Un joven argande?o debuta con caballos
El joven argande?o Francisco Javier Morera debut¨® con caballos y no se le dio mal. Seg¨²n se mire pues ateni¨¦ndose a la t¨¦cnica torera que desarrollaba se le vio verdecillo, pero en cuanto a valent¨ªa y voluntariosa entrega estuvo superior.El joven Morera ten¨ªa problemas para acertar con lo que llaman los terrenos y las distancias, paseaba demasiado entre tandas, estaba pendiente de los consejos que le daba desde el burladero la cuadrilla y desde las talanqueras Dios sabe qui¨¦n, mas en cuanto volv¨ªa a la cara del toro, presentaba la muletilla tal cual los c¨¢nones dictan, ofrec¨ªa el medio pecho -que llaman- y aguantaba firme las embestidas. Finalmente estoque¨® con decisi¨®n y si al tercer novillo lo convirti¨® en acerico por el desastrado uso del descabello, al sexto lo abati¨® sin recurrir a esa arma toricida, y le cort¨® la oreja.
Martelilla / Pireo, Abell¨¢n,
MoreraNovillos de Martelilla, desiguales de presencia, 2? impresentable e inv¨¢lido, 5? serio, resto discretos; sospechosos de pitones, flojos, pastue?os. El Pireo: dos pinchazos bajos y estocada ca¨ªda perdiendo la muleta (silencio); estocada corta trasera ladeada y rueda de peones (oreja con exigua petici¨®n). Miguel Abell¨¢n: pinchazo, estocada ladeada perdiendo la muleta y rueda de peones (silencio); pinchazo, estocada ca¨ªda y rueda de peones (oreja con escasa petici¨®n). Francisco Javier Morera: estocada corta trasera, cinco descabellos -aviso con retraso- y siete descabellos (silencio); estocada trasera y rueda desaforada de peones (oreja). Plaza de Arganda de] Rey, 10 de septiembre. 3? corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
A un debutante con caballos le basta con echar el resto, y si le falta ciencia, ya aprender¨¢. Nadie debuta con caballos siendo Domingo Ortega. Los compa?eros del joven argande?o -sin ir m¨¢s lejos- no eran Domingo Ortega tampoco. Y eso que ambos est¨¢n bien placeados, y uno de ellos -Miguel Abell¨¢n se llama- viene con fama de sabio, ya le tienen puesta vitola de figura.Los compa?eros del joven argande?o defraudaron y resulta inexplicable que fueran incapaces de torear con discreto gusto y recursos suficientes una novillada tan buena. El Pireo, veterano en el escalaf¨®n de novilleros, se tra¨ªa oficio, mas no arte ni tampoco esa hondura que requiere el toreo bien hecho. El Pireo toreaba mediocre y superficial con abuso del pico, la suerte descargada. Le iba mejor el movimiento, lo que son las cosas. Cuando, por ejemplo, tiraba molinetes -pod¨ªan ser en la modalidad que llaman de las flores, seguidos por los cambios de mano, trincherillas y pases de pecho empalmados, le sal¨ªa perfecto.
Las maneras que se trajo Miguel Abell¨¢n tampoco iban m¨¢s all¨¢. Las maneras de Miguel Abell¨¢n no parec¨ªan corresponder a la fama de torero excepcional que trae. Tuvo un primer novillo impresentable e inv¨¢lido y sufri¨® varios desarmes y achuchones, que no deber¨ªan cargarse en su culpa pues quiz¨¢ obedecieron a los inesperados parones y a los s¨²bitos batacazos que se pegaba el desmedrado animalito. En cambio es dif¨ªcil entender que no aprovechara la suave boyant¨ªa del quinto para hacerle el toreo bueno.
La lidia del segundo -carita de beb¨¦, gachos cuernecillos, patitas de trapo- transcurri¨® entre m¨²ltiples y en ocasiones muy celebrados incidentes. Dio Abell¨¢n media ver¨®nica de rodillas y al recibirla el novillo se arrodill¨® tambi¨¦n. Lo cit¨® de nuevo Abell¨¢n de rodillas para iniciar el trasteo de muleta y al tomar la pa?osa el novillo se cay¨® de boca. Se incorpor¨® el novillo a duras penas y entonces quien tropezaba y rodaba por la arena era Abell¨¢n. Rehecho Abell¨¢n se propuso recomponer presto la faena y la desbarat¨® el novillo peg¨¢ndose un revolc¨®n.
Aquel argumentado desarrollo secuencial no pod¨ªa ser casualidad. Aquello estaba sujeto a gui¨®n, o no se explica. Debi¨® salir a saludar el autor. Mal est¨¢n las ca¨ªdas y los revolcones -aunque sean de toro- mas en el fondo se echaban de menos cuando Miguel Abell¨¢n se, enfrasc¨® en una larga y mon¨®tona faena al quinto novillo, que ya no estaba arruinado ni nada. Y pudo apreciarse que recurr¨ªa a los alivios del pico, que no ligaba las suertes, que su templanza al ejecutarlas era aleatoria; y no se le advert¨ªa atisbo de esas excepcionales dotes lidiadoras que le atribuyen.
Sin tanta fama ni tanta plaza, compareci¨® a continuaci¨®n Francisco Javier Morera, brind¨® el sexto novillo a una hermosa mujer, hizo as¨ª, lig¨® dos tandas de redondos como dos soles, otras dos de naturales como dos lunas, ci?¨® manoletinas, mat¨® de una estocada y se alz¨® con el triunfo. Los j¨®venes argande?os debutantes con caballos, menudos son.
Babelia
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