Pa¨ªs Vasco:?Paz o libertad?
Bakea behar dugu. As¨ª reza el texto que, sobre una pancarta blanca, pende desde hace semanas del balc¨®n del ayuntamiento de la localidad vizca¨ªna donde resido. Este inquietante lema aparece exclusivamente en vascuence, acompa?ado tan s¨®lo de la inevitable -y solitaria- ikurri?a. Ni el alcalde, peneuvista, ni los ediles del equipo gobernante en el municipio han tenido la cortes¨ªa para con el vecindario castellanohablante -la mayor¨ªa de la poblaci¨®n- de duplicar el mensaje con su equivalente en romance: Necesitamos la paz.
La iniciativa de colgar ese r¨®tulo en las fachadas de los edificios de las instituciones locales y provinciales corresponde, al parecer, a las tres diputaciones vascas, y fue tomada a ra¨ªz del asesinato de Miguel ?ngel Blanco. Id¨¦ntica pancarta encabezaba la manifestaci¨®n de los ciudadanos de Basauri contra el reciente asesinato de Daniel Villar. Quisiera discutir aqu¨ª la pertinencia de ese eslogan y, sobre todo, el grado de sinton¨ªa del mismo con los deseos expresados por la ciudadan¨ªa en las movilizaciones masivas de mediados de julio. A prop¨®sito de tal iniciativa, el diputado general de Vizcaya, Josu Bergara, ha escrito que esa "bandera blanca" (sic) trata de expresar "un sentimiento tan generalizado para este pueblo como la nece sidad de paz", para a?adir, con una ingenuidad rayana en el angelismo, que "la necesidad de paz en Euskadi afecta a todos los ciudadanos y ciudadanas, incluidos aquellos que desde ETA y su entorno imposibilitan la distensi¨®n y la normal convivencia ciudadana". En fin, ser¨ªa muy deseable que Herri Batasuna, "en consonancia con la asunci¨®n de ese emblema, solicitara a ETA el cese inmediato de sus acciones violentas" (El Correo, 14 de agosto de 1997).
Las palabras del se?or Bergara responden a esa actitud t¨ªpica del llamado nacionalismo democr¨¢tico que consiste en derrochar comprensi¨®n hacia las situaciones de sufrimiento del mundo de ETA-HB ("porque quien inflige dolor tambi¨¦n lo padece"), un talante comprensivo que contrasta con la severidad extrema con que suelen juzgar las medidas adoptadas por quienes, empezando por el ministro Mayor Oreja, tienen la responsabilidad principal en la erradicaci¨®n del fascismo vasco. No es extra?o que a los amigos de ETA les haya faltado tiempo para hacer suyo el lema y proponer en los ayuntamientos una serie de debates centrados precisamente en torno a esa necesidad de paz; entre tanto, Jarrai, el frente de juventudes del autodeterminado MLNV, ha desplegado estos d¨ªas su particular campana para implantar el proceso de pacificaci¨®n". Y es que a nuestros cargos p¨²blicos debiera exig¨ªrseles un poco m¨¢s de responsabilidad y de prudencia para que, como m¨ªnimo, se abstengan de sembrar con sus iniciativas m¨¢s confusi¨®n de la que los compa?eros de viaje de nuestro particular euskofascismo se encargan ya de fomentar d¨ªa a d¨ªa. Ni las referencias reiteradas a la bandera blanca resultan especialmente afortunadas, habida cuenta de la connotaciones de rendici¨®n asociadas a tal ense?a, ni el tono general de la campa?a -se saca el pend¨®n en rogativa para implorar a nuestros omnipotentes verdugos que se dignen poner remedio a los males que ellos mismos provocan (Ab ira tual /liberanos Domine!)- resultan los m¨¢s id¨®neos para enfrentarse a un fen¨®meno de corte inequ¨ªvocamente fascista, que hace de la violencia, la coacci¨®n y el desistimiento el n¨²cleo de su estrategia.
Contra lo que se empe?an en sostener algunos entusiastas defensores de la ¨²ltimamente llamada v¨ªa brit¨¢nica, en esta lucha no hay lugar para los atajos ni las f¨®rmulas m¨¢gicas. S¨®lo la firmeza democr¨¢tica sostenida en el tiempo -eficacia policial, aplicaci¨®n de la ley igual para todos, garant¨ªa de los derechos individuales de los ciudadanos- lograr¨¢, probablemente a medio plazo, acabar con el terrorismo e ir disolviendo poco a poco el movimiento fascista residual a ¨¦l asociado. No nos confundamos. Lo que necesitamos los dem¨®cratas en Euskadi no es tanto Paz, con may¨²scula y a cualquier precio, cuando mayores cotas de libertad y democracia. A¨²n m¨¢s: la paz puede ser una enga?osa percha de la que llegado el caso pueden colgarse los contenidos m¨¢s ins¨®litos e indeseables. Por ejemplo, la autodeterminaci¨®n, que s¨®lo preocupa a un sector de la ciudadan¨ªa en la medida en que, interesada y falazmente, se presenta desde ciertos medios como la dorada panacea capaz de poner fin al terrorismo etarra. La paz a trav¨¦s de la famosa negoziazioa es tambi¨¦n el se?uelo favorito con el que peri¨®dicamente quieren confundimos esos ap¨®stoles de la, tercera v¨ªa -Elkarri, ELA, Seti¨¦n, Egibar, Ollora y dem¨¢s- que siguen pugnando por llevar a su molino las aguas generosas de una sociedad cansada de tantas muertes y tanta destrucci¨®n. Estos pescadores de r¨ªo revuelto saben que cuentan con una ventaja decisiva: tienen a su favor la simpat¨ªa y la popularidad que siempre suscita la sola menci¨®n de esta palabra-talism¨¢n. ?Habr¨¢ alguien tan duro de coraz¨®n que no desee ardientemente la paz?
