Hip¨®tesis a prueba
Las elecciones de ayer eran las primeras desde la victoria de Aznar, y en ese sentido la primera prueba en escenario real de la solidez de la mayor¨ªa conservadora. Trat¨¢ndose del feudo tradicional de la derecha, equivalente a lo que Andaluc¨ªa supone para la izquierda, la posibilidad de un descalabro del PP estaba descartada. Pero el desaf¨ªo de desalojar a Fraga era un objetivo que permit¨ªa probar sus fuerzas a la oposici¨®n y ensayar algunas f¨®rmulas, como esa de la causa com¨²n, invocada por Joaqu¨ªn Almunia en junio. El experimento ensayado en Galicia ha fracasado, sin que quepa mucho margen para la duda.Ello no significa que este fracaso sea aplicable al conjunto de Espa?a. Las condiciones de Galicia eran especialmente dif¨ªciles, porque a la alianza de socialistas y el sector no fundamentalista de IU habr¨ªa de a?adirse otra coalici¨®n en s¨ª misma heterog¨¦nea, la agrupada en el Bloque Nacionalista de Xos¨¦ Manuel Beiras, para poder disputar la mayor¨ªa a Fraga. Esta alternativa daba al PP la posibilidad de polarizar la campana con un llamamiento al electorado moderado frente a un pacto que un¨ªa a los socialistas con comunistas y nacionalistas radicales.
Y, sin embargo, el experimento se basaba en una hip¨®tesis no del todo descabellada: en las elecciones generales de 1996 la oposici¨®n (PSOE + IU + Bloque) obtuvo en Galicia casi los mismos votos que el PP. La hip¨®tesis era que, si se consegu¨ªa una participaci¨®n similar a la de entonces, tal vez la alianza de izquierdas consiguiera alentar una din¨¢mica de movilizaci¨®n de sectores m¨¢s amplios, unidos por la com¨²n oposici¨®n a un tercer mandato de Fraga.
Peto la alianza de izquierdas ha tenido que combatir a la vez contra el PP, contra el Bloque de Beiras y contra el principal aliado de la derecha, Julio Anguita. Si el objetivo era suscitar una din¨¢mica unitaria capaz de movilizar a abstencionistas y desencantados de izquierda, la actitud de Anguita, forzando una candidatura alternativa, fue una pu?alada por la espalda.
El coordinador general de Izquierda Unida dice que es objeto de un linchamiento medi¨¢tico, y con esa coartada evita rendir cuentas de su decisiva contribuci¨®n a las derrotas de la izquierda. Frente a esa pu?alada, poco pod¨ªan hacer Abel Caballero y Anxo Guerreiro, pero ser¨ªa injusto no reconocer la cuota de responsabilidad de los paracaidistas llegados de Madrid, con Guerra y Gonz¨¢lez a la cabeza, provistos de mensajes que poco ten¨ªan que ver con las preocupaciones del electorado gallego en general y a¨²n menos con las de ese sector desencantado al que se quer¨ªa arrastrar.
Las expectativas de buenos resultados del Bloque adelantadas por los sondeos hicieron, por otra parte, que los socialistas modificaran a media campana su mensaje, distanci¨¢ndose de los nacionalistas y poniendo bajo sospecha al ex radical Xos¨¦ Manuel Beiras. El resultado fue agravar el desconcierto del electorado progresista, que daba por descontado que la ¨²nica posibilidad de evitar un tercer mandato de Fraga implicaba un acuerdo con el nacionalismo de izquierda. El ascenso del Bloque no era imprevisible. Ya en las anteriores auton¨®micas, pese a la distancia de cinco puntos en el conjunto del territorio, hab¨ªa empatado con el PSOE en las cuatro capitales y en Vigo, y ahora ha sido en las provincias m¨¢s urbanas, A Coru?a y Pontevedra, donde ha conseguido mejores resultados.
?stos confirman una regla ya probada en Euskadi y Catalu?a: el nacionalismo crece cuando se modera. El Bloque es un conglomerado de fuerzas bastante diversas que todav¨ªa hace 12 a?os era socio de HB en las elecciones europeas y explicaba la cuesti¨®n gallega en t¨¦rminos de colonialismo espa?ol. Su evoluci¨®n hacia posiciones m¨¢s templadas, especialmente su aceptaci¨®n de hecho del marco auton¨®mico, le ha permitido pasar del 2% de los votos que obtuvo en las generales de 1986 a ese 25% de ayer, equivalente a la suma de las tres fuerzas nacionalistas (Coalici¨®n Galega, PSG-EG y BNG) en las auton¨®micas de 1985, por ejemplo. Pero todav¨ªa queda a una enorme distancia del vencedor, que le dobla en votos, lo que marca una diferencia con las otras nacionalidades hist¨®ricas, donde los nacionalistas son sistem¨¢ticamente la primera fuerza.
Una alternativa al PP sigue pasando seguramente por una concertaci¨®n entre los nacionalistas y la izquierda. Pero no lo tendr¨¢n f¨¢cil. Fraga ha planteado la batalla como la opci¨®n entre una alternativa homog¨¦nea y con un liderazgo claro, y una coalici¨®n de dos coaliciones heterog¨¦neas, sin perfil definido ni liderazgo. En Galicia ya hubo una experiencia de gobierno de coalici¨®n, entre 1987 y 1989, con socialistas, nacionalistas y tr¨¢nsfugas de la vieja Coalici¨®n Popular, y el resultado fue la primera victoria por mayor¨ªa absoluta de Fraga.
El electorado gallego no parece muy favorable a experimentos. Y entre Anguita y los paracaidistas del PSOE han acabado por convencerle de que m¨¢s vale lo viejo conocido que lo no tan joven por conocer.
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