El milagro de Lard¨ªn
Rapado, lleno de cicatrices en la cabeza y con dos bolsas amoratadas bajo los ojos, Lard¨ªn salt¨® al c¨¦sped del Calder¨®n como si nada hubiera pasado, como si el accidente de circulaci¨®n que sufri¨® hac¨ªa tan s¨®lo ocho d¨ªas no hubiera sucedido jam¨¢s. Milagroso. Lard¨ªn dice que las vueltas de campana le descubrieron de golpe la importancia de su existencia y que, desde entonces, sus ganas de vivir se han multiplicado. Las de vivir, y por lo visto ayer, las de jugar. El club reclamaba prudencia, avisaba de la conveniencia de cierto reposo, pero Lard¨ªn quer¨ªa jugar. Y no hab¨ªa forma de frenarle. As¨ª, aunque de salida Antic le reserv¨® en el banquillo, le solt¨® al campo a los 64 minutos. El p¨²blico del Calder¨®n dedic¨® a su extremo izquierda una de las ovaciones m¨¢s atronadoras de los ¨²ltimos a?os. Lard¨ªn tom¨® posesi¨®n de su banda y le inyect¨® su velocidad. No lleg¨® a golpear la pelota con la cabeza (el jugador hab¨ªa asegurado en la v¨ªspera que no dudar¨ªa en cabecear si el bal¨®n pasaba cerca a la altura precisa), pero su juego fue tan peligroso como de costumbre. Lo dicho, milagroso.
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