La hipocres¨ªa del siglo XX que termina
ALEXANDR SOLZHENITSIN
En el siglo del ordenador, seguimos rigi¨¦ndonos seg¨²n las leyes de la era de las cavernas: la raz¨®n la tiene aquel cuya cachiporra es la m¨¢s s¨®lida. Pero nos comportamos como si no fuera cierto, como si no lo supi¨¦ramos, como si ni siquiera lo sospech¨¢ramos y como si, por el contrario, la evoluci¨®n de la civilizaci¨®n se viera acompa?ada para nosotros de un progreso moral. Mientras que, para los profesionales de la pol¨ªtica, la civilizaci¨®n conduce al refinamiento de ciertos vicios. De este modo, el siglo XX nos ha enriquecido con nuevas formas de hipocres¨ªa y con un uso cada vez m¨¢s imaginativo del doble (?triple?, ?cu¨¢druple?) rasero.La responsabilidad de la sangrienta tragedia yugoslava que se desarroll¨® ante nuestros ojos (?ha terminado?) pesa, por supuesto, sobre la camarilla comunista de Josip Tito, que hab¨ªa seccionado el pa¨ªs con fronteras interiores arbitrarias, pisoteando la noci¨®n de etnia y desplazando incluso por la fuerza a amplios grupos de poblaci¨®n, pero pesa igualmente sobre la honorable compa?¨ªa de los l¨ªderes de las principales potencias occidentales. Tras haber aceptado con una ingenuidad angelical estas fronteras err¨®neas, se apresuraron a reconocer en el acto, dentro de las 24 o 48 horas siguientes, la independencia de cierto n¨²mero de territorios que se escind¨ªan: aparentemente, la formaci¨®n de estos nuevos Estados presentaba para ellos una ventaja. Fueron ellos quienes pusieron en marcha esa agotadora guerra civil destinada a durar tantos a?os. Y su posici¨®n pretendidamente neutral no lo era en absoluto.
A Yugoslavia, formada por siete pueblos extra?os los unos para los otros, le exig¨ªan que se derrumbase lo m¨¢s pronto posible. Pero Bosnia, a pesar de sus tres pueblos extra?os entre s¨ª y del recuerdo a¨²n vivo de la masacre hitleriano-croata de un mill¨®n de serbios, Bosnia, deb¨ªa seguir siendo una a cualquier precio. El Gobierno de Estados Unidos insist¨ªa especialmente en este punto. ?Qui¨¦n nos explicar¨¢ tal diferencia de trato?
Otro ejemplo de doble actitud: Transdni¨¦ster y Abjazia son unas rep¨²blicas "autoproclamadas", por tanto ilegales.?Pero qu¨¦ pa¨ªs de la Comunidad de Estados Independientes no se "autoproclam¨®"? ?Kaz¨¢jist¨¢n? ?Ucrania? Y sin embargo fueron reconocidos, instant¨¢neamente y sin ninguna reserva, como pa¨ªses leg¨ªtimos e incluso democr¨¢ticos (y poco importan los desfiles con, antorchas de los destacamentos de choque de la "Autodefensa Popular de Ucrania"). ?Y -?osar¨ªamos recordarlo?- EE UU hizo algo distinto de "autoproclamarse" para acceder a la independencia? (Mientras que los kurdos ni siquiera tienen la posibilidad: cuando no es Irak que les oprime con el consentimiento t¨¢cito de EE UU, es Turqu¨ªa, miembro de la OTAN, que les hace trizas incluso en territorio extranjero, y todo ello en medio de la indiferencia total del mundo civilizado. ?Los kurdos ser¨ªan, por lo tanto, una "naci¨®n de m¨¢s" sobre la tierra?).
