Genial Burgess Meredith
Cuando se nos muere un hombre de cine como Burgess Meredith lo habitual es rematarlo con el consabido rasero de "actor secundario" del Hollywood cl¨¢sico. No es mala etiqueta, porque entre aquellos "secundarios" est¨¢n los mejores int¨¦rpretes de que hay noticia, pero referida a Meredith es falsa a medias y su mitad verdadera no dice todo lo que fue este actor, al que Jack Kerouac consideraba el m¨¢s grande de todos y que es de los pocos que no se dejan encasillar.Durante 70 a?os, Meredith fue -hasta el martes, en que muri¨® en Los ?ngeles con casi 90- un hombre de escena que lo abarc¨® todo en su oficio. Actu¨® en escenarios, plat¨®s y estudios de televisi¨®n; escribi¨® comedias y guiones; dirigi¨® musicales, dramas, comedias e incluso se aventur¨® en la producci¨®n de un filme (Diario de una doncella, que protagoniz¨® su segunda mujer, Paulette Godard, dirigida por Jean Renoir) y en la direcci¨®n de otro: El hombre de la torre Eiffel, con Charles Laughton.
Todo aquello en que Meredith se embarcaba acabada sali¨¦ndose de la norma y esto probablemente tiene que ver con la veneraci¨®n que por ¨¦l sintieron los estetas de la generaci¨®n beat. Naci¨® en 1908 en Cleveland, Ohio, y en 1929, con poco m¨¢s de 20 a?os, inici¨® en Broadway una carrera teatral brillant¨ªsima -que le dio un lugar en el rinc¨®n de los superdotados- que nunca abandon¨® y que, con Winterset, de Maxwell Anderson, lleg¨® al triunfo delirante, que le abri¨® las puertas de Hollywood, donde protagoniz¨® en 1936 la versi¨®n filmada del drama, dirigido por Alfred Santell.
En 1939 interpret¨® La fuerza bruta dirigido por Lewis Milestone. Y, entre ambos ¨¦xitos, y despues de ellos, le esperaban cabeceras de pel¨ªculas dirigidas nada menos que por Enst Lubitsch, Clarence Brown, William Welhnan, Frank Borzage y Mitchell Leisen, arist¨®cratas de Hollywood. Pero entre pel¨ªcula y pel¨ªcula Meredith sol¨ªa huir a Nueva York en busca de nuevas aventuras teatrales y una de ellas le condujo junto a Orson Welles en el Falstaff que ¨¦ste mont¨® para el Mercury Theater. John Housseman dijo que la creaci¨®n de Meredith era lo m¨¢s grande que hab¨ªa visto en un escenario".
Pelirrojo y bajito, con mirada insolente y risue?a, entre socarrona y perversa, Meredith no ten¨ªa la menor pinta de estrella, pero pudo llegar a serlo de hab¨¦rselo propuesto o de haber encarrilado su celebridad de otra manera. Pero era por lo visto incapaz de dejarse amarrar a la disciplina de un estudio y eligi¨® libertad para elegir, sus personajes, llevado tal vez de exceso de confianza en s¨ª mismo. Ten¨ªa fama de vanidoso y nadie se explicaba por qu¨¦ un actor con tanta ambici¨®n, al que pon¨ªan el reparto en sus manos para que se quedase con el papel que quisiera, pon¨ªa casi siempre el dedo sobre el nombre de personajes peque?os, seguro de que su ingenio los engrandecer¨ªa.
Es lo que hizo en el tramo m¨¢s s¨®lido y apasionante de su carrera cinematogr¨¢fica, en los a?os sesenta, tras conocer a Otto Preminger y actuar, dirigido por ¨¦l, casi de una tacada, en Tempestad sobre Washington, El cardenal, Primera victoria, La noche deseada y Extra?a amistad, donde dio -junto a su c¨®ctel de iron¨ªa y dinamita de El d¨ªa de los tramposos en 1970 y su actuaci¨®n- en Como plaga de langosta en 1971, para Joseph Mankiewicz y John Schelessinger, respectivamente- la medida de su enorme talla art¨ªstica, que prolong¨® en su buen trabajo en Rocky (1976) y en Un d¨ªa de boda (casi su canto de cisne) dirigido por Robert Altman en 1978.
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