?Dos modelos que generan pobreza y marginaci¨®n?
Estados Unidos tiene una tasa de desempleo del 4,9% en septiembre de 1997. Si descontamos de ese n¨²mero el "desempleo friccional" (los que est¨¢n en transici¨®n de un empleo a otro, que normalmente son muchos), podemos afirmar que han conseguido pleno empleo. Ese pleno empleo, sin embargo, se da a unos niveles de ingreso (medido por la mediana de la distribuci¨®n de ingresos familiares, seg¨²n el Censo de Estados Unidos) inferiores a los de hace 10 a?os. El sue?o americano, la ilusi¨®n de que cada generaci¨®n viviera mejor, est¨¢ en entredicho (1). En el pa¨ªs aumentan los testimonios y denuncias de una creciente desigualdad, una mayor pobreza y marginaci¨®n entre las minor¨ªas. No es una situaci¨®n ideal.Y nosotros ?qu¨¦ tenemos? Una masa de tres millones y pico de personas que no encuentra trabajo, la casi mitad de los cuales son j¨®venes. Son dos modelos distintos que generan pobreza y desigualdad. Pero el modelo americano ha resuelto al menos el problema del desempleo. ?Con qu¨¦ raz¨®n anteponemos nuestro modelo de pobreza y desigualdad al modelo americano? Probablemente s¨®lo porque es el nuestro, no porque nuestros pobres y marginados est¨¦n comparativamente mejor que los norteamericanos.
Naturalmente, la soluci¨®n est¨¢ entre los dos extremos: en un modelo que combinara la flexibilidad necesaria para que las fuerzas del mercado acerquen las demandas a las ofertas de trabajo con la protecci¨®n que se necesita para garantizar la situaci¨®n laboral de los asalariados dependientes. Algunos atisbos de ese equilibrio los podemos ver en Holanda y Suecia. Pero si creemos que tenemos que cambiar, tenemos que salir de la comodidad relativa que nuestro modelo ofrece a los ya empleados y acercamos algo al otro modelo, que se caracteriza porque las fuerzas del mercado juegan un papel mayor con un cierto ¨¦xito. Desgraciadamente, para algunos resulta m¨¢s c¨®modo propugnar peque?os cambios en nuestro modelo sin entrar en terreno desconocido, apoy¨¢ndose en lo que saben del mismo y en experiencias pasadas. El intento de acercamos al otro modelo nos obliga a conocerlo bien. Con objeto de contribuir a este conocimiento que permita el acercamiento, quiero a?adir las siguientes reflexiones.
El mercado de trabajo norteamericano se suele caracterizar r¨¢pida, parcial y simplistamente por su flexibilidad: la facilidad del despido (cuando el contrato laboral no tiene provisiones a este respecto), la ausencia de seguro m¨¦dico (cuando no est¨¢ pactado en la contrataci¨®n colectiva), la facilidad en cerrar empresas y echar a la gente a la calle, la ausencia de cargas laborales como d¨ªas de vacaciones pagados, el pago de salarios m¨ªnimos a trabajadores no cualificados, etc¨¦tera (2).La flexibilidad del mercado laboral aparece como una gran facilidad legal e institucional para contratar, formular contratos y rescindirlos.
A nivel macroecon¨®mico, la flexibilidad afecta a la creaci¨®n de empleo en la medida en que afectan las decisiones de los empresarios de contratar, de manera que si la flexibilidad no afectara a estas decisiones no tendr¨ªa nada que ver con la creaci¨®n de empleo. Esto es lo que hay que someter a escrutinio, porque la relaci¨®n no funciona mec¨¢nicamente. ?Cree alguien que si en Espa?a se flexibilizara el mercado de trabajo hasta ponerlo a niveles norteamericanos, dejando lo dem¨¢s igual, se iba a absorber a todos los desempleados, digamos, en 10 a?os, y llegar al pleno empleo en el a?o 2007?
Nadie se lo cree; al menos nadie que conozca bien la econom¨ªa espa?ola y la teor¨ªa econ¨®mica del mercado de trabajo.
Personalmente creo que la flexibilidad del mercado laboral de Estados Unidos no se puede reproducir en Europa. Tendr¨ªamos que imitar previamente la flexibilidad y movilidad de la sociedad entera, de sus mercados financieros, sus mercados inmobiliarios, sus sistemas de comunicaciones y transportes, la competencia entre empresas, la integraci¨®n cultural, administrativa y pol¨ªtica de que gozan. Un mercado laboral flexible s¨®lo es posible en una sociedad flexible, y en Europa no se da esta flexibilidad previa -o ambiental- que har¨ªa posible un mercado laboral al estilo del americano. Lo cual no es un argumento para no flexibilizar m¨¢s nuestro mercado de trabajo, sino para hacer lo que convenga en nuestro contexto social e institucional para permitir que las fuerzas del mercado funcionen en favor de los desempleados. Los responsables tendr¨¢n que decidir en qu¨¦ consisten estos cambios.