O bien, observen Crimea y Sebastopol: toda mente sosegada, pertenezca al bando que pertenezca, admitir¨¢ que el problema de Crimea es, en cualquier caso, muy complejo y que Ucrania no posee argumentos jur¨ªdicos para reivindicar Sebastopol. Pero el Departamento de Estado de EE UU, como decidi¨® no devanarse los sesos estudiando la historia, repite con tono autoritario desde hace m¨¢s de cinco a?os que tanto Crimea como Sebastopol sin duda pertenecen a Ucrania, y que no hay nada que discutir. ?Se arriesgar¨ªa a realizar unas afirmaciones tan categ¨®ricas en relaci¨®n con, por ejemplo, el futuro de Irlanda del Norte?
Otro colmo de hipocres¨ªa pol¨ªtica m¨¢s: el modo en que se llevan a cabo los "procesos a criminales de guerra". Desde que las guerras existen, hace milenios, siempre han estado manchadas, en los dos bandos en conflicto, por crimenes e injusticias. Y para que una raz¨®n equitativa pudiera triunfar sobre estos des¨®rdenes se?alando a los culpables, sancionando las malas pasiones o las fechor¨ªas perpetradas, Rusia propuso hace un siglo (en 1899) la Convenci¨®n de La Haya. Pero, con motivo del primer proceso de este tipo, el de los nacional-socialistas alemanes en N¨²remberg, vimos sentarse sobre el estrado, como ¨¢rbitros inmaculados, a los responsables de una justicia que, durante aquellos a?os, envi¨® a la tortura, al pared¨®n o a la muerte lenta en su propio pa¨ªs a millones de vidas inocentes.
Y si se diferencia entre la muerte de militares, siempre inevitable durante una guerra, y las matanzas masivas de poblaciones civiles, ?qu¨¦ nombre hay que darles a aquellos que quemaron en unos minutos, s¨®lo en la ciudad de Hiroshima, a 140.000 pac¨ªficos habitantes, pretendiendo justificarse mediante una f¨®rmula alucinante, por el deseo de "conservar a sus soldados con vida"? Pero aquel presidente y su entorno no fueron llevados a juicio; al contrario, perecieron con la aureola de honorables vencedores. ?Y qu¨¦ nombre hay que dar a aquellos que, cuando la victoria ya estaba asegurada, enviaron, durante dos d¨ªas y dos noches, escuadrillas de aviones para que incendiasen la magn¨ªfica ciudad de Dresde, habitada s¨®lo por civiles y repleta de pac¨ªficos refugiados? El n¨²mero de v¨ªctimas no fue mucho menor que en Hiroshima, y tuvo dos ceros m¨¢s que en Coventry. Pero los responsables de Coventry fueron juzgados, mientras que el mariscal del Ej¨¦rcito del Aire que dirigi¨® el bombardeo de Dresde, lejos de ser calificado de "criminal de guerra", se convirti¨® en un h¨¦roe nacional cuya estatua se alza en la capital brit¨¢nica.
En nuestro siglo, que conoce tal desarrollo del pensamiento jur¨ªdico, ?c¨®mo no darse cuenta de que las ponderadas leyes internacionales que deber¨ªan castigar de forma ecu¨¢nime a los criminales, independientemente -i independientemente!- de la derrota o de la victoria de su bando, estas leyes a¨²n no han sido elaboradas, a¨²n no han sido establecidas, a¨²n no han sido reconocidas por el conjunto de la humanidad? ?Y de que, en consecuencia, hasta la fecha el Tribunal de La Haya no dispone de una base jur¨ªdica completa para tratar a sus acusados y que carece incluso en ocasiones de neutralidad, de forma que los ajustes de cuentas pueden sustituir a la justicia? Miren: los montones de cad¨¢veres de civiles descubiertos en Yugoslavia pertenecen a todos los bandos, pero en el lado musulm¨¢n, al que se proteg¨ªa, no se encontr¨® a nadie a quien acusar. Y a?adir¨ªa igualmente este ¨²ltimo y extraordinario invento: ahora el Tribunal de La Haya se ha puesto a formular sus acusaciones en secreto, sin publicarlas. El acusado es convocado, bajo un pretexto anodino, en un lugar p¨²blico y all¨ª es donde le detienen. Un procedimiento que ni siquiera es digno de la Inquisici¨®n, que nos devuelve a los salvajes, 3.000 a?os antes de nuestra era.
