'Raz¨®n de Estado' contra un periodista
Hoy termina el plazo dado al director asociado de 'La Prensa', Gustavo Gorriti, para que deje Panam¨¢
Ayer, poco despu¨¦s del mediod¨ªa, desped¨ª a mi esposa y mis hijas en el aeropuerto de Tocumen en Panam¨¢. Mis hijas, pese a sus j¨®venes 6 y 11 a?os de edad, en tendieron bien que la despedida verdadera debi¨® ser en nuestro apartamento, antes de salir para el aeropuerto. En este ¨²ltimo lugar, los adioses deb¨ªan ser parcos y sumarios, para que ning¨²n canalla pudiera regocijarse a la distancia con nuestra emoci¨®n. Con mi esposa, las cosas fueron m¨¢s f¨¢ciles. La ¨²ltima vez que nos despedimos bajo circunstancias forzadas de represalia y violencia impl¨ªcita, fue en la madrugada del 6 de abril de 1992, a las pocas horas del golpe de estado de Alberto Fujimori, cuando un escuadr¨®n de los servicios de inteligencia, apoyado por una compa?¨ªa de soldados, irrumpi¨® en mi casa y me llev¨® hacia lo que en ese momento era lo desconocido, pero bien imaginado. Varias lecciones quedaron de aquella experiencia. Una de las m¨¢s importantes, tomada aquella noche en la que individuos con metralletas y fusiles de asalto se movilizaban por mi casa, fue de que en tanto dependiera de m¨ª, mi familia ser¨ªa puesta a buen recaudo en cuanto empezara a sentirse la inminencia de un peligro.Llegu¨¦ a Panam¨¢ a comienzos de 1996, teniendo clara la perspectiva de que me iba a cubrir una etapa hist¨®rica fascinante. Esta naci¨®n, transaccional por excelencia, estaba ya viviendo la transacci¨®n m¨¢s importante de su historia: la reversi¨®n del Canal y las ¨¢reas que antes hab¨ªan constituido la Zona del Canal. Simult¨¢neamente, el pa¨ªs hab¨ªa ingresado en la ola privatizadora en el hemisferio.
Algunos paname?os eminentes fantaseaban con la posibilidad hist¨®rica de que su naci¨®n pudiera dar un salto de garrocha al primer mundo, en el lapso de unos pocos a?os. Otros, menos eminentes, pero quiz¨¢, me temo, m¨¢s astutos, planeaban c¨®mo lograr el mejor partido de aquella etapa. Fue obvio, para m¨ª, desde el momento que llegu¨¦ para asumir la posici¨®n de director asociado del diario La Prensa, que el ¨¢rea m¨¢s importante en cuanto a cobertura e investigaci¨®n, era la financiera, y la de transacciones econ¨®micas en general. Si bien la actividad pol¨ªtica tropical es generosa en adjetivos, resultaba claro que lo sustantivo en esta naci¨®n era y es el aspecto econ¨®mico y financiero, especialmente en la coyuntura actual.
Jam¨¢s predije, sin embargo, que esa cobertura me iba a llevar, a escasos 18 meses de haber llegado a Panam¨¢, a despedir a mi familia de Panam¨¢ y prepararme para resistir, junto con La Prensa, una orden de deportaci¨®n del Gobierno de Ernesto P¨¦rez Balladares. Era la represalia de intereses heridos, corruptelas descubiertas e impunidades arriesgadas, frente a un trabajo period¨ªstico que, en sociedades democr¨¢ticas regidas por la ley y gobernadas por instituciones funcionales, hubiera sido considerado un periodismo meramente normal. Quiz¨¢, aqu¨ª y all¨¢, bien concebido y realizado, pero periodismo normal a fin de cuentas. Aqu¨ª, el sistema pol¨ªtico, el Gobierno actual, no lo hab¨ªan resistido. Y, luego de una campa?a previa de desprestigio e insultos xenof¨®bos por parte de la prensa (si tal nombre cabe) escrita y radiof¨®nica adicta al r¨¦gimen, el ministro de Trabajo hab¨ªa denegado -violentando sus propias leyes- la renovaci¨®n de mi permiso anual de trabajo. Sin ¨¦l, mi visa migratoria no ser¨ªa renovada, y al vencer ¨¦sta, el 28 de agosto, deber¨ªa salir del pa¨ªs o ser deportado de ¨¦l.
