El Madrid muere con orgullo
En los ¨²ltimos instantes, el Olympiakos mantuvo la calma y se llev¨® el partido
Europa le dio ayer un ultim¨¢tum al Real Madrid. Una derrota terminaba de sepultar todas sus ilusiones de salir con bien de la primera fase, m¨¢s all¨¢ de la terquedad de las matem¨¢ticas. Si el Madrid acaba entre los tres ¨²ltimos, se enfrentar¨¢ a los tres mejores del grupo B, el del Estudiantes, con la lacra a?adida de que va en los resultados de la primera fase. Una victoria, en cambio, apenas era significativa, competitivamente hablando, aunque s¨ª en el aspecto espiritual, tan determinante cuando las aguas bajan revueltas. El Madrid cay¨® ayer ante un enorme rival. Conclusi¨®n: ya s¨®lo le quedan las matem¨¢ticas como asidero. Pero el conjunto blanco est¨¢ obligado a so?ar, a sacar una lectura positiva, m¨¢s all¨¢ del resultado, del partido. Ha recuperado iodo su cr¨¦dito. Que no es poco.Lo de ayer era un examen. Un examen definitivo. El cuadro blanco estaba obligado a demostrar que a¨²n es alguien en esto del baloncesto, lejos de la ACB. Lo es. Dice Mart¨ªn que la ecuaci¨®n es desquiciante: Copa de Europa, cero victorias de cuatro partidos... para no dormir.
Que duerma. El Madrid de las dos caras pas¨® ayer a mejor vida. Cay¨®, pero a lo grande. Necesitaba el cuadro blanco demostrar que era un equipo de baloncesto, adem¨¢s magn¨ªfico, no el mejor ejemplo para un tratado de Freud. Sin embargo, para tan definitiva ocasi¨®n, el oponente era el peor de los posibles: el Olympiakos, un conjunto cuyo poder se resume as¨ª: actual campe¨®n de Europa, l¨ªder en su grupo de la Euroliga e invicto en el campeonato griego.
Para resucitar, el Madrid ten¨ªa que superar a un rival capaz de desplumar a cualquiera, un equipo de juego burocr¨¢tico, ahorrativo. Y por ah¨ª llev¨® el partido el Olympiakos. Despacio. Le fue de vicio porque nadie pudo con Tarlac y porque en los momentos decisivos las mu?ecas de los de fuera funcionaron.
El Madrid comenz¨® ahogado. Porque la lentitud se contagia. Le hac¨ªa falta una quinta velocidad para que los griegos no manejaran el reloj a su antojo. Se acord¨® entonces Mart¨ªn de un tal Ant¨²nez, al que se supon¨ªa castigado. Y comenz¨® a correr el Madrid. Esa acelaraci¨®n dinamit¨® la desventaja de cinco puntos (15-20) y sac¨® una foto distinta del choque (39-32). Aceleraba Ant¨²nez, se relam¨ªa Bodiroga y Arlauckas recuperaba toda su grandeza.
Lleg¨® el marcador al descanso en equilibrio (41-38). El Madrid aprobaba y lo hac¨ªa con nota. Sus jugadores llevaban la rabia pintada en su rostro. Pero por desgracia, redujeron de golpe su enorme acierto de la primera mitad (72% en tiros de dos). Una l¨¢stima. Ello le dio alas al Olimpiakos, herido por las correr¨ªas de Ant¨²nez y la calidad de Bodiroga. Si reinaba la cadencia, reinaba Olympiakos, siempre al tran-tran. Baloncesto control que lo llaman. A falta de cinco minutos todo estaba como al principio (65-65). El partido era de una intensidad ¨¦pica. Echaba de menos el Madrid un m¨ªnimo acierto en el tiro exterior. Y naufrag¨® en sus rid¨ªculos porcentajes en tiros libres (50 '/o), mientras su rival martilleaba el aro desde la lejan¨ªa, con Karnisovas de abanderado.
Dos fallos consecutivos del Madrid anunciaron la despedida (70-75). Quedaba poco m¨¢s de un minuto y necesitaba un h¨¦roe. Pero en una noche en la que muchos lo fueron (Ant¨²nez, Arlauckas y, por supuesto, Bodiroga) s¨®lo apareci¨® Herreros. Pero demasiado tarde. Su triple lleg¨® al abrigo de una bocina que volvi¨® a ser f¨²nebre para el Madrid.
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