Hartos, muy hartos
?Otro Madrid-Barcelona? Francamente, uno empieza a hartarse: las mismas puyas antes de la celebraci¨®n del partido, los calentamientos' verbales entre los presidentes, las declaraciones de jugadores que hablan de un encuentro m¨¢s donde se disputan los tres puntos de siempre o de un choque que siempre tiene algo de especial, sin que la especialidad a estas alturas pase de ser una cantinela demasiado sabida. La Liga de Campeones, la Supercopa, la Copa del, Rey, el torneo veraniego, la Liga-Liga. ?A qu¨¦ Madrid-Barcelona m¨¢s hay que referirse? La emoci¨®n tambi¨¦n tiene sus l¨ªmites y la pasi¨®n, aun en el f¨²tbol como en el amor, se agota. Esta es la circunstancia. Una edici¨®n m¨¢s de lo mismo nos sorprende agotados de adicci¨®n. Intoxicados. Y alg¨²n d¨ªa, no muy lejano, el campo y la teleaudiencia se desplomar¨¢n con la misma magnitud que el despe?amiento de las Bolsas. No se puede cotizar tan alto lo que ha dejado de ser extraordinario y la inflaci¨®n ya no se lleva, ni en la pol¨ªtica econ¨®mica ni en la propaganda. Nunca como en esta ocasi¨®n la ocasi¨®n es m¨¢s propicia para demostrar, desde la afici¨®n y desde los medios, que el Madrid-Barcelona necesita una devaluaci¨®n. Ni la Liga se encuentra en una fase decisiva ni la superoferta de partidos del siglo permite entusiasmarse con un partido del siglo m¨¢s. M¨¢s todav¨ªa: este fin de siglo ha venido a demostrar que los equipos de f¨²tbol no son ni de una capital ni de otra sino, m¨¢s bien, de un capital o de otro. N¨²?ez declara, con raz¨®n, que podr¨ªa comprar al Real Madrid y tambi¨¦n el Banco Bilbao-Vizcaya al Osasuna y el Banco de Santander al Betis. El negocio ha convertido el f¨²tbol de ¨¦lite en un producto de lujo y nuestra Liga en una Liga estelar. Con ello, de una parte, se ha pasado de los sentimientos rudos y elementales del hincha a factores de sofisticaci¨®n. Y, tambi¨¦n, con ello, de otra parte, se ha pasado de palpar la identidad terrenal de los conjuntos a la astronom¨ªa impalpable de las estrellas. ?Otro Madrid-Barcelona? El acontecimiento no pasa de ser un programa m¨¢s de la cansina televisi¨®n. Seguir manteni¨¦ndose en vilo ante el resultado del partido, arriesgar la salud del coraz¨®n, hacer nacionalismos del choque es, m¨¢s que nunca, hacer, por fin, el rid¨ªculo.Este Madrid-Barcelona puede inaugurar un tiempo nuevo: el principio de una nueva lucidez que empiece a entender los superencuentros como un circo y al f¨²tbol corno una actividad recreativa que s¨®lo para la antig¨¹edad de un ser como ?lvarez Cascos, tan rudo, o un Jordi Pujol, tan fan¨¢tico, puede alcanzar categor¨ªa de inter¨¦s general.
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