El cicl¨®n se aplaca
Fraga pisa el freno en los m¨ªtines, pero mantiene el vigor para inaugurar multitud de obras
"Manolo, est¨¢s guap¨ªsimo", le adula la se?ora que aborda al presidente de la Xunta en la R¨²a do Pr¨ªncipe, la arteria peatonal, del centro de Vigo. Manuel Fraga sonr¨ªe, esboza un gesto de satisfacci¨®n y responde: "Bueno, nos vamos defendiendo". El desgaste de cadera que se le agudiz¨® tras el pasado verano ha hecho m¨¢s acusado ese andar caracter¨ªstico, bamboleante, que le vali¨® el apelativo de zapatones. Ahora, Fraga cojea ostensiblemente, pero no por ello deja de avanzar con determinaci¨®n, de entrar en bares, zapater¨ªas y estancos, y de sentarse con unos ni?os en las escaleras de acceso a un comercio. Al pasar, todos los comentarios versan sobre su aspecto f¨ªsico, pero las opiniones se dividen: Unos le ven deca¨ªdo, otros le encuentran "mucho mejor de lo que dicen por ah¨ª". "Usted vivir¨¢ muchos a?os", le promete otra se?ora.Este Fraga, que cumplir¨¢ 75 a?os el pr¨®ximo 23 de noviembre, ya no es el Fraga de verbo apocal¨ªptico y actividad febril que recorr¨ªa Espa?a mostrando sus tirantes rojigualda. Sus agendas diarias siguen teniendo pocos huecos y todav¨ªa se permite bromear sobre la incapacidad de algunos periodistas para seguirle el ritmo. De vez en cuando tambi¨¦n asoma su palabra en¨¦rgica o no se reprime de abroncar en p¨²blico a alg¨²n colaborador. Pero ya raramente da golpes sobre el atril de la tribuna de oradores, y la parroquia corresponde con esa actitud m¨¢s teamplada conteniendo el entusiasmo, sin excederse en las aclamaciones o en los aplausos.
La edad ha domado sus ¨ªmpetus y su car¨¢cter. ?Qu¨¦ le hubiera dicho el Fraga de hace 10 a?os a ese hippie que tocaba la flauta en Vigo y que se neg¨® a darle la mano?. "Vaya, parece un encantador de serpientes", le dijo el fundador del PP a modo de saludo. "No me interesa hablar con usted", respondi¨® secamente el flautista de ojos hundidos entre gre?as. "Est¨¢ en su derecho. Era s¨®lo por una cuesti¨®n de cortes¨ªa", le respondi¨® Fraga, y sigui¨® su camino.
Durante el paseo por Vigo, el pasado jueves, Fraga cometi¨® algunos deslices, aunque no muy distintos de los que han engrosado el largo anecdotario de su biograf¨ªa. Su reparto de folletos publicitarios alcanz¨® a una periodista y a uno de sus acompa?antes, el candidato n¨²mero dos del PP por Pontevedra, Alberto Dur¨¢n. A una mujer de acento suramericano la despidi¨® con una afable "bienvenida a Santiago".
Pero estos lapsus que le han hecho c¨¦lebre -se cuenta que lleg¨® a dar la mano a un maniqu¨ª de unos grandes almacenes- los compensa con fulminantes alardes de memoria. Un se?or se le acerc¨® con sus dos hijos y le explic¨® que era hijo de fulanita. Fraga asinti¨® y los que contemplaban la escena pensaron que todo era un cumplido para no defraudar a su interlocutor. Pero, tras permanecer un rato pensativo, el fundador. del Partido Popular se arranc¨®: "He sentido mucho la muerte de Pepe. M¨¢s tarde, a un se?or que dijo ser sacrist¨¢n de la catedral de Tui, le dedic¨® una minuciosa alabanza al ¨®rgano del templo.
Los dirigentes del PP gallego y sus asesores de imagen han mostrado una ostensible preocupaci¨®n acerca de que la edad de Fraga les perjudicase electoralmente. Por eso le prepararon una agenda liviana, encargaron un absurdo maquillaje electr¨®nico de su fotograf¨ªa y repartieron consignas entre algunos medios de comunicaci¨®n para que no se reprodujese la imagen del, presidente subiendo escaleras. Resulta chocante tanta prevenci¨®n cuando la inmensa mayor¨ªa de los asistentes a sus m¨ªtines rebasa con holgura la cincuentena. S¨®lo en las ciudades aparecen entre el auditorio algunos chicos de pelo engominado.
Pero, en realidad, los m¨ªtines est¨¢n siendo un aspecto completamente secundario de la actividad electoral de Fraga. La verdadera campa?a se dise?a desde la Xunta, no desde el PP, si es que a estas alturas pueden establecerse a¨²n diferencias entre lo que pertenece al partido y lo que corresponde a la Administraci¨®n. En ocasiones ni siquiera el personal que trabaja para el presidente tiene muy claro si se trata de un acto partidista o institucional. As¨ª, reparte folletos del PP, y cinco, minutos despu¨¦s inaugura una obra.
Desde primeros de septiembre ha cortado ya casi un centenar de cintas para simbolizar la puesta en marcha de alg¨²n nuevo proyecto. En las ¨²ltimas fechas, las m¨¢s fren¨¦ticas, Fraga ha llegado a inaugurar cinco obras en un s¨®lo d¨ªa: desde simples cajeros autom¨¢ticos hasta grandes tramos de autov¨ªas. Tampoco es necesario que el proyecto est¨¦ terminado. Llega el presidente, pronuncia el discurso de rigor, departe con las autoridades locales, las c¨¢maras registran el momento y, cuando el coche oficial pone rumbo a otro pueblo, las m¨¢quinas vuelven a trabajar, se retiran las canastas de baloncesto para seguir adecentando la cancha, la biblioteca queda sin libros o los operarios retiran los tapetes de c¨¦sped que decoraban provisionalmente la entrada al edificio.
La oposici¨®n no deja de criticarle por lo que considera un aprovechamiento partidista del cargo, pero Fraga no se inmuta. Siempre tiene a mano una respuesta. El pasado jueves, en Vigo, asegur¨® que era la segunda vez que visitaba la ciudad durante la campa?a, y los periodistas se preguntaron perplejos si es que acaso hab¨ªa acudido de inc¨®gnito anteriormente. En Nar¨®n (A Coru?a), se encontr¨® a la entrada de un mitin con cinco personas que portaban una pancarta en la que se ped¨ªan m¨¢s fondos para una asociaci¨®n de ayuda al toxic¨®mano. El l¨ªder del PP tom¨® nota y prometi¨® en su discurso que el pr¨®ximo Gobierno encarar¨ªa la lucha contra la droga como su "primera prioridad". ?Cu¨¢l habr¨ªa sido la principal preocupaci¨®n de la futura Xunta si los que llevaban la pancarta hubiesen sido maestros o ganaderos?
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