Recorriendo el mapamundi, se puede citar un buen n¨²mero de ejemplos del sistema hip¨®crita de doble rasero. He aqu¨ª al menos otro m¨¢s. Dentro del ¨¢rea europeo-estadounidense se alientan, se miman, todas las formas de integraci¨®n y de asociaci¨®n, inclusive con Ucrania, situada no obstante en la periferia e incluso llegando de buena gana hasta la lejana Asia Central. Pero al mismo tiempo se ponen en pr¨¢ctica, con un cuidado arrogante, todos los medios de intervenci¨®n pol¨ªtica y de presi¨®n econ¨®mica para torpedear el acercamiento, a¨²n apenas bosquejado, entre Bielorrusia y Rusia.
En cuanto a la ampliaci¨®n de la OTAN (dicho sea de paso, mediante la admisi¨®n de miembros que sin duda alguna seguir¨¢n indiferentes e in¨²tiles frente a los objetivos globales, extraeuropeos, de la Alianza), ?de qu¨¦ se trata? ?Es el car¨¢cter hipn¨®tico de la guerra fr¨ªa que prosigue su impulso e impide ver en su totalidad la debilidad actual de una Rusia sumida en sus desgracias internas? ?O, por el contrario, los l¨ªderes de la OTAN tienen miras a largo plazo? Si ahogar las exportaciones mediante aranceles elevados (a excepci¨®n de las materias primas que el pa¨ªs est¨¢ obligado a ceder a bajo precio) demuestra ser insuficiente; si imponer, a cambio de pr¨¦stamos debilitantes, implacables programas de pol¨ªtica interior tambi¨¦n demuestra ser insuficiente, siempre quedar¨¢ el recurso de "neutralizar" a Rusia hasta que caiga en el letargo.
No dispongo de los medios para determinar en qu¨¦ medida los actuales dirigentes de Rusia comprenden todas estas cosas. M¨¢s bien da la impresi¨®n de que no, a juzgar tanto por su torpe participaci¨®n en los "esfuerzos de paz" desplegados con tanta elegancia en Bosnia y Tayikist¨¢n como por su pol¨ªtica confusa y desorientada en relaci¨®n con los pa¨ªses de la CEI, por sus intentos por conservar Chechenia abocados al fracaso e indiferentes a las vidas humanas y por su incapacidad ciega para hallar una salida razonable y justa para la disputa sobre las islas Kuriles del Sur.
Creen ser unos hombres de Estado a la altura de la historia, algo que no son. No dirigen en absoluto el curso de los acontecimientos. Pero tambi¨¦n resultan efimeros los planes de las potencias diplom¨¢ticas encaminados a establecer una "seguridad mundial definitiva". Al ser como es la naturaleza humana, este objetivo no podr¨¢ lograrse nunca. En cualquier caso, resulta vano buscar acercarse a ¨¦l mediante la hipocres¨ªa y las previsiones con segundas intenciones y de cortas miras a cargo de los pol¨ªticos que disponen de un poder temporal y de los medios financieros que despliegan tras ellos toda su potencia. Y ning¨²n invento t¨¦cnico maravilloso ser¨ªa capaz de garantizar una seguridad duradera. Para que surja una lejana, muy lejana esperanza, har¨ªa falta que las fuerzas creadoras de la humanidad orientasen su actividad hacia la b¨²squeda de una limitaci¨®n gradual y eficaz de los aspectos negativos de la naturaleza humana, hacia una elevaci¨®n de la conciencia moral de cada uno. Sin embargo, s¨®lo se puede emprender ese camino y progresar teniendo un coraz¨®n puro y contrito, y suficiente sabidur¨ªa para aceptar que se impongan l¨ªmites al bando de uno mismo, e incluso a ¨¦l antes que a los dem¨¢s. Pero esta v¨ªa s¨®lo suscita en el mundo actual sonrisas ir¨®nicas cuando no son burlas manifiestas. Es in¨²til entonces hacer un llamamiento motu proprio a favor de la "seguridad mundial".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.