A John Le Carr¨¦ se le atribuye haber definido a Panam¨¢ como "Casablanca sin h¨¦roes". La primera parte del epigrama es correcta; la segunda, no. Quiz¨¢ por contraste con el obvio gusto y regodeo por la intriga que permea tanto los mentideros locales como los lugares donde se toman decisiones y se afinan conveniencias; Panam¨¢ ha producido algunos l¨ªderes c¨ªvicos de estatura continental. Durante los a?os de lucha contra las dictaduras de Omar Torrijos y Manuel Antonio Noriega, hubo aqu¨ª personas que perseveraron en la lucha opositora: pese a enfrentar circunstancias que, en su momento, parecieron insuperables.
El diario La Prensa, al cual vine a trabajar, fue la expresi¨®n de ese prop¨®sito. Organizado en base a principios socialistas y un accionariado ampliamente difundido, le toc¨® sufrir, durante la ¨¦poca de Noriega, dos cierres, vandalizaciones y la prisi¨®n o exilio de su fundador, varios de sus directores y de sus m¨¢s prestigiosos periodistas. Lueg¨® de derrocado Noriega, La Prensa se convirti¨® r¨¢pidamente en el primer diario de Panam¨¢, en base al cr¨¦dito moral ganado durante los a?os de lucha. Pero, terminados ¨¦stos, el diario entendi¨® que se trataba de hacer el periodismo normal en cualquier democracia regida por las leyes. Incluyendo, por cierto, un vigoroso periodismo de investigaci¨®n. Esa fue una de las razones por las que fui contratado.
El periodismo de investigaci¨®n en la Casablanca de los tr¨®picos result¨® fascinante. Las ¨¦lites dirigentes y gobernantes combinan en forma notable un cosmopolitanismo funcional con un provincialismo casi incestuoso. Es un pa¨ªs de dicado a la intermediaci¨®n, los servicios y el comercio, donde el discurso p¨²blico pocas veces guarda relaci¨®n con los eventos en s¨ª. En ese contexto, el trabajo period¨ªstico que llev¨¦ a cabo con los periodistas que trabajaron conmigo en La Prensa fue revelador desde muchos puntos de vista. Algunos ejemplos:
1.- La investigaci¨®n sobre el colapso fraudulento del banco Ranaico (por el que La Prensa gan¨® el premio Rey de Espa?a de periodismo), permiti¨® descubrir la participaci¨®n en ¨¦l de varias personas cercanas al entorno de P¨¦rez Balladares.
Pero, luego del arresto del colombiano Jos¨¦ Castrill¨®n He?ao, a quien se acusa de narcotr¨¢fico en gran escala, La Prensa revel¨® la estrecha relaci¨®n de Castrill¨®n con Banaico para el lavado de dinero. A la vez, el diario empez¨® a investigar la informaci¨®n de que Castrill¨®n hab¨ªa tenido relaci¨®n con personajes del partido gobernante, y contribuido a la campa?a electoral que llev¨® al PRD al poder en 1994.
A medida que la investigaci¨®n progresaba, la hostilidad del Gobierno se acrecent¨®. Pero, luego de fuertes ataques verbales del director de Seguridad Nacional y del presidente P¨¦rez Balladares, este ¨²ltimo debi¨® salir a reconocer, a trav¨¦s de la televisi¨®n, el haber recibido las donaciones. Ah¨ª, el presidente, seg¨²n la expresi¨®n que utiliz¨® entonces, se "trag¨®" sus palabras. Pero no, como se ve, sus rencores.
2.- Una reciente cobertura sobre el proceso de privatizaciones en las "¨¢reas revertidas" permiti¨® a La Prensa revelar que el Gobierno hab¨ªa adjudicajdo la misma ¨¢rea,en Albrook, a la compa?¨ªa china que hab¨ªa ganado la licitaci¨®n de puertos, a la norteamericana que hab¨ªa ganado la de ferrocarriles, y al aeropuerto civil de la ciudad, que debe abandonar su ubicaci¨®n actual para darla en pago a una compa?¨ªa mexicana. El arreglo de este gigantesco desmadre le costar¨¢ a los contribuyentes paname?os algo as¨ª como 100 millones de d¨®lares.