La flexibilidad de las instituciones del mercado de trabajo se justifica ¨²nicamente por sus resultados, en cuanto permite mayor juego a las fuerzas -ciertamente vigiladas y reguladas -del mercado para crear empleo en condiciones siempre m¨¢s favorables para el desarrollo humano de los asalariados. La flexibilidad entendida como aumento del poder monops¨®nico del empleador para hacer lo que quiera -lo que supone una negaci¨®n de las fuerzas del mercado- es otra historia bien diferente. A veces se reclama ¨¦sta cuando se invoca la primera.
Tampoco en Estados Unidos hay un v¨ªnculo inexorable entre la flexibilidad y el empleo. Si la rigidez del mercado de trabajo fuera la causa ¨²nica o principal del desempleo, ?c¨®mo se explican las tasas de desempleo de cerca del 10% durante 1982 y 1983 en Estados Unidos en una ¨¦poca -la del presidente Reagan- en que las condiciones de contrataci¨®n no eran sustancialmente diferentes de las actuales? Obviamente, en la creaci¨®n de empleo en Estados Unidos que se ha producido estos ¨²ltimos a?os hay algo m¨¢s que la facilidad de despido, la ausencia de seguro m¨¦dico y salarios de miseria. De modo que lo esencial en la situaci¨®n del mercado de trabajo americano no es s¨®lo la flexibilidad.
El crecimiento del empleo entre 1992 y 1996 en Estados Unidos se ha dado con tasas de crecimiento superiores a las de Europa: 1,58% de promedio anual de crecimiento real del PNB en Estados Unidos frente a un 0,98% en Alemania (3). La productividad en Estados Unidos ha crecido a una tasa anual del 2,7% en el segundo trimestre. Es el crecimiento m¨¢s grande en los ¨²ltimos tres anos y medio (4). La productividad ha estado creciendo m¨¢s r¨¢pidamente que los salarios reales. ?sta es posiblemente la clave de la situaci¨®n de empleo' Pero n¨®tese que hay dos variables en la ecuaci¨®n: costes y productividad del trabajo. Como supone la teor¨ªa, cuando esta relaci¨®n es la adecuada el empleo aumenta: el beneficio de, emplear a un obrero marginal es mayor que su costo, para ponemos neocl¨¢sicos. El empresario emplea porque gana con ello. Por eso ha invertido masivamente en los ¨²ltimos a?os en modernizar sus empresas y potenciar a sus trabajadores. Si algo muestra el modelo americano es la racionalidad de las empresas privadas en la creaci¨®n de empleo y de la conducci¨®n macroecon¨®mica que se lo permite.
Adem¨¢s, la productividad puede superar a las. supuestas rigideces del mercado. En Alemania, entre 1960-1973 la productividad creci¨® a una tasa promedio del 4,2% anual mientras en Estados Unidos crec¨ªa s¨®lo al 2% de promedio anual (5). Consecuentemente, la situaci¨®n de empleo fue mucho m¨¢s favorable en Alemania que en Estados Unidos, con pleno empleo durante toda la d¨¦cada (importando mano de obra), a pesar de que durante esa ¨¦poca se introdujeron y desarrollaron las "rigideces" de la econom¨ªa social del mercado.
Estas consideraciones generales nos ayudan a entender la situaci¨®n del mercado laboral en Estados Unidos, cuyos resultados no se pueden atribuir exclusivamente a la flexibilidad del mercado de trabajo. Junto con la contenci¨®n de los costos salariales, que sin duda la flexibilidad propicia, yo destacar¨ªa otros tres elementos creadores de empleo en Estados Unidos recientemente: a) crecimiento sostenido no inflacionario, b) aumento de la productividad del trabajo y c) estrategias empresariales de expansi¨®n e innovaci¨®n. Tenemos que considerarlos todos juntos, si queremos aprender de la f¨®rmula americana sin prevenci¨®n ni complejos, para copiar -adaptando en todo caso- algo que funcione para resolver el problema de desempleo que tenemos. No parece, pues, que para acercarse al modelo americano sea necesario ni suficiente adoptar la facilidad del despido y la miseria de los salarios. Con la introducci¨®n de alg¨²n grado mayor de flexibilidad habr¨ªa que cambiar tambi¨¦n el entorno macroecon¨®mico y el comportamiento empresarial.
1. Barlett Donald L. and James B. Steele, 1996. America: whole stole the dream? Andrews & McMeel, Kansas.
2. Ver la descripci¨®n que hace de "flexibilidad" Vicen? Navarro, 1997. Neoliberalismo y Estado de bienestar. Ariel, Barcelona, p¨¢ginas 40-43.
3. Intemational Monetary Fund, 1997. World economic outook. Washington DC, p¨¢gina 136.
4. The Financial Times, 10 de septiembre, 1997, p¨¢gina 6,.
5. Paul Krugman, 1990. The age of diminished expectations. The MIT Press, p¨¢gina 14.
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