Minas, trampas y rendijas
Desde el d¨ªa 1 -y hasta el d¨ªa 19 del presente mes- se viene celebrando en Oslo una conferencia internacional para negociar un tratado que proh¨ªba el uso, la producci¨®n, el almacenaje y la transferencia de minas antipersonas. La conferencia es un nuevo paso del llamado Proceso de Ottawa, iniciado en octubre de 1996 a instancias de Canad¨¢, y que persigue la firma de un tratado de prohibici¨®n de las minas antipersonas. Este proceso es una alternativa a la excesiva lentitud de las negociaciones que sobre este tema se desarrollan en la Conferencia de Desarme de Ginebra.M¨¢s de un centenar de pa¨ªses se han comprometido ya a firmar este tratado, entre los que se encuentran todos los miembros de la Uni¨®n Europea, con las excepciones de Finlandia y Grecia. El Proceso de Ottawa est¨¢ impulsado por un grupo de ocho pa¨ªses (Austria, B¨¦lgica, Canad¨¢, Alemania, M¨¦xico, Noruega, Filipinas y Sur¨¢frica), que apoyan claramente la campa?a iniciada hace cinco a?os por una coalici¨®n de m¨¢s de mil ONG de todos los continentes, y en la que tambi¨¦n participan activamente organismos internacionales como el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja y Unicef. Jap¨®n se ha sumado recientemente a la iniciativa, y B¨¦lgica ha dado ya el paso de destruir su stock.
En Espa?a, esta campa?a ha estado promovida por ocho ONG, que con los a?os han logrado un inmenso apoyo popular en sus demandas, hasta lograr el 25 de febrero un acuerdo un¨¢nime del Pleno del Congreso, sin ning¨²n voto en contra, por el que se insta al Gobierno a remitir a la c¨¢mara un proyecto de ley que regule la prohibici¨®n de dichos artefactos. Medio a?o despu¨¦s, sin embargo, dicho proyecto a¨²n est¨¢ por ver, y hay razonables sospechas de que el Gobierno no tiene un convencimiento claro de lo que apoy¨® en febrero. Los repentinos cambios de opini¨®n producidos en un encuentro internacional celebrado en Bruselas en junio, donde el representante de la Administraci¨®n espa?ola tuvo que alterar su posici¨®n pocas horas despu¨¦s de que los medios de comunicaci¨®n denunciaran esta "marcha atr¨¢s" en los compromisos adquiridos por el Gobierno, pueden ser debidas a las presiones que est¨¢n realizando algunas empresas del sector y a la dificultad para buscar un sustituto a las minas dispersadas alrededor de Ceuta y Melilla, pero las dudas podr¨ªan ser debidas tambi¨¦n a la voluntad de no contradecir la posici¨®n norteamericana.
Si bien EE UU fue uno de los primeros pa¨ªses en apoyar la moratoria en las exportaciones de minas antipersonas (prohibi¨® las exportaciones en 1992) y en promover nuevos mecanismos de control sobre estos productos, en las ¨²ltimas semanas ha introducido la duda sobre sus prop¨®sitos. [Ayer mismo, amenaz¨® con no firmar el texto acordado]. Quiere mantener el mill¨®n de minas diseminadas en la frontera entre las dos Coreas, y que no se prohiban las minas inteligentes, esto es, aquellas que se autodestruyen a los pocos d¨ªas de ser colocadas, con objeto de poderlas diseminar combinativamente junto a las minas anticarro. Tambi¨¦n se sabe que Estados Unidos quiere proponer un dilatado plazo de tiempo (nueve a?os) para que el acuerdo entre en vigor.
En el m¨¢s cl¨¢sico lenguaje diplom¨¢tico, el Departamento de Estado ha hecho saber que esta postura persigue "reconciliar nuestras preocupaciones humanitarias y el deseo de una prohibici¨®n con nuestros intereses de seguridad nacional". En este sentido, la decisi¨®n norteamericana de ¨²ltima hora de asistir a Oslo puede interpretarse como una estrategia para convencer al mayor n¨²mero posible de pa¨ªses hacia su posici¨®n de abrir rendijas y salvedades al futuro tratado de prohibici¨®n.
El problema de este planteamiento es que las rendijas que propone Estados Unidos para s¨ª pueden multiplicarse si varios pa¨ªses hacen otro tanto, con lo que el posible tratado a firmar se convertir¨ªa en un aut¨¦ntico coladero de minas. No puede admitirse que prevalezca la argumentaci¨®n de que hay minas de peque?o tama?o que tienen por finalidad destruir carros o veh¨ªculos de transporte, y que si matan o mutilan a personas es mala suerte. Introducir esta trampa significar¨ªa olvidarse de que estamos hablando nada menos, y como primera etapa, de parar esta escalada de diseminaci¨®n de minas antipersonales por todo el mundo, ya que hay colocadas 120 millones y otros 100 millones est¨¢n en los almacenes militares. El segundo paso ser¨¢ reforzar el desminado, que puede durar muchas d¨¦cadas seg¨²n el dinero y el empe?o que se ponga, pero que se har¨¢ infinito si no se para la producci¨®n y la exportaci¨®n de todo tipo de minas antipersonas.
Rusia y China son dos de los grandes productores de minas que no asisten a la reuni¨®n de Oslo, y no se sumar¨¢n al Proceso de Ottawa si el resto de pa¨ªses productores no adoptan una posici¨®n m¨¢s decidida y un¨¢nime, y m¨¢s si tenemos en cuenta que el futuro tratado de prohibici¨®n de minas siempre ser¨¢ d¨ªficil de controlar y verificar. En Oslo, por tanto, no tendr¨ªan que haber rendijas, ni trampas, ni salvedades.
El Gobierno espa?ol , adem¨¢s, tiene un deber que cumplir desde hace medio a?o: presentar un proyecto de ley que proh¨ªba la fabricaci¨®n de las minas en Espa?a. Las ONG que impulsan la campa?a Eliminemos las minas han manifestado repetidas veces que comprender¨ªan la inclusi¨®n de una cl¨¢usula que diera un tiempo razonable al Gobierno para que busque un sistema sustitutivo a las minas colocadas en Ceuta y Melilla, pero esa cl¨¢usula no ha br¨ªa de impedir que ma?ana mis mo se proh¨ªba la fabricaci¨®n, puesto que son dos cosas distintas. Lo que est¨¢ claro es que lo prometido es deuda, y que si realmente existe una firme voluntad de acabar con las minas antipersonas, en Oslo hay que demos trarlo con hechos concretos.
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