Goyescos inv¨¢lidos
Goya no estaba inv¨¢lido; era sordo, que no es lo mismo. De manera que si llegan a sacar seis toros sordos en la corrida goyesca habr¨ªa sido comprensible, dadas las intenciones conmemorativas. Pero soltar seis inv¨¢lidos, como hicieron, no admit¨ªa justificaci¨®n de ning¨²n tipo.Los toros goyescos de Goya no ten¨ªan nada que ver con los que echaron en la famosa corrida goyesca del bicentenario. Los toros aleonados, musculosos y fieros que daban susto y fiesta en los tiempos de Goya, no guardaban relaci¨®n alguna con los de la famosa corrida goyesca de Aranjuez, que parec¨ªan alb¨®ndigas..
Llega a ser la fiesta de toros en los tiempos de Goya como en esta corrida goyesca y la iba a pintar su padre.
Cetrina / Litri, Tato, Tom¨¢s
Toros de Cetrina, anovillados, chicos, regord¨ªos, sospechosos de afeitado, inv¨¢lidos y adormecidos. Sustituyeron a los anunciados de Juan Antonio Ruiz.Litri: pinchazo, otro hondo atravesado, rueda de peones y dos descabellos (silencio); pinchazo, de s¨²bito se desploma el toro y lo levantan por el rabo, estocada tendida muy trasera y descabello (silencio). El Tato: estocada corta ca¨ªda (silencio); pinchazo y estocada perpendicular (oreja con escasa petici¨®n). Jos¨¦ Tom¨¢s: pinchazo, estocada trasera y descabello (aplausos y sale al tercio); dos pinchazos, estocada y rueda de peones (palmas y saludos). Plaza de Aranjuez, 5 de septiembre. Corrida goyesca. Dos tercios de entrada.
Saltaban a la arena los toros en la versi¨®n goyesca de Aranjuez, y pod¨ªa apreciarse que ven¨ªan dormidos. Luego lo de saltar a la arena s¨®lo es un decir.
Los toreros presentaban el capote y los supuestos toros, en lugar de embestir, se tiraban al suelo. Otros observadores negaban la mayor y afirmaban que se ca¨ªan. En el tendido las opiniones estaban divididas.
Los espectadores expertos en ciencia taur¨®maca compulsaban sus diagn¨®sticos. Seg¨²n unos, a los toros goyescos les faltaba casta; seg¨²n otros, les sobraban kilos. Sin embargo, una parte importante de la afici¨®n m¨¢s documentada se?alaba con el dedo acusatorio las costaladas y el desnortado deambular de los toros goyescos, y denunciaba fraude. Terci¨® una Se?ora: "Para m¨ª que los anestesian".
Alguien grit¨® "?Estafa!" y hubo un estremecido silencio. A lo mejor crey¨® la gente que iban a aparecer los guardias para llevarse al protest¨®n por faltar.
Quiz¨¢ ocurra. A la fiesta de ahora mismo s¨®lo le falta que promulguen decretos prohibiendo protestar. Los taurinos ya vienen haciendo campa?a: a quien proteste, que lo expulsen de la plaza; que lo conduzcan al cuartelillo.
La suerte de varas no existi¨® en la corrida goyesca. A toque de clar¨ªn irrumpieron picadores y se dieron una vuelta por all¨ª aireando los jamelgos y sus petos; despolillando al sol las bordadas taleguillas y los coquetones castore?os. La verdad es que, verlos jinetes de basto percher¨®n y tan feos, no daba gozo alguno. Para estos casos ser¨ªa preferible que pusieran picadoras, al estilo de la guapa amazona que pic¨® el pasado domingo en Las Ventas.
Con el toro que sueltan cada tarde por esas plazas lo apropiado ser¨ªa contratar a las cuadrillas de las se?oritas toreras.
Faenas de muleta tampoco hubo. El Tato sac¨® algunos derechazos e izquierdazos al quinto, porque se ca¨ªa menos; Jos¨¦ Tom¨¢s cosigui¨® rara vez alguna suertecilla de gusto pues intentaba el torero serio, y en el empe?o sufri¨® varios achuchones de poca monta; los espec¨ªmenes de Litri no aguantaban pase alguno sin rendir deslomados.
Puede que no se viera galopar en toda la tarde ni a uno solo de los toros goyescos. Antes al contrario, caminaban crepusculares, bamboleantes y cansinos, tir¨¢ndose pedos. Un ratito nada m¨¢s pues les venc¨ªa el muermo y se marchaban a dormirla al cobijo de una sombra.
Lo ¨²nico que mereci¨® la pena en la famosa corrida goyesca fue admirar los tonos bronc¨ªneos que pintan en los tejadillos los atardeceres oto?ales de la vega ribere?a; o¨ªr el carill¨®n del ayuntamiento arancetano que da las horas ta?endo las notas m¨¢s melanc¨®licas del Concierto del maestro Rodrigo. Ahora bien, para ese viaje no hac¨ªa falta pagar las 10.000 pesetas que val¨ªa una entrada. Sentado tranquilamente en la plaza de Marialba se tienen las mismas sensaciones y, adem¨¢s, es gratis.
Babelia
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