, o Singer el art¨ªstico.
-Curioso, mi querido Plegamans, que sepa tantas cosas Vd. de mi compatriota.
-No las suficientes y ya que Vd. la ha mencionado, quisiera que me transmitiera los saberes que conserva sobre la interfecta.
Se encogi¨® de hombros Aquiles. Poco pod¨ªa a?adir a lo ya dicho. Pero ?acaso hab¨ªa pasa do algo recientemente que afectara a Helgal? Es posible, sentenci¨® enigm¨¢ticamente Biscuter mientras advert¨ªa a Pepita que le fuera c¨®mplice. Aquiles iba abri¨¦ndose paso por la maleza de su memoria.
-Ahora recuerdo que Emmanuelle, bueno, como se llame, yo siempre la he llamado Emmanuelle, iba con un barbucio, uno de esos profesores, argentinos con barba y melena, una melena que se ataban con una cinta y formaban una coleta. Un. espect¨¢culo.- A m¨ª los hombres con coleta me la chupan y Vd. perdone la expresi¨®n, se?ora Pepita. Pues ese profesor se llamaba Roque, creo.
-Rocco.
Corrigi¨® Biscuter provocando otra vez la admiraci¨®n del gordo. Pidi¨® otra ronda de Ron Collins, Aquiles, a la propietaria, camarera y se?ora de la limpieza de La Dolce Vita, Pepita de Calahorra, pero esta vez Biscuter se neg¨® a secundarla y Pepita interpret¨® el papel de mujer mareada, a punto de caerse al suelo. Sac¨® Aquiles de un bolsillo cinco papeles de diez mil pesetas y los esgrimi¨® expresando la duda de que fueran lo suficiente para pagar lo consumido. Le arrebat¨® la de Calahorra dos y se mostr¨® generosa.
-Lo que falta, la casa invita.
Se neg¨® el gordo a que as¨ª fuera y lanz¨® otro billete de diez mil sobre el velador de m¨¢rmol desportillado, pero no lleg¨® a aposentarse el estipendio, porque Pepita lo caz¨® al vuelo. Ahora los dedos de Aquiles se hab¨ªan llenado de tarjetas.
-Me voy intrigado por la suerte corrida por Helga y el tipo de la coleta. Si algo supieran pueden localizarme en el Hotel Juan Carlos.
Bes¨® varias veces la mano de la anfitriona, agit¨® a Biscuter en el seno de un abrazo batidor, dedic¨® una mirada de melanc¨®lica despedida a La Dolce Vita y sali¨® con una mano borrando las l¨¢grimas que acumulaban sus ojos. Tambi¨¦n estaba triste Pepita de Calahorra y acogi¨® entre sus pechos la cabecita de Biscuter, pero se la apart¨® bruscamente mientras la reten¨ªa entre las manos y le miraba fijamente como si fuera la calavera de Yorik.-Una cosa es que te acoja en mi seno y otra que te aproveches, que una no es de piedra. Has frotado la nariz contra mis tetas.No entend¨ªa Biscuter el requerimiento, pero ya se hab¨ªa levantado Pepita y tiraba de ¨¦l en direcci¨®n al altillo- en otro tiempo destinado a la direcci¨®n del local y ahora pen¨²ltimo refugio de los gatos. Una vez all¨ª, sobre un canap¨¦ estilo imperio con la tapicer¨ªa orinada por los gatos y comida por las ratas, desnud¨® Pepita a Biscuter a manotazos mientras canturreaba: He de comerme esa tuna, he de comerme esa tuna... Privado estaba el socio de Carvalho de capacidad de respuesta y casi sin transici¨®n viose ocupada la tuna y montando sobre los tres lomos de Pepita desbragada, pero conservando unos sujetadores bien armados, a la manera de cruzados suficientemente m¨¢gicos como para contener mucha, demasiada ca¨ªda de teta. Ciego Biscuter porque hab¨ªa cerrado los ojillos para perder el miedo a tanta hartura, se prest¨® al zarandeo sexual de la veterana ex cantante mel¨®dica y cay¨® derrengado finalmente sobre sus pechos, ya liberados del sost¨¦n armario. Trat¨® de rodear con sus brazos a la complacida mujer, pero no ten¨ªa los suficientes como para abarcarla.
-Qu¨¦ bien te sabe la tuna, la tunita, Papitu.
-No seas grosera. Estoy pensando y no se piensa con la tuna.
-?Y lo dem¨¢s? ?Qu¨¦ tal? ?Qui¨¦n tuvo retuvo? No eres precisamente un atleta sexual japon¨¦s pero a tus a?os y con tu tama?o no estuvo mal.
-Me llamaban el follador de las Pampas.
-Con lo despobladas que est¨¢n las Pampas no tiene mucho m¨¦rito, pero a mi edad, a polvo regalado no le mires el dentado. ?En qu¨¦ pensaba mi follador de las Pampas?
Toda la morfolog¨ªa del rostro de Biscuter conduc¨ªa a dar la impresi¨®n de perspicacia.
-Pensaba en el gordo. Demasiadas coincidencias. Recupera el local de su juventud y la memoria. La memoria de Helga, incluso de Rocco. ?T¨² llegaste a conocer a Rocco?
No le gusta el tema de conversaci¨®n a Pepita porque intenta desesperadamente fruncir la piel del rostro tensada por un lifting despiadado.
-?Ay! -suspir¨®- Los hombres nunca ten¨¦is sentido de la oportunidad. ?T¨² crees que es el momento de hacer de Sherlock Holmes?
Le cont¨® Biscuter la intromisi¨®n de Rocco en el despacho de Carvalho y -las malas maneras que hab¨ªa exhibido, pero no ganaba respuestas, sino desasosegamiento progresivo en la de Calahorra revestida con morosidad y con ganas de que su amante de un d¨ªa se marcha a por donde hab¨ªa venido. -Es curioso, Pepita, pero la otra tarde me encontr¨¦ en la puerta al gordo del traje blanco y ahora resulta que t¨² me citas en La Dolce Vita no s¨¦ con qu¨¦ motivo y me encuentro aqu¨ª al hipop¨®tamo sentimental ese. ?,De qu¨¦ va Pepita?
Se le puso gorda la voz a Pepita de Calahorra.
-Por si acaso no te metas donde no te llaman.
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