"Si nos hubiera visto acobardados, Miguel ?ngel nos lo habr¨ªa reprochado"
Miguel, Consuelo, Mari Mar... La familia de Miguel ?ngel Blanco comienza ahora a percibir, de verdad, la ausencia del hijo, del hermano. "Hemos estado como en una nube", asegura Mari Mar, su hermana, "pero la realidad es que lo hemos perdido y eso no lo arregla nadie".Mari Mar es la m¨¢s fuerte al recordar aquellos d¨ªas de julio que la obligaron a regresar desde Londres a una realidad que no advirti¨® en toda su dureza hasta llegar a Ermua: "S¨®lo cuando vi las fotos de Miguel ?ngel en todas las paredes me di cuenta de lo que pasaba. Ya entonces pens¨¦ que aquello era muy grave y que le pod¨ªa costar la vida, como as¨ª fue".
Ella luch¨® en primera fila por su hermano, pero nunca tuvo demasiadas esperanzas: "Pens¨¦ que ellos, que no tienen coraz¨®n, reaccionar¨ªan incluso peor al vemos a todos unidos. Pero luch¨¦ porque sab¨ªa que Miguel ?ngel habr¨ªa hecho lo mismo. Si me hubiera visto acobardada, me lo habr¨ªa reprochado, me habr¨ªa obligado a levantarme".
Donde pudo, como supo, en nombre de sus padres..., Mari Mar pidi¨® que el Gobierno hiciera algo, que intentara negociar, "aunque sab¨ªa que era imposible, que ellos ped¨ªan algo imposible de hacer y que s¨®lo quer¨ªan matarlo". Ahora no quiere olvidar, ni puede hacerlo, el apoyo de la gente. "Te encuentras a alguien en el pueblo, como me ha pasado al volver, y ya s¨®lo con la mirada te est¨¢ diciendo que est¨¢ contigo", afirma.
Pendientes del reloj
Consuelo, la madre de Miguel ?ngel, nunca supo que hab¨ªa un plazo, un ultim¨¢tum, del que depend¨ªa la vida de su hijo: "Nunca me lo dijeron. No me dejaron ver la televisi¨®n. Pero lo cierto es que, sin saber por qu¨¦, yo estaba pendiente del reloj, mirando el reloj. Y tambi¨¦n es cierto que viv¨ª todo lo que pas¨® mi hijo minuto a minuto. Sab¨ªa lo que estaba sufriendo, en su soledad, como si me estuviera pasando a m¨ª. Y tambi¨¦n sent¨ª los tiros que le dieron. Todo... No me pude ahorrar nada". Ahora no puede explicar con palabras, sino con l¨¢grimas, su aratitud "a tanta gente, a tantas madres, que han estado al lado". "Todas ellas fueron durante esos d¨ªas las madres de mi hijo", apostilla.
A Consuelo no le interesa la pol¨ªtica y, asegura, s¨®lo le sostiene la fe: "Me agarr¨¦ a Dios, que era lo ¨²nico que pod¨ªa hacer, y ah¨ª sigo"'. Nunca olvidar¨¢ la audiencia que le concedi¨® recientenente el papa Juan Pablo II: "?l tambi¨¦n estuvo y sufri¨® conmigo. Para m¨ª, eso es muy grande".
Miguel Blanco, el padre, aduce con toda sencillez y como si eso fuera f¨¢cil de entender que ha perdido "mucho m¨¢s que un hijo". Est¨¢ orgulloso de que fuera "sencillo y noble" y nunca se avergonzara de tener un padre alba?il: "Todo lo contrario. Aunque no le gustaba serlo, se pon¨ªa la ropa de faena y se ven¨ªa conmigo no porque lo necesitara ¨¦l, sino porque lo necesitaba yo
Cuando intenta explicar ahora, con dificultad, c¨®mo se siente sin ¨¦l, sin su compa?ero, Miguel confiesa: "Apenas he podido trabajar. Cuando hago una pared, me apoyo en ella para poder respirar y seguir trabajando".
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