Por fortuna no faltan indicios de que un sector cada vez m¨¢s numeroso de la sociedad civil se resiste a dar por buena tama?a falacia. Significativamente ni bakea ni paz se o¨ªan entre las decenas de improvisados esl¨®ganes que brotaban de las gargantas de los manifestantes bilba¨ªnos en la tarde del 13 de julio. Tampoco se ped¨ªa askatasuna (como en las manifestaciones de las postrimer¨ªas del franquismo). El m¨¢s coreado entre los valores pol¨ªticos sustantivos fue sin duda libertad. Se ped¨ªa, lisa y llanamente, libertad, libertad a secas. Y cuando las gentes de Bilbao pronunciaban ese dulce nomen lo hac¨ªan (mal que le pese al se?or Arzalluz) en castellano, en ese sonoro roman paladino con el cual suele el pueblo -tambi¨¦n en Bilbao - hablar con su vecino.
. La paz, por tanto, deber¨¢ ser, sin duda, el punto de llegada, pero no ser¨ªa razonable situar este valor como objetivo ¨²nico e inmediato, que hubiera de lograrse a toda costa. Si as¨ª fuese no tardar¨ªamos en asemejamos a¨²n m¨¢s a esas desdichadas sociedades sometidas al ominoso sigilo del despotismo. Pues es preciso decir claramente que la paz edificada sobre el miedo no es una verdadera paz, "sino -como escribi¨® bellamente Montesquieu- s¨®lo el silencio de esas ciudades que est¨¢n a punto de caer en manos del enemigo". Cuando las libertades m¨¢s elementales -el derecho a la vida, las libertades de expresi¨®n y, de manifestaci¨®n, el derecho a circular libremente por las calles, la libertad de votar o de pertenecer al partido que a uno le plazca est¨¢n cotidianamente amenazadas , en grave peligro en muchos lugares del Pa¨ªs Vasco, reclamar hist¨¦ricamente- la paz como el bien supremo e inaplazable es tanto como declararse dispuesto a someterse a la dictadura del terror. O sea, proclamar la victoria de los sicarios. No era ¨¦se, por cierto, el camino que nos se?alaron a todos los espa?oles, pero principalmente a los vascos, los vecinos de Ermua. La espl¨¦ndida lecci¨®n de dignidad que nos dieron los ciudadanos de esa villa vizca¨ªna a mediados de julio fue m¨¢s bien la contraria: su apuesta por la v¨ªa del coraje y la insumisi¨®n quedar¨¢ como una denuncia perenne contra los traficantes de pa?os calientes y de rendiciones encubiertas. Hay que tener el coraje c¨ªvico de levantar serenamente la voz frente al atropello, de se?alar con el dedo a los violentos y a sus c¨®mplices, de resistir y luchar cada uno desde su puesto por esos valores b¨¢sicos, el pluralismo y la democracia, sin los cuales la civilizaci¨®n se envilece para sucumbir r¨¢pidamente en la barbarie.
Por lo dem¨¢s, a la vista del comportamiento de algunos representantes pol¨ªticos -del PNV, EA, IU, incluso del PSE-EE-, que en ocasiones han llegado a incurrir en un vergonzoso colaboracionismo con HB, y de la inadecuaci¨®n de los movimientos pacifistas, por su propia naturaleza, para liderar esta nueva fase de afirmaci¨®n democr¨¢tica y de lucha antifascista, parece cada vez m¨¢s urgente organizar en el Pa¨ªs Vasco un amplio movimiento pol¨ªtico-social que dinamice la acci¨®n ciudadana contra el totalitarismo y en favor de las libertades. Un movimiento vigoroso que debe surgir de la sociedad civil y ser capaz de exigir a responsables pol¨ªticos, partidos e instituciones una acci¨®n firme, acorde con la gravedad de las circunstancias por las que atravesamos, reprochando los comportamientos indignos a sus autores y promoviendo la sanci¨®n electoral de quienes se aparten de ese camino.
Puesto que nadie que viva bajo el temor puede ser verdaderamente libre, el primer objetivo debiera ser luchar activamente contra el miedo. Cuando la sociedad sea capaz de sacudirse el terror que inspiran los grup¨²sculos fascistas, la paz vendr¨¢ por a?adidura.
As¨ª pues, ?behar dugu Bakea? Creo sinceramente que sus inventores no han estado muy afortunados al perge?ar tan equ¨ªvoco mensaje. Lo que necesitamos los vascos, m¨¢s bien que la paz -as¨ª, en abstracto-, es, sencillamente, que nos dejen en paz para disfrutar las cotas de libertad consolidadas desde hace dos d¨¦cadas en el resto de Espa?a bajo un r¨¦gimen liberal-democr¨¢tico. La paz no ser¨ªa as¨ª el final de una guerra inexistente -ese grandioso armisticio con el que sue?an algunos-, sino, m¨¢s modestamente, la tranquilidad de vivir en una sociedad civilizada que garantice a todos los derechos b¨¢sicos y unos niveles razonables de seguridad, respeto a la vida y salvaguarda de los bienes p¨²blicos y privados. Y si lo que se quiere es un eslogan para colgar en los edificios p¨²blicos, propongo como alternativa un lema menos timorato y ambiguo. ?Qu¨¦ tal, por ejemplo, Contra el fascismo vasco, libertad y firmeza democr¨¢tica?
-Javier Fern¨¢ndez Sebasti¨¢n es profesor titular de Historia del Pensamiento Pol¨ªtico en la U. del Pa¨ªs Vasco.
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