Frutos secos... y mucho licor
Las tiendas de frutos secos son un negocio muy polivalente. Lo mismo venden donuts que botellas de whisky, regalices rojos que sangr¨ªa en tetrabrik. Su hora de cierre depende de la voluntad del propietario, ya que no existe una reglamentaci¨®n concreta que establezca una hora tope para echar el cierre."Yo abro hasta la una de la madrugada, m¨¢s o menos. Echo aqu¨ª muchas horas, pero cierro a una hora prudente", dice Antonio, un tendero. "Existe un vac¨ªo legal en cuanto al horario de los establecimientos. El Bolet¨ªn de la Comunidad establece un m¨¢ximo de 72 horas semanales de atenci¨®n al p¨²blico. La distribuci¨®n de ese tiempo ya es responsabilidad del tendero", explica. "Pero, por ejemplo, los chinos no cumplen con ese tiempo. Est¨¢n abiertos hasta las cinco o las seis de la ma?ana", se queja.
Horarios
Un fen¨®meno curioso se desarrolla en este tipo de establecimiento: inmigrantes de nacionalidad china copan, desde hace apenas unas semanas, ¨¦stos negocios. Un joven chino que regenta la tienda de frutos secos de la calle del Esp¨ªritu Santo declar¨® que cerraba tarde, pero no quiso especificar a qu¨¦ hora. Sin embargo, asegur¨® que tiene todos los papeles de la tienda en regla. "No como la tienda de al lado [un comercio semejante al suyo], que ha sido cerrada hace apenas dos d¨ªas", dijo.Tanto vecinos como los propietarios de los bares se quejan de que el Ayuntamiento no regule con precisi¨®n a estos establecimientos. "Es inexplicable que la polic¨ªa local exija que los bares, que son establecimientos insonorizados, con servicio y construidos expresamente para atender al p¨²blico, cierren a partir de las tres de la ma?ana y, sin embargo, permita que los ultramarinos sigan abiertos hasta las tantas y vendiendo a menores", se queja Juan Carlos, de 25 a?os y que trabaja en el bar Alaska, en la plaza de San lldefonso. Este bar lo abri¨® la abuela de Juan Carlos hace 40 a?os. "Yo me planto en la puerta para impedir que los, menores de edad entren a comprar bebidas alcoh¨®licas y para que los que las compran no salgan a beber a la calle", explic¨® Juan Carlos.La mayor¨ªa de los bares de Malasa?a no permiten que sus clientes saquen las copas. Por eso la queja de los vecinos recae sobre las tiendas de frutos secos que son "tabernas camufladas", dice Jos¨¦ Manuel Domingo, portavoz de la Asociaci¨®n de vecinos y comerciantes de Malasa?a.
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