La Administracion, salvacion y amenaza de la cultura
Resulta en la Europa continental que lo correcto es ir a favor de la libre empresa en todos los ¨¢mbitos menos en la cuItura. Ah¨ª se impone la idea francesa del proteccionismo, que se present¨® bajo el nombre de la excepci¨®n cultural. La cultura ser¨ªa, y es, un bien de primera necesidad, como la sanidad la ense?anza o las obras p¨²blicas (pero no como el pan o los autom¨®viles), a cuyo frente deben estar los responsables pol¨ªticos de turno. A lo sumo, siguiendo el modelo sueco o, de otro modo, el alem¨¢n, en los que se inspir¨® de lejos el llorado Fabi¨¤ Puig server, la cultura debe ser un bien p¨²blico controlado por los propios agentes culturales y no por los responsables pol¨ªticos, que se deber¨ªan limitar a la aprobaci¨®n de los presupuestos correspondientes sin meterse en cuestiones sobre las que no tienen ni deben tener opini¨®n formada. Si no ando mal documentado, el productor de los grandes filmes de Bergman, o de las pel¨ªculas danesas nominadas al Oscar en tiempos m¨¢s cercanos, es el Estado (lo reporto como argumento cedido a los que discrepen de mis tesis). Estamos, pues, a punto de consagrar un modelo europeo de producci¨®n cultural que se caracteriza, frente al anglosaj¨®n, por una dependencia mucho mayor del sector p¨²blico. Incluso el poderoso sector del libro germano dejar¨ªa de lucir su asombrosa fuerza si el 30% de la producci¨®n editorial -el 30%- no fuera adquirido con cargo a partidas incluidas en los presupuestos de las distintas administraciones. ?Es o no conveniente este modelo para la vida cultural? ?Qu¨¦ beneficios y qu¨¦ riesgos entra?a?No es nada dif¨ªcil esbozar una clasificaci¨®n de los sectores de la cultura atendiendo a su mayor o menor dependencia del erario p¨²blico. Creo que, a los prop¨®sitos de estas l¨ªneas, basta con una divisi¨®n a grandes rasgos en cuatro grupos: 1) En un extremo, el patrimonio hist¨®rico, gestionado en su totalidad por funcionarios: museos, yacimientos arqueol¨®gicos, fondos bibliogr¨¢ficos y documentales (aunque no todos los alcaldes parecen haberse enterado, la vigente Ley de Bases de R¨¦gimen Local especifica incluso, y no sin acierto, que el servicio p¨²blico bibliotecario es una responsabilidad municipal). 2) Vienen despu¨¦s los sectores del patrimonio renovable, sometidos a completa financiaci¨®n p¨²blica, pero en cuya vida intervienen los artistas -funcionarios o no- como elementos primordiales: grandes formaciones orquestales, los coros profesionales, los ballets y los teatros nacionales, la ¨®pera. 3) A continuaci¨®n, los sectores privados con fuerte dependencia p¨²blica: teatro y danza de iniciativa privada, cine. 4) Por ¨²ltimo, o por el principio, seg¨²n de qu¨¦ lado se mire, las galer¨ªas de arte, las editoras de libros y las empresas fonogr¨¢ficas, ¨²nicos sectores en Europa con ciertas garant¨ªas de supervivencia si de pronto fueran borradas de los presupuestos p¨²blicos -lacordura no lo quiera- todas as partidas destinadas a la cultura.
