Templos de oscuridad, martillos de relojes
Decenas de madrile?os prefieren trasnochar por la ma?ana en discotecas poseidas por decibelios de bakalao
Un grupo de veintea?eros sube a la terraza de la estaci¨®n de Chamart¨ªn, donde est¨¢ el ¨¢rea recreativa. Un guarda jurado vigila las escaleras de acceso. Al fondo se ve a. tres hombres con traje oscuro. Es mediod¨ªa y domingo. El silencio resulta inquietante, como el que precede a la acci¨®n en una pel¨ªcula de suspense. Pero no pasa nada. Cualquiera dir¨ªa que el grupo va a misa de doce. En realidad se dirige a un templo, el de la m¨²sica ca?era. Los hombres de negro son guardaespaldas de Space of Sound, una macrodiscoteca after hours, es decir, de las que dan asilo a partir de las seis de la ma?ana a los noct¨¢mbulos que se resisten a volver a casa y donde se puede bailar a ritmo bakalaero hasta las cuatro de la tard¨¦..El sol pega fuerte en la calle, pero la noche es interminable en este tipo de locales. Aunque la moda after no ha calado en Madrid tanto como en Barcelona o Valencia, esta nueva especie de vampiros cuenta en la capital con una decena de lugares donde apagar su sed de oscuridad, como Rosy, Haet, Midnight, La Caramba, Goa, La Joyer¨ªa e incluso salas tan cl¨¢sicas como Bocaccio, que han adaptado su horario a los nuevos tiempos.
Space se estren¨® como after hours hace tres a?os, pero sigue funcionando, durante las primeras horas de la noche y con el nombre de Macumba, como discoteca de bodas. Una rentable combinaci¨®n de modernidad y clasicismo, eso s¨ª, con un mismo decorado.
El pasado domingo se congregaron desde el amanecer alrededor de trescientas personas. Al profano hay cosas que le pueden sorprender. A pesar de la edad de la clientela, entre 18 y 25 a?os Ia mejor para meterse mano a todas horas, seg¨²n una asistente se ven pocos, cuerpos entrelazados y, en general, todo el mundo baila muy serio, no se sabe si debido a la concentraci¨®n en los movimientos o a la mala uva que provoca el no dormir. Es in¨²til Preguntar. La potencia de 8.000 vatios con que la m¨²sica sale de los aItavoces impide cualquier intento de conversaci¨®n.
El exceso de decibelios hace vibrar desde el est¨®mago a las mejillas. Todo el mundo baila, aunque no quiera. ?Cu¨¢nto puede resistir el t¨ªmpano? El de Juanma,, el pinchadiscos, de 23 a?os, sigue todav¨ªa en su sitio, y eso que aguanta 18 horas de ritmos ensordecedores cada fin de semana. Su cabina no est¨¢ aislada, y reconoce que tiene que salir de vez en cuando para reponerse. Esta pista tiene fama de dura. Hay quien baila diez horas seguidas. Juanma se muestra susceptible cuando se habla de drogas de dise?o. "No es indispensable drogarse. Nuestros padres cuentan que bailaban con el D¨²o Din¨¢mico sin ponerse, y nosotros les creemos", ironiza el chico.
Hay distintos niveles en el estilo ca?ero: house, tribal, tecno y trance. El pinchadiscos admite que hay sonidos fuertes que provocan a veces comportamientos violentos.- "Pero es algo que ocurre aqu¨ª en Madrid, por el estr¨¦s o la poluci¨®n, o qu¨¦ se yo. En otras ciudades, hasta los ni?os escuchan bakalao y no se ponen tan agresivos".
La presencia de 11 guardaespaldas bien fornidos y con cara de pocos amigos -los puerta, como les llama la concurrencia- contrarresta los efectos de la subida de adrenalina del personal. Este equipo de seguridad se duplica en los meses de invierno, cuando asiste una media de 1.500 personas. Seg¨²n Jos¨¦ Luis, el relaciones p¨²blicas del local, muchos de los clientes proceden de la periferia, pueblos de alrededor y tambi¨¦n de ciudades cercanas, com¨® Toledo.
Ana, de 19 a?os y en busca de su primer empleo, acude aqu¨ª todos los fines de semana. Piensa que las diez de la ma?ana es una hora como cualquier otra para tomarse un whisky y mover el esqueleto. Su tez p¨¢lida y sus ojos enrojecidos delatan su larga vigilia. En cambio, su novio, Joaqu¨ªn, un pintor en paro, asegura que ha dormido toda la noche. "En vez de levantarme e irme de ca?as, prefiero estar en la disco con mis colegas".En una de las cinco barras de la discoteca se encuentra un grupo de veteranos. Dani, un auxiliar administrativo de 33 a?os, se queja de la mala prensa que, a su juicio, arrastran los after. "Tenemos fama de gentuza y pastilleros. Pero no todo el mundo se droga. De hecho, esta forma de divertirse es de lo m¨¢s sana: yo, por ejemplo, prefiero acostarme pronto y madrugar para venir a bailar", concluye.
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