Reivindicaci¨®n de la caridad
Una de las caracter¨ªsticas de la posmodernidad es su repetida debilidad de pensamiento y su consecuente tendencia a fragmentar la visi¨®n de la vida de forma que los conceptos pueden ser interpretados con la mayor temeridad. Exactamente esto es lo que ha sucedido en ciertos ambientes, y no menos se ha escrito en ciertos medios de difusi¨®n, con motivo de la muerte y toda la acci¨®n de Teresa de Calcuta.Mientras desde ¨¢mbitos un tanto exagerados, preciso es reconocerlo, se exaltaba la personalidad y la obra de esta religiosa cat¨®lica hasta l¨ªmites no de recibo, desde otros, menores en n¨²mero pero de mayor relevancia medi¨¢tica, se insist¨ªa una y otra vez en la confrontaci¨®n de su evidente caridad y de una pretendida ausencia de justicia en la realizaci¨®n de tal caridad. Los primeros pecaban de cierto fundamentalismo exacerbado, pero los segundos comet¨ªan el peligroso error que llena el primer p¨¢rrafo de este art¨ªculo: debilitar la reflexi¨®n sobre el concepto de caridad y alcanzar, as¨ª, una lacerante temeridad en sus reflexiones posteriores. Seguramente somos muchos los creyentes a quienes no ha gustado ni una cosa ni otra, pero, puestos a censurar intelectualmente, tambi¨¦n es probable que censuremos con mayor acritud lo que es fruto de inteligencias llamadas a ser m¨¢s sensatas y perspicaces a la hora de abordar nada menos que una realidad que constituye la misma esencia del cristianismo y, desde ah¨ª, del catolicismo: la caridad, es decir, el amor eficaz en favor de quien necesita ser ayudado, ser apoyado, ser acompa?ado en el camino de la vida. En otras cuestiones podremos admitir determinadas superficialidades de definici¨®n y de aplicaci¨®n pero ¨¦sta no. Lo que est¨¢ en juego es, ni m¨¢s ni menos, la clave de la b¨®veda de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra colectividad creyente. Habr¨¢, pues, que proponer algo m¨¢s preciso sobre la caridad cristiana / cat¨®lica para, desde ah¨ª, comprender mejor a Teresa de Calcuta. Y a tantos otros semejantes a ella.
El creyente de verdad lo ¨²nico que pretende es que la salvaci¨®n que manifiesta el evangelio de Jes¨²s de Nazaret, el Cristo de Dios, se abra camino en su sociedad como aportaci¨®n de una realidad radicalmente positiva tanto en lo individual como en lo colectivo. Y resulta que, cuando buscamos lo que realmente aporta el citado evangelio como instrumento de salvaci¨®n original, nos encontramos con la caridad, concebida, insistimos en ello, como amor eficaz o, de otra manera? de obras. Claro est¨¢ que el no creyente o el creyente un tanto superficial podr¨¢n interpretar el concepto de caridad cristiana / cat¨®lica como les venga en gana, pero ello no les exime de equivocarse estruendosamente hasta fundamentar toda su reflexi¨®n posterior en "algo" que en realidad "no es como se dice ser". Por ejemplo, la caridad en cuanto tal comporta la justicia como elemento intr¨ªnsecamente vinculado a su propio ejercicio: no en vano, quien ama eficazmente y con obras, de forma inevitable tiene que introducir el factor justicia en lo que lleva a cabo. Pensar lo contrario ser¨ªa una estupidez intelectual, adem¨¢s de no responder a la verdad. Ahora bien, si a pesar de, todo ello alguien se empe?a en frivolizar la cuesti¨®n, tendremos que soportar con esmerilada paciencia su punto de vista. Pero la verdad es la verdad se someta a la instrumentalizaci¨®n que se quiera, y nada la conturba en su misma naturaleza. La caridad seguir¨¢ siendo relativa a la justicia se admita o no se admita-. Salvo que no sea aut¨¦ntica caridad.
Teresa de Calcuta ejercit¨® un amor de obras ante los ojos de todo el mundo, hasta llegar a crear una corriente en la sociedad eclesial y civil que permanece en estos momentos como opci¨®n de muchas personas a la instituci¨®n que cre¨®. Claro est¨¢ que otras personas, y siempre motivadas por la misma fe que Teresa de Calcuta, operan una caridad en que la justicia se desarrolla de forma m¨¢s evidente por su car¨¢cter preferentemente estructural y hasta escandaloso en nuestra sociedad y en otras sociedades. Sin perseguir mayores casos de todos conocidos, ah¨ª est¨¢n los jesuitas de El Salvador o los maristas del antiguo Zaire, junto a tantas personas que, desde la fe o desde otras instancias m¨¢s reductivamente humanistas, han dado igual ejemplo de saber morir en el trabajo por la implantaci¨®n de unas estructuras hist¨®ricas de justicia. Pero tambi¨¦n en estos casos, en todos ellos, nos atrevemos a afirmar que as¨ª lucharon por la justicia porque en la misma medida as¨ª amaron previamente con esa caridad eficaz y de relevantes obras. Hasta poder hablarse de una caridad que acaba en justicia y de una justicia que se funda en la caridad, es decir, en el amor decidido ante cuanto se contempla y se detesta porque deshumaniza al ser humano.
?Tiene sentido, desde esta realidad tan evidente, decir o escribir que el ejercicio de la caridad cristiana / cat¨®lica anula y oscurece la persecuci¨®n de la justicia por muy estructural que ¨¦sta sea? ?O m¨¢s bien deber¨ªa decirse sin remilgos y con absoluta contundencia que decir o escribir tal cosa significa que no se ha comprendido nada de nada del concepto utilizado y, por ello mismo, se le ha instrumentalizado al menos "de hecho"? Es muy f¨¢cil ridiculizar desde la debilidad intelectual y desde la correspondiente temeridad expresiva. Mucho m¨¢s dif¨ªcil es tomar este toro por sus cuernos, lo que exige conocimiento de causa y frialdad en el juicio de valor que emitamos. En otras palabras, es demasiado f¨¢cil cantar las glorias de las v¨ªctimas de la justicia estructural y contestar la inoperancia de las otras v¨ªctimas, de quienes han muerto o o dedicado la vida a estar a los pies de los que nadie de nosotros ni tiene en cuenta, ni les regala algo de su tiempo, ni, en definitiva, derrama algo de amor en sus corazones y cuerpos lastimados. Esta reivindicaci¨®n nace, en ¨²ltimo t¨¦rmino, de que uno ya est¨¢ harto, positivamente molesto, de escuchar y de leer afirmaciones cuando menos intelectualmente debilitadas en s¨ª mismas por un sencillo desconocimiento de esta eminente caridad, hasta llegar a la temeridad de afirmar que la caridad de Teresa de Calcuta ha sido un suceso hist¨®ricamente negativo para la justicia estructural. Proceder as¨ª es faltar a la verdad de lo que se lleva entre manos y someter las urgencias de tantos marginados a las sublimes teorizaciones de quienes ven los toros desde la barrera, pero solamente dedican su tiempo a censurarlos.
Este es el verdadero problema.
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