El 'big father' o Fraga contra don Manuel
En su obra 1984, George Orwell bautiz¨® el poder del ojo que todo lo ve¨ªa y controlaba como big brother, el gran hermano. Galicia no vive un r¨¦gimen totalitario, pero en 1997 podr¨ªamos hablar de Fraga como una especie de big father, el gran padre.El ojo del big father se llama Jes¨²s P¨¦rez Varela. Un recurso hiperb¨®lico, la oposici¨®n se ha referido al consejero de Cultura y Comunicaci¨®n como O peque?o Goebbels. P¨¦rez Varela, ciertamente menudo de estatura, hubiese querido borrar hoy un detalle escabroso de su historial, el de haber, sido director en v¨ªsperas del 23-F de El Imparcial, diario que era baluarte ultraderechista. En aquella ¨¦poca del Pleistoceno, la pluma de Varela no era volteriana. Y en cuanto tocaba el filo de las autonom¨ªas echaba m¨¢s chispas que la rueda de un afilador. Ser¨ªa injusto acudir al implacable refranero gallego, que dice que "el lobo muda el diente, pero no la mente". Varela es hoy un alto cargo de una democracia autonomista y ha pasado del siempre ingrato periodismo al papel m¨¢s gratificante de Humpty Dumpty: "La cuesti¨®n es qui¨¦n manda aqu¨ª, eso es todo". Para ¨¦l hay algo que est¨¢ por encima de todas las cosas mundanas; don Manuel Su fidelidad es la del Evangelio seg¨²n san Lucas: Qui fidelis est in minimo et in mayori fidelis est, el que es fiel en lo poco tambi¨¦n lo es en lo mucho.
?l es quien se preocupa del m¨¢s peque?o detalle en la imagen y la agenda del presidente, quien ha obrado el milagro de rejuvenecerlo en un lifiting fotogr¨¢fico tan entra?able como descarado y, sobre todo, quien se encarga de que el big father llegue a las terminales de todos los hogares.
Con Varela o sin ¨¦l, todo el mundo sabe que la locomotora de don Manuel se llama Fraga. Como respondi¨® al Abc cuando el pol¨¦mico viaje a Cuba: "Yo hago de mi capa un sayo". Sobre el papel, todo parece a punto para que se deslice triunfal por tercera vez. Los ra¨ªles del PP llegan hasta la ¨²ltima aldea. Se ha ido implantando como un partido org¨¢nico, que exhibe 100.000 militantes, desde alg¨²n beb¨¦ de padre adicto hasta una abuela centenaria. No es que tenga el poder. Es el poder. El Gobierno central, contra el que se pugnaba con facundia nacionalista cuando estaba Gonz¨¢lez, es ahora el Gobierno amigo. Adem¨¢s de la Xunta, el PP controla las cuatro diputaciones, el 85% de los ayuntamientos y el parte meteorol¨®gico. Una especie de unanimismo que, sin embargo, es equ¨ªvoco. Con las circunstancias a favor, los herederos del big father sienten la inquietud de este oto?o. Se obsesionan con una china en el zapato. Se vigilan en un romance de lobos. Y no entienden c¨®mo uno de cada. dos gallegos no est¨¢ feliz con este mundo ideal.
Fraga, hoy, es un problema para don Manuel. En primer lugar, le ha hecho incumplir su palabra de no presentarse. Quiz¨¢ eso no tenga importancia en el imperio medi¨¢tico de lo ef¨ªmero, pero la palabra es un valor sagrado en la cultura gallega. El trasacuerdo de Fraga pone en evidencia una debilidad interior, la guerra de sucesi¨®n, y obedece a una presi¨®n exterior, la de un Aznar que encajar¨ªa en el ment¨®n un golpi?o electoral en Galicia. Fraga reconoce que don Manuel representa el plus necesario para ganar. Y eso, m¨¢s que a unas elecciones, lo aboca a un plebiscito.
Hay otro problema. Fraga, hoy, no est¨¢ en sincron¨ªa con don Manuel. Su lema para triunfar era el del almirante Nelson, llegar 15 minutos antes al lugar indicado. Ahora llega, s¨ªmb¨®licamente, 15 despu¨¦s. Ha hecho m¨¢s por su partido que al rev¨¦s. Sigue multiplic¨¢ndose, eso s¨ª, como si tuviera en el armario un regimiento de cl¨®nicos.
Y hay una tercera cuesti¨®n en la que Fraga conspira contra don Manuel. Ha contratado a un masajista, O Bruxo. El masaje es el mensaje. Don Manuel, el big father, empieza a cansarse de ser Fraga.
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