Entre la realidad de Catalu?a y la leyenda de "Braveheart"
En Escocia se est¨¢ olvidando incluso a Adam Smith. "?Est¨¢ hospedado aqu¨ª?", fue la contrapregunta a la recepcionista de un hotel c¨¦ntrico de Edimburgo cuando se trataba de averiguar la ubicaci¨®n del centro de estudios que lleva el nombre del revolucionario economista escoc¨¦s. A un taxista se le puso despu¨¦s en apuros cuando inocentemente se le pregunt¨® a qu¨¦ distancia de la capital escocesa quedaba el castillo de Balmoral, la magn¨ªfica hacienda escocesa de la Reina Isabel. "?Balmoral?", repuso, "eso est¨¢ en Inglaterra", dijo con convicci¨®n. Una llamada por radio a la centralita de la compa?¨ªa de taxis, aclar¨® el panorama. "Tiene usted raz¨®n", explic¨® con tono apolog¨¦tico. "Balmoral queda al norte de Escocia. Un viaje m¨¢s bien largo".Para una naci¨®n de cinco millones y medio de habitantes ansiosos de autonom¨ªa, las referencias de historia, geograf¨ªa y pol¨ªtica se remontan curiosamente a Catalu?a. Y los inspiradores del nacionalismo m¨¢s primitivo encuentran familiaridad en los ¨¦picos pasajes hollywoodescos de Escocia que en la fisonom¨ªa verdadera de sus h¨¦roes de anta?o. Ayer, mientras los escoceses iban a depositar sus papeletas en el decisivo refer¨¦ndum parlamentario, en el puente de Stirling se inauguraba un monumento al h¨¦roe m¨¢ximo de Escocia, William Wallace, exactamente 700 a?os despu¨¦s de su victoria p¨ªrrica frente a los ej¨¦rcitos de Inglaterra.
La estatuta de Gibson
El problema que perturbaba a los historiadores es que la estatua de Wallace, una pieza de 23 toneladas esculpida en granito y cemento, no ofrece sino la fisonom¨ªa del actor australiano Mel Gibson, la estrella del cl¨¢sico film Braveheart.
Los escoceses, al igual que los galeses que tendr¨¢n que pronunciarse por su propio destino auton¨®mico en las urnas dentro de una semana, quisieran ver su pasado en un plano de mejor retrato pol¨ªtico. Pero aceptan la popularidad del gesto de Gibson que, en c¨¢mara lenta y con ¨¦pico himno de fondo, plasma sus ideales al alarido de "!Libertad!".
En tiempos en los que se da muy relativo ¨¦nfasis a ese grito, los escoceses hallan solaz en f¨®rmulas menos radicales. Por eso miran a Espa?a. Tom Gallagher, profesor de Paz ?tnica y Conflicto en la Universidad de Bradford, aconseja a los escoceses a contemplar la experiencia auton¨®mica de Espa?a. "Hay leciones que los escoceses deben aprender", dec¨ªa en un art¨ªculo publicado en el diario The Herald, de Glasgow. "Se aprende de esa experiencia que la autonom¨ªa no gu¨ªa necesariamente a la fragmentaci¨®n. El respeto y la tolerancia entre Catalu?a y los dirigentes de Madrid ofrecen un ejemplo de la relaci¨®n que podemos tener los escoceses con el Gobierno de Londres".
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