Cogida muy grave de Jos¨¦ Antonio Iniesta
El primer novillero golpe¨® de forma tremenda a Jos¨¦ Antonio Iniesta cuando lo toreaba al natural. Lo corne¨® con verdadera sa?a y le produjo una herida en el tri¨¢ngulo de Scarpa de pron¨®stico muy grave.Acud¨ªa el novillo al cite, de s¨²bito meti¨® la cabezada incierto, aguant¨® como un jabato el torero, y lo arroll¨®.
Lo arroll¨® y se lo ech¨® a los lomos. Y, al caer, el novillo, que era de los de casta brava, le tir¨® derrotes a todas partes; lo mismo iban a las piernas que al torso o al cuello, y uno de ellos cal¨® hondo en ese tri¨¢ngulo de Scarpa donde se producen las peores cornadas, que han sido causa de muchas tragedias en la historia del toreo.
La sangre manaba a borbotones mientras llegaban las asistencias, un pe¨®n meti¨® el pu?o para taponar la herida y entre todos se apresuraron a llevarse al torero a la enfermer¨ªa.
Buend¨ªa / Iniesta, Abell¨¢n
Novillos de Joaqu¨ªn Buend¨ªa, bien presentados y encastados en general. Jos¨¦ Antonio Iniesta: herido muy grave al muletear al 1?.Miguel Abell¨¢n, de Madrid, nuevo en esta plaza: pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo y estocada (palmas); pinchazo, otro perdiendo la muleta, Pinchazo, estocada y rueda de peones (silencio); estocada baja perdiendo la muleta, descabello -aviso- y descabello (aplausos y saludos); estocada perdiendo la muleta y descabello (silencio); bajonazo perdiendo la muleta y rueda de peones (aplausos y tambi¨¦n protestas cuando saluda desde el burladero); pinchazo y estocada perdiendo la muleta (ovaci¨®n y saludos). Plaza de Las Ventas, 28 de septiembre. M¨¢s de media entrada.
El dramatismo del percance qued¨® latente en el p¨²blico la tarde entera, y cada vez que un novillo pegaba un achuch¨®n, incluso cada vez que tropezaba cualquier torero, sal¨ªan de los tendidos gritos desgarradores.
Los p¨²blicos est¨¢n poco acostumbrados a ver cogidas de tanta gravedad, afortunadamente. Tambi¨¦n est¨¢ poco acostumbrados a ver toros de casta, que son los que suelen provocarlas y, por supuesto, dan importancia a la lidia, emoci¨®n al arte de torear.
Con estos novillos de casta, alguno dificultoso, hubo de enfrentarse Miguel Abell¨¢n, que debutaba en Madrid rodeado de gran expectaci¨®n. ?l solo con los seis. Y dio la talla porque se le vio sobrado de recursos; pundonoroso y valiente.
Ya al novillo del percance lo tore¨® por redondos haciendo gala de una serenidad sorprendente, dada la proximidad de los angustiosos momentos vividos durante la impresionante cogida. Y en los siguientes, hasta seis, batall¨® con denuedo, busc¨® afanosamente el triunfo.
El triunfo, sin embargo no lleg¨®. Al oficio no a?ad¨ªa Miguel Abell¨¢n un especial gusto art¨ªstico, ni tampoco hondura en la ejecuci¨®n de las suertes. Las faenas transcurr¨ªan cumplidoras, eso era todo. Con el manejable segundo de la tarde, apenas pas¨® de aseado y ¨²nicamente remont¨® la calidad de los pases al dibujar los ayudados y los cambios de mano finales.
La gran oportunidad se present¨® en el tercero, muy flojo y
de encastada nobleza. -El novillo era uno de esos que se prestan a armar el aloboroto y no cabe duda de que Miguel Abell¨¢n lo intent¨®, aunque sin alcanzar aquel prop¨®sito.
Le instrument¨® Abell¨¢n un buen quite por buriassotinas,tambi¨¦n llamadas talaveranas, que es suerte de la que hizo creaci¨®n V¨ªctor Manuel Bl¨¢zquez, hijo de Burjassot. Y con la muleta lo tore¨® profusamente al natural. Bueno es que en pleno imperio del vulgar derechazo los toreros se echen la muleta a la izquierda y basen sus faenas en el toreo fundamental, que se ejecuta con esa mano. Miguel Abell¨¢n traz¨® algunos naturales largos y ce?idos pero -ah¨ª estuvo el fallo- no lig¨® ninguno.
Fiel seguidor de esa t¨¦cnica moderna que se sustancia per-
diendo terreno, Abell¨¢n la practic¨® en cada pase sin dejar ni uno; de manera que, al rematarlo, se iba lejos del toro y volv¨ªa a empezar. Termin¨® de nuevo con los ayudados rodilla en tierra, alguno de los cuales resultaron excelentes, mas no consiguieron hacer olvidar la mediocridad con que hab¨ªa transcurrido lo esencial de la faena.
No mejor¨® ni empeor¨® la actuaci¨®n de Miguel Abell¨¢n en la segunda mitad de la novillada. El cuarto se le quedaba corto y no contribu¨ªa al lucimiento. Estuvo valent¨®n en el quinto, que en lugar de embestir topaba sin fijeza y devino peligroso. Al sexto lo recibi¨® con tres largas cambiadas de rodillas y volvi¨® a desaprovechar la encastada embestida con un muleteo desligado en el que hubo abuso de pico.
La verdad es que Miguel Abell¨¢n despach¨® la novillada como quien lava; sobrado de recursos, pundonoroso y valiente, todo lo cual es de gran m¨¦rito. Sin embargo se le advirti¨® una contumaz predisposici¨®n a desprenderse de la muleta en la suerte-suprema, y as¨ª lo hizo en los seis novillos; le falt¨® arte a su toreo; provoc¨® muy escasas emociones
Precisamente esas emociones hab¨ªan surgido de la conjunci¨®n del toro de casta y el toreo bueno que Jos¨¦ Antonio Iniesta cuaj¨® al novillo que le hiri¨®. Primero fue en un quite por ver¨®nicas. Luego en los ayudados torer¨ªsimos y en los naturales que instrument¨® a continuaci¨®n. Y en uno de ellos lleg¨® la impresionante cornada. Fue lamentable y horrible. Pero ese es el riesgo que se corre cuando se torea de verdad.
Babelia
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