Demos por sentado que, por el momento, 1 y 4 no van a variar en lo sustancial. El debate se centra pues en 2 (p¨²blico con intervenci¨®n de artistas creadores) y 3 (privado, pero con fuerte dependencia p¨²blica) o, mejor dicho, en los l¨ªmites entre 2 y 3. Pocos ser¨ªan capaces de proponer la necesidad de privatizaci¨®n de la ¨®pera de La Bastilla y menos imaginar¨ªan la nacionalizaci¨®n de las empresas editoriales. La cuesti¨®n no es esa. La cuesti¨®n es si los responsables pol¨ªticos deben trabajar en direcci¨®n 2, 3, 4, o, por el contrario, el refugio para el mantenimiento de la cultura como componente esencial de nuestras sociedades exige seguir con la disponibilidad actual a reducir el grupo 3 en beneficio del 2. En el primer caso, la excepci¨®n cultural deber¨ªa ser permanente; en el segundo, transitoria. En el segundo caso se impone revisar, a escala continental, los fundamentos de unas pol¨ªticas culturales que, a cambio de mantener en la n¨®mina p¨²blica, directa o indirecta, a legiones de profesionales de la cultura, disminuyen a?o tras a?o la competitividad de la cultura europea frente a la norteamericana. ?C¨®mo, por poner de una vez el dedo en la llaga, se va a incrementar la competitividad de las industrias culturales continentales si las producciones del teatro y el cine est¨¢n pagadas s¨®lo con interesar a cantidades irrisorias de p¨²blico cuando no -es el caso de mucho teatro p¨²blico- pierden m¨¢s cuanta m¨¢s audiencia congregan?
Mi tesis es la siguiente: la confusi¨®n -fomentada por los que de ella se benefician- sobre la dependencia de los distintos sectores de la cultura en relaci¨®n a las administraciones p¨²blicas corre el riesgo de acabar con la iniciativa privada en sectores estrat¨¦gicos para las distintas identidades culturales europeas, a beneficio de la invasi¨®n americana de la que pretenden defenderse. Ello no significa que sea prudente abrazar, sin m¨¢s, el librecambismo cultural. Al contrario, mientras haya sectores en los que las industrias culturales europeas sean incapaces de competir, los esfuerzos de las pol¨ªticas p¨²blicas deben ir encaminados a incrementar su competitividad, no su dependencia de las ayudas p¨²blicas.
El sector p¨²blico debe, pues, poner, en toda Europa, coto inmediato a su presencia en las actividades del grupo 2 cuando ¨¦sta es susceptible de pauperizar al grupo 3. Por el contrario, ¨¦sta debe mantenerse cuando redunda en beneficio del grupo 3. Al mismo tiempo, deben de revisarse las pol¨ªticas activas de fomento de las industrias culturales, premiar la exportaci¨®n derivada de la competitividad y fomentar la inversi¨®n y el riesgo econ¨®mico. Algunas sencillas normas, como las que, a t¨ªtulo indicativo, se relacionan, incidir¨ªan en este cambio de orientaci¨®n: 1) En ning¨²n caso, los profesionales y los artistas de los grupos 2 y 3 deben resultar mejor pagados cuando trabajan para el sector p¨²blico. 2) En ning¨²n caso la ausencia de riesgo econ¨®mico debe de resultar m¨¢s atractiva que su presencia. 3) Los responsables de los equipamientos y formaciones p¨²blicas -museos, orquestas, teatros, etc¨¦tera- deben contar con un grado mucho mayor de autonom¨ªa respecto de los dirigentes pol¨ªticos, al tiempo que asumen una proporci¨®n creciente de recursos no p¨²blicos para cubrir sus presupuestos. Sus propias retribuciones deber¨ªan de estar ligadas a la consecuci¨®n de estos objetivos. 4) El mecenazgo cuyo beneficiario sea el sector p¨²blico deber¨ªa de estar menos compensado fiscalmente que el destinado a las iniciativas privadas. 5) Deben aprobarse de inmediato medidas desgravatorias para inversiones de riesgo en producciones culturales de los sectores con un tejido d¨¦bil.
Sin una fuerte presencia de la Administraci¨®n en los grupos 2 y 3 la cultura se vendr¨ªa abajo. Sin un cambio radical de orientaci¨®n en beneficio de la competitividad y la iniciativa privada, sectores enteros de la cultura se funcionarizar¨¢n y dejar¨¢n de ser competitivos. La libertad puede pasar por las catedrales, pero nunca se queda a vivir en ellas.
Xavier Bru de Sala es escritor y periodista.
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