3.- El descubrimiento, por parte del Miami Herald, de que un estafador alem¨¢n / holand¨¦s, Friedrich Adolf Specht, hab¨ªa sido el principal contribuyente a la campa?a electoral del PRD en 1994, apenas salido de la prisi¨®n en Estados Unidos, donde purg¨® condena por estafa, nos llev¨® en La Prensa a descubrir que Specht hab¨ªa mantenido relaciones estrechas con altos personajes del Gobierno paname?o mucho despu¨¦s de las elecciones de 1994. Varios ministros hab¨ªan visitado a Specht en Holanda para discutir los creativos negocios que su generoso contribuyente ofrec¨ªa. Uno de ellos fue el ministro de Trabajo, Mitchell Doens, el mismo que se neg¨®, tiempo despu¨¦s, a renovarme la visa de trabajo. Cuando, en su oportunidad, le preguntaron a Doens sobre su reacci¨®n a nuestra publicaci¨®n, ¨¦l dijo que iban a dar una respuesta pol¨ªtica. Como en efecto la dieron.
De eso se trat¨®. Del tipo de periodismo que ser¨ªa considerado no solo perfectamente normal, sino necesario en cualquier sociedad con un grado m¨ªnimo de solidez democr¨¢tica. Pero que aqu¨ª provoc¨® no solo una acci¨®n de represalia, ordenada por el propio presidente de Panam¨¢, sino, al hacerla, un intento de prevenir la transparencia y responsabilidad funcional, que, aqu¨ª como en gran parte de Am¨¦rica Latina, solo el periodismo sustantivo (en tanto diferente al adjetivo) puede realizar, dadas las insuficiencias de las instituciones fiscales y judiciales.
De todos modos, confieso que no esperaba una medida tan torpe, por lo evidente de sus motivos. En Per¨², en las circunstancias en las que me cupo trabajar durante la d¨¦cada de los 80 y parte de los 90, era m¨¢s entendible el riesgo de represalia. Pero en Panam¨¢, sin embargo, pens¨¦ inicialmente, no ha existido la violencia que acalle por completo los escr¨²pulos.
En cuanto a esto ¨²ltimo, estuve equivocado. Tanto el Miami Herald como La Prensa pudieron averiguar durante este mes que P¨¦rez Balladares esgrimi¨® ante sus ministros lo que ¨¦l llam¨® una "raz¨®n de Estado" para justificar mi expulsi¨®n de Panam¨¢. La informaci¨®n que sigue fue verificada y publicada tanto por el Herald como por La Prensa.
En dos Consejos de Gabinete, separados cuatro meses entre s¨ª (el primero reducido y el segundo ante el Gabinete en pleno), P¨¦rez Balladares dijo que la raz¨®n ver dadera para expulsarme era el haber sido informado de que exist¨ªa un compl¨® de los servicios de inteligencia peruanos para asesinarme. Que el compl¨® era de realizaci¨®n inminente e inevitable, y que por ello resultaba imperativo sacarme de Panam¨¢ para que el asesinato tuviera lugar en otro sitio. Los boquiabiertos ministros no pudieron hacer preguntas.
En ning¨²n momento durante esos cuatro meses el Gobierno inform¨® sobre la amenaza a m¨ª o a La Prensa.
Por lo contrario, como he escrito l¨ªneas arriba, desat¨® una campa?a de ataques o infundios a trav¨¦s de sus periodistas, poco antes y despu¨¦s de la denegatoria del permiso de trabajo, para tratar de que yo saliera, del pa¨ªs en las condiciones m¨¢s debilitadas posibles. Termino de escribir estas l¨ªneas pocas horas antes de la expiraci¨®n de mi visa. La informaci¨®n que nos llega indica que el conflicto se va a producir. Si tal sucede, espero que las circunstancias y el precio que haya que pagar por haber hecho periodismo, en el mejor sentido, ordinario, contribuyan a dar fuerza a la lucha y la resistencia de los periodistas que, en varias otras naciones latinoamericanas (Venezuela, Colombia, Per¨², Argentina) enfrentan nuevas formas de acoso al periodismo libre.
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