Pek¨ªn confirma la era del marxismo neoliberal
Las expectativas que suscitan los informes pol¨ªticos que los l¨ªderes comunistas chinos presentan ante los congresos que el partido celebra cada cinco a?os suelen verse rebajadas cuando llega el momento. El documento que ayer ley¨® el secretario general, Jiang Zemin, fue, in extenso, la repetici¨®n del discurso que pronunci¨® el pasado 1 de julio en el estadio de los Trabajadores de Pek¨ªn con ocasi¨®n de las celebraciones de la devoluci¨®n de Hong Kong a la Rep¨²blica Popular China.
Sin embargo, no por menos anunciada, la idea de llevar a buen puerto -al puerto de la privatizaci¨®n- la reforma del sector p¨²blico representa, sin duda, a juicio de observadores diplom¨¢ticos y periodistas occidentales, un reto en el proceso de la modernizaci¨®n del gigante de Asia en el siglo XXI. De llevarse a cabo con ¨¦xito, supondr¨¢ el vaciamiento de los principios econ¨®micos de la filosof¨ªa marxista sobre el control de los bienes de producci¨®n por parte del Estado. Todo ello sin que la reforma Pol¨ªtica vislumbre en cambio ritmos de progreso concretos.Con su traje oscuro y corbata roja, Jiang no vacil¨® ayer en se?alar -durante el discurso pronunciado ante 2.048 delegados en la vetusta e imponente gran sala del Palacio del Pueblo- que el "marxismo contin¨²a siendo nuestro gu¨ªa" y que el' partido comunista es el n¨²cleo central del liderazgo de todas las nacionalidades en China. La frase levant¨® algunas de las ovaciones que interrumpieron en escasos momentos el informe le¨ªdo por el septuagenario mandatario. Desde lo alto de la tribuna del segundo piso -reservada a la prensa extranjera-, el rostro del viceprimer ministro Zhu Rongji -el tecn¨®crata ex alcalde de Shanghai a quien Deng Xiaoping encargar¨ªa el impulso de la reforma econ¨®mica a principios de esta d¨¦cada tras la crisis de Tinanmen- no parec¨ªa reflejar demasiado convencimiento respecto a las palabras de su amigo y protector. Miraba distra¨ªdamente el texto, sentado a la derecha del enigm¨¢tico Qiao Shi- presidente de la Asamblea Nacional Popular, rival de Jiang y dirigente a seguir en este congreso- y del hier¨¢tico primer ministro Li Peng -convertido circunstancialmente en aliado t¨¢ctico del secretario general durante este congreso para tratar de desplazar a Qiao de la jefatura del Parlamento-."Toda la parafernalia y escenograf¨ªa comunista que a¨²n se repite hoy contrasta con la modernizaci¨®n que vive el pa¨ªs, con el pragmatismo econ¨®mico que preconizaba Deng y que defienden ahora sus disc¨ªpulos", comentaba un periodista occidental avezado en estas lides. As¨ª es. Cinco minutos despu¨¦s de que tocaran los timbres que anunciaban la apertura, con la presidencia del congreso ya colocada en el escenario y los delegados sentados en la platea -todos excepto uno, expulsado a ¨²ltima hora "por haber cometido errores graves", seg¨²n la prensa oficial-, entraba Jiang por la parte izquierda del foro palmoteando, a golpecitos nerviosos, al son de una marcha militar; tras ¨¦l, los otros seis dirigentes del comit¨¦ permanente y el pleno, del Bur¨® Pol¨ªtico. "?ste es un pa¨ªs dirigido por un Gobierno colegiado y que avanza m¨¢s y m¨¢s en t¨¦rminos tecnocr¨¢ticos, sin ninguna intenci¨®n de abrirse hacia la democracia y con la meta de crear una sociedad del bienestar", dec¨ªa una fuente diplom¨¢tica europea.Jiang demostr¨® ayer -por si hac¨ªa falta- que es un pol¨ªtico muy cauteloso. Pas¨® de puntillas sobre temas a¨²n no resueltos como es la eventual autocr¨ªtica de la direcci¨®n china sobre el espinoso tema de la represi¨®n del movimiento estudiantil en la privamera de 1989 y que se sald¨® con sangre la triste noche del 4 de junio de ese a?o en la simb¨®lica plaza de Tiananmen. Hace meses se especulaba con la posibilidad de que el actual l¨ªder propusiera cerrar el tema con un reconocimiento colectivo de que el partido se habr¨ªa equivocado. Aunque hace unos d¨ªas, sorprendentemente, se anunci¨® la expulsi¨®n del PCCh y su procesamiento por corrupto del que fuera alcalde de Pek¨ªn durante los sucesos d¨¦ Tiananmen, Khen Xitong, que gozaba de gran popularidad, pocos creen que Jiang est¨¢ resuelto a llevar la campa?a de saneamiento interno hasta las ¨²ltimas consecuencias. "El partido y la corrupci¨®n son una misma cosa", opina un observador extranjero que reside en el pa¨ªs desde hace varios a?os.Jiang no aport¨® nada propio en su informe de ayer si se except¨²a un canto hacia la moralizaci¨®n de la sociedad. La larga exposici¨®n sobre el estado embrionario del socialismo en China fue retomada de su antecesor Zhao Ziyang, purgado por no haber sabido frenar a tiempo la protesta callejera estudiantil en 1989 y que sigue en arresto domiciliario, aunque benigno, en una casa de Pek¨ªn. Aliados suyos pidieron en v¨ªsperas del congreso que le fueran levantadas las restricciones y pudiera incorporarse a las actividades del Comit¨¦ Central del que es todav¨ªa miembro.
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