El retorno
Han sido lustros de extra?amiento entre el Reino Unido y el resto de la Uni¨®n Europea, de recelos fomentados por ambas partes, ante todo por la primera. Parec¨ªa que casi todos los brit¨¢nicos compart¨ªan la autocomplacencia insularia y el desprecio a Europa de la Madre Thatcher. Y, sin embargo, apenas cuatro meses despu¨¦s del triunfo laborista, el Reino Unido tiene encauzado el proceso de normalizaci¨®n en la UE. Y se demuestra que sus ciudadanos no est¨¢n ni, mucho menos dispuestos a cortarse las venas para evitarlo. La histeria que, existi¨® en contra de la UE y "el monstruo de Bruselas" era artificial. Sus art¨ªfices acabaron crey¨¦ndola genuina. Se estrellaron por ello.Durante est¨¢: semana se ha reunido en la mansi¨®n de Wiston House, en Sussex, un grupo de expertos y observadores europeos con miembros de la administraci¨®n. laborista. Son varias las conclusiones que del encuentro se pueden hacer. La primera es que Londres tiene ya asumido que la Uni¨®n Monetaria se producir¨¢ el 1 de enero de 1999. Y que no tiene ya sentido el apostar por su aplazamiento. La segunda es que el Gobierno de Blair est¨¢ convencido de que, siendo as¨ª, los perjuicios que se derivar¨ªan para el Reino Unido del hecho de no participar en la UME superar¨ªan en mucho a hipot¨¦ticos beneficios. Por eso, se integrar¨¢ en la moneda ¨²nica. Y m¨¢s pronto que tarde.
As¨ª las cosas, Blair se halla ante un dilema. Para cancelar el rechazo (opting-out) declarado en su d¨ªa por Londres a la moneda ¨²nica y adoptarla en la primera tanda de pa¨ªses, comienza a faltar tiempo. Deber¨ªa anunciarlo antes de las Navidades y convocar un refer¨¦ndum en un plazo de seis meses, tal como prometi¨® en su campa?a electoral. En el Gobierno hay partidarios de este giro inmediato. En los c¨ªrculos financieros y empresariales son legi¨®n.
El problema est¨¢ en la falta de tiempo para una campa?a que evite el riesgo del rev¨¦s en la consulta. Porque la histeria se ha desvanecido, pero la desconfianza existe. Las encuestas se?alan que dos tercios de los brit¨¢nicos se dicen contrarios a la moneda ¨²nica. Pero es clave otro dato, que indica que el 80% se manifiesta convencido de que en el a?o 2010 su ¨²nica moneda ser¨¢ el euro. LI¨¢mese resignaci¨®n o realismo, la resistencia contra algo que se sabe inevitable es, quebradiza. Blair se considera capaz de romperla.
Londres quiere que la presidencia brit¨¢nica, a partir de enero, entierre la tradici¨®n paralizante y saboteadora impuesta por los torys. Y se propone retornar al grupo de liderazgo europeo. Es muy posible que finalmente Blair no quiera asumir el gran envite de solicitar la entrada en la UME con la primera tanda de pa¨ªses y convocar el refer¨¦ndum en la primera mitad de 1998. Los partidarios de hacerlo le piden coraje ahora que cuenta con una posici¨®n inmejorable, con una ampl¨ªsima mayor¨ªa parlamentaria, una autoridad personal que sigue en aumento desde las elecciones y ¨¦xitos pol¨ªticos constantes, como las consultas sobre las autonom¨ªas de Escocia y Gales. Su victoria del jueves en Gales, aunque parezca escasa, es un alarde de su autoridad pol¨ªtica. La reforma institucional -autonom¨ªas, C¨¢mara de los Lores, Casa Real-, son la otra magna apuesta de Blair. Sus ¨¦xitos en este frente le animan a afrontar de forma decidida el retorno pleno a Europa. Salvo cat¨¢strofes imprevisibles, la decisi¨®n en favor de la moneda ¨²nica, se tomar¨¢ en esta legislatura. Blair debe optar entre arriesgarse ahora con una autoridad que nadie ha tenido desde Churchill, o m¨¢s tarde, con alg¨²n desgaste pero tiempo suficiente para liderar el giro de opini¨®n. En todo caso habr¨¢ de persuadir a los ciudadanos brit¨¢nicos de que la moneda ¨²nica no s¨®lo es inevitable, sino tambi¨¦n favorable a sus intereses.
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