Cristina
El ruso llevaba meses cortejando a la Alberdi. Tuvo que trabaj¨¢rsela a fondo para convencerla de que dejara la dulce retaguardia del Congreso y que bajara a la primera l¨ªnea del socialismo en Madrid, en cuyas trincheras andaban a tortas por las mejores troneras. Deibi¨® de leerle hasta poemas porque Cristina Alberdi no es mujer f¨¢cil de disuadir cuando no lo ve claro, y esto muy claro no estaba. Recuerdo lo duro que result¨® en televisi¨®n cuando era ministra el intentar convencerla de que pasara por maquillaje. De nada sirvi¨® explicarle que no era cuesti¨®n de pintar el ojo o colorearle el morro como una cabaretera, sino de eliminar de la cara los brillos que la acci¨®n de los focos sacan inclementes a relucir. No hubo forma, ella se negaba incluso a que le pasaran un peine por el pelo porque, seg¨²n dec¨ªa, quer¨ªa salir "muy natural". La c¨¢mara la destroz¨®.Jaime Lissavetzky le result¨® a todas luces m¨¢s fiable y convincente porque consigui¨® seducirla para divorciarse de Acosta, que como c¨®nyuge pol¨ªtico le dejaba, por lo visto, bastante que desear. As¨ª se encontr¨® do?a Cristina como candidata a la presidencia de la Federaci¨®n Socialista Madrile?a en un octavo congreso en el que casi la mitad de los delegados la miraban de reojo. Me cuentan que Lissavetzky trat¨® de negociar con su antiguo consorte la escenificaci¨®n de una salida digna, pero Acosta no trag¨®. Calcul¨® mal. ?l no contaba con que uno de sus m¨¢s destacados adeptos pudiera escapar de su poder de atracci¨®n y pensar por s¨ª mismo. Le fall¨® Pedro Castro. El peque?o-gran alcalde de Getafe mont¨® su propio, chiringuito haci¨¦ndose con la llave del congreso. Castro es, con diferencia, uno de los tipos m¨¢s listos de la pol¨ªtica regional. Le lloraba a Leguina cuando era presidente sac¨¢ndole duros para su pueblo, y ahora le exprime a Gallard¨®n aprovechando su af¨¢n por morder en el electorado sure?o. A don Pedro le convino arrimar el ascua a los renovadores, y lo hizo para lograr que su Plataforma del Sur tuviera una posici¨®n privilegiada en la nueva ejecutiva de la FSM. Es el Pujol del sur de Madrid cobrando caros sus apoyos.
Acosta, en cambio, no lo ve igual, ¨¦l lo considera simplemente un cochino traidor que le ha vendido por cuatro maraved¨ªes. El derrocado presidente de la FSM est¨¢ muy enfadado y no piensa pasarles ni una a los vencedores. Esta misma semana ha dejado ya dicho que lo de comentar p¨²blicamente la posible designaci¨®n de Cristina Alberdi como candidata al Ayuntamiento de Madrid hab¨ªa sido un exceso verbal. Lo advierte con cierto fundamento porque se decidi¨® que esa designaci¨®n fuera realizada por unas elecciones primarias de car¨¢cter interno cuyo reglamento ni siquiera ha sido aprobado. Ese sistema, promovido en su momento por el propio secretario regional para abrir el partido, y desintoxicarlo de aparato, puede ser empleado por el sector guerrista para seguir dando guerra. De cualquier forma, para su desgracia, el socialismo madrile?o no tiene tantos triunfos en la mano como para darse el lujo de descartar a do?a Cristina de la batalla electoral.
Alberdi ser¨¢, con toda probabilidad, la candidata del PSOE a la alcald¨ªa de Madrid, y puede hasta que vaya acompa?ada de alg¨²n elemento de peso, como el ex ministro de Comercio Javier G¨®mez Navarro. Al menos eso le gustar¨ªa a Lissavetzky ,que entiende que hay que echar toda la carne, sea magra o rolliza, en el asador del Ayuntamiento de Madrid. Como candidata a la alcald¨ªa ha sido ya saludada por el equipo rival. Tanto el presidente regional del PP, P¨ªo Garc¨ªa Escudero, como el del Gobierno aut¨®nomo, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, han exhibido su mejor fair play destacando la categor¨ªa humana y personal de la nueva presidenta de la FSM. S¨®lo ?lvarez del Manzano, su previsible rival, estuvo algo borde al comentar que Cristina Alberdi no har¨ªa peligrar su mayor¨ªa absoluta y que demostraba conocer muy poco la ciudad de Madrid. Es verdad que anda algo verde y que cuando un periodista le pregunt¨® por las prostitutas de la Casa de Campo se fue por los cerros de ?beda a pesar de haber sido ministra de Asuntos Sociales, pero tampoco el alcalde sabe qu¨¦ hacer con esas chicas y lleva en el Ayuntamiento desde que le salieron los dientes. Algunos nunca aprenden.
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