Por un Estado palestino
Tradicionalmente se ha sostenido que el d¨ªa en que los palestinos lograran hacer realidad su sue?o de un Estado independiente ser¨ªan, entre los ¨¢rabes, un ejemplo de celo democr¨¢tico. Un sector de opini¨®n siempre se ha referido a ellos como los jud¨ªos del mundo ¨¢rabe. As¨ª se pretend¨ªa singularizar la aportaci¨®n que en su momento har¨ªan para plasmar en su propia sociedad las recetas de la ciencia pol¨ªtica europea. Ejercida la libre determinaci¨®n, los palestinos ser¨ªan punto de referencia en un ¨¢rea cultural poco significada por la primac¨ªa del respeto a los derechos individuales y colectivos.Conocemos todos el curso de los acontecimientos desde las esperanzas suscitadas por la Conferencia de Paz de Madrid y los Acuerdos de Oslo. Los avatares y sinsabores de los ¨²ltimos tiempos. La indignaci¨®n y el miedo. El terrorismo y el contraterrorismo. El odio. A la postre, la desesperanza.
Hay en el conflicto medio-oriental tres principales actores implicados: los palestinos, Israel y Estados Unidos. Los primeros exigen pasar de los diversos bantustanes a que ahora est¨¢n reducidos a la estatalidad. La anterior Administraci¨®n israel¨ª, laborista, puso en marcha el proceso. Benjam¨ªn Netanyahu lo ha truncado. No veo otra manera de salir de la espiral de violencia y rencor que propulsando la creaci¨®n de un Estado palestino. La Uni¨®n Europea (UE) ya lo ha manifestado. Ojal¨¢ quisiera y supiera tener mayor presencia.
Un Estado palestino supondr¨ªa ventajas para todos, israel¨ªes incluidos. Y, desde luego, para los palestinos, cuya condici¨®n sociopol¨ªtica es hoy extremadamente sui g¨¦neris. A la Autoridad Palestina se le achaca desde h¨¢bitos autoritarios hasta corrupci¨®n. Como ha recordado Uri Avnery, tales comportamientos hallan adecuado caldo de cultivo en una situaci¨®n como la actual, en la que la OLP ya no es propiamente un movimiento de liberaci¨®n nacional pero tampoco existe un Estado. No suele haber democracia en los movimientos de liberaci¨®n, mientras que s¨ª la puede haber en un Estado que lo pretenda. En cualquier caso, la democracia se construye m¨¢s f¨¢cilmente en situaciones estables. Y con estabilidad no me refiero a la paz de las c¨¢rceles.
Y hablando de estabilidad, la que proporcionar¨ªa la estatalidad palestina beneficiar¨ªa a Israel. Un vecino estable y, al menos, relativamente satisfecho supondr¨ªa una eficaz garant¨ªa para la seguridad del Estado jud¨ªo y abrir¨ªa paso a genuinas relaciones con los dem¨¢s Estados ¨¢rabes e isl¨¢micos, hoy pr¨¢cticamente inexistentes. De Estado a Estado se reivindica mejor lo que se considera un agravio, incluso el que inflige Ham¨¢s, cuya creaci¨®n, por cierto, fue propiciada por Israel para contrarrestar la creciente implantaci¨®n de la OLP. Cr¨ªa cuervos... Por otro lado, y como apunta Edward Said, no se puede esperar que un pueblo sin Estado, sin derechos y sin esperanza act¨²e como los diplom¨¢ticos que se sientan en una sala de conferencias para hablar de posibles escenarios y de medidas de confianza.
No detento la exclusividad de la racionalidad de los argumentos que apunto, que felizmente son defendidos por importantes n¨²cleos de opini¨®n en Israel y en Estados Unidos. As¨ª, The Washington Post -que no se caracteriza por la defensa de posiciones extremas- ha publicado recientemente un par de editoriales a favor de un Estado palestino. En ellos se?ala la contradicci¨®n que supone que la Administraci¨®n norteamericana pida a Israel que haga concesiones, a cambio de las cuales le promete lo que m¨¢s ans¨ªa: la seguridad. A los palestinos exige lo mismo, pero sin prometerles lo que para ellos es m¨¢s querido: su propio Estado. Ello ha originado que diversas autoridades manifiesten que Washington ha renunciado a la responsabilidad pol¨ªtica y moral de ser el impulsor imparcial en el proceso de paz. Salte a la vista que -salvo que rectifiquen- EE UU no puede ejercer simult¨¢neamente el papel de mediador imparcial y protector de Israel. La UE deber¨ªa pilotar la causa de la estabilidad palestina.
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