Una biblioteca ordenada
Como dijo Giordano Bruno, construir un palacio de la memoria no es solo un ejercicio intelectual, sino un acto m¨¢gico
Antes dejaba que el tiempo agrupara mis libros de forma org¨¢nica, por afinidad sem¨¢ntica, biogr¨¢fica, espiritual o de tama?o. Los grandes de fotos, arquitectura y arte se iban con otros libros grandes de mapas o infograf¨ªas; los de matem¨¢ticas con las dos Alicias, los presocr¨¢ticos, la l¨®gica de enunciados y las grandes aperturas de ajedrez. Los poemas de Ted Hughes conviv¨ªan con los diarios, biograf¨ªas y poemarios de Sylvia Plath, que a su vez tocaba a Anne Sexton, Robert Lowell, Ibsen, Al Alvarez y cualquier ensayo sobre suicidio y trepanaci¨®n. Byron viv¨ªa con Babbage y Emerson con William James. Los prerafaelitas sal¨ªan con Camille Paglia, Pilar Pedraza, Mirabeau, Genet, y Cocteau. Y as¨ª sucesivamente hasta que, hace diez a?os, hice algo que hasta entonces me hab¨ªa parecido absurdo: ordenar mi biblioteca por orden alfab¨¦tico. Entonces todo cambi¨®.
La memoria humana no se parece a la de un ordenador. El ordenador almacena los datos en una carpeta o directorio, y establece un camino espec¨ªfico en el mapa jer¨¢rquico del sistema para invocar los contenidos de su interior. Para nosotros, cualquier fragmento cercano a esa memoria ¡ªun olor, una palabra, un sonido, un lugar¡ª es capaz de invocar una memoria de manera involuntaria y a menudo violenta. Cualquiera que haya sufrido una p¨¦rdida o una ruptura amorosa sabe que la memoria es contextual, emocional y sinest¨¦sica. Se invoca por asociaci¨®n. Se expande en todas direcciones. Ni el nuevo chip cu¨¢ntico de Google es capaz de imitar lo que nosotros hacemos sin querer.
Las t¨¦cnicas de nemotecnia explotan esa naturaleza contextual de la memoria humana. Mi amigo m¨¢s memorioso es un mago que usa asociaciones visuales, auditivas o emocionales para recordar nombres, cartas, c¨®digos y fechas de manera infalible durante sus espect¨¢culos. Otros establecen patrones o estructuras significativas donde almacenar la nueva informaci¨®n. El famoso palacio de la memoria consiste en crear un espacio mental estructurado donde almacenar informaci¨®n. La biblioteca es ese palacio. Es m¨¢s f¨¢cil recordar lo que hay dentro si sabemos d¨®nde est¨¢. ¡°El alma nunca piensa sin una imagen mental ¡ªdice Frances Yates en El arte de la memoria¡ª la facultad de pensar piensa en sus formas a trav¨¦s de im¨¢genes mentales. Nadie podr¨ªa aprender o entender algo si no tuviera la facultad de percepci¨®n; incluso cuando piensa de manera especulativa, debe tener alguna imagen mental con la que pensar.¡±
Yo lo primero que not¨¦ es que encontraba los libros m¨¢s r¨¢pido. Ya no ten¨ªa que pasear con la mirada perdida tratando de ¡°sentir¡± el geoposicionamiento de un volumen hasta dar con ¨¦l. A menudo me olvidaba de la intenci¨®n original y acababa leyendo otra cosa. Despu¨¦s not¨¦ algo m¨¢s importante: en cuanto pon¨ªa la mano en la tapa, encontraba r¨¢pidamente lo que iba a buscar. Finalmente, empez¨® a pasar algo incre¨ªble. Con la confianza de saber intuitivamente d¨®nde estaban los libros y en qu¨¦ parte del libro estaba el fragmento que quer¨ªa leer o citar, el fragmento me ven¨ªa solo a la cabeza. Solo ten¨ªa que pensarlo. Ya no me ten¨ªa ni que levantar.
Para Giordano Bruno, el acto de construir un palacio de la memoria no era solo un ejercicio intelectual, sino un acto m¨¢gico que nos abr¨ªa las puertas del universo. La clase de entrenamiento que produce estados de verdadera iluminaci¨®n. Es imposible recrear la inteligencia del genio italiano, pero una biblioteca ordenada por orden alfab¨¦tico nos acerca un poco a ¨¦l.
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