Todo es muy raro
Estaba haciendo cola en la ventanilla del banco, y o¨ª la siguiente conversaci¨®n entre la mujer qu¨¦ iba delante de m¨ª y el empleado de la instituci¨®n.-Quiero ingresar estas 300.000 pesetas, pero sin que se confundan con el dinero de mi n¨®mina.
-No la entiendo, se?ora.
La mujer llevaba un taco de billetes de 5.000 algo sudados, pero perfectamente dispuestos uno sobre otro, y atados con una goma el¨¢stica.
-Ver¨¢ -a?adi¨® con expresi¨®n de dolor-, este dinero lo he heredado de mi madre, que lo guardaba en el caj¨®n, de la ropa interior, y son los ahorros de toda su vida. No puedo gast¨¢rmelo en restaurantes ni en copas. As¨ª que quiero estar segura de que cuando vaya al cajero autom¨¢tico a por 10.000 pesetas no me salga ninguno de estos billetes. Preferir¨ªa conservarlos para comprar algo duradero.
-Mire, se?ora, nosotros podemos garantizarle la entrega de la cantidad que solicite, pero nos resulta imposible asignarle unos billetes determinados, eso es una locura.
-?Quiere usted decir que podr¨ªan entregar estos billetes que mi madre guardaba junto a sus bragas a un desconocido?
-Lo que cuenta no es el billete concreto, se?ora, sino el valor que representa, no s¨¦ c¨®mo explic¨¢rselo.
La mujer empezaba a estar fuera de s¨ª, pero sinti¨® piedad por el empleado e intent¨® hacerle comprender.
-?Tiene usted hijos?
-Uno, de ocho a?os.
-?Y le parecer¨ªa correcto entregarlo al colegio a las nueve de la ma?ana y que le devolvieran otro distinto a las cinco de la tarde?
-Eso no tiene nada que ver.
-?C¨®mo que no tiene nada que ver? Lo importante, seg¨²n usted, es que sea un hijo de ocho a?os, da lo mismo de qui¨¦n.
-Es que pone usted unos ejemplos que no son.
Intent¨¦ imaginar un mundo en el que los hijos y los primos o las cu?adas y las nueras se repartieran de forma aleatoria, como los billetes del cajero autom¨¢tico, que antes de llegar a nuestras manos han pasado por las de una cerillera o una puta, un cantante de rock o un peluquero.
Ahora imagine -a?adi¨® la mujer- que lleva a un guardamuebles la cama de sus padres reci¨¦n fallecidos y que, cuando la va a recoger, le dan otra. Lo importante, seg¨²n usted, es la sustancia, o sea, que se trate de una cama, aunque no se sienta ligado a ella emocionalmente. Hombre, hombre, ?no comprende que eso no puede ser? Ande, busque el modo, de arreglarlo.
El empleado se retir¨® a las dependencias interiores en busca de ayuda. La se?ora se volvi¨® e intercambiamos una mirada.
-No saben qu¨¦ hacer para no trabajar -dijo.
-Desde luego -me apresur¨¦ a contestar-. Hace un rato dej¨¦ a mi mujer en la peluquer¨ªa y he quedado en recogerla ahora. No quiero ni imaginar que saliera otra esposa en lugar de la m¨ªa y tuviera que irme con ella a mi casa, o quiz¨¢ a la suya, porque con estas teor¨ªas bancarias ya no sabe uno a qu¨¦ atenerse.
-Pues mi marido, que, por cierto, se est¨¢ retrasando, me ha asegurado que nos reunir¨ªamos aqu¨ª para comer juntos, aunque, seg¨²n este in¨²til, podr¨ªa irme con el primer marido que apareciese.
-Yo soy marido. ?Qu¨¦ edad tiene el suyo?
-Treinta y cinco.
-Los mismos que yo.
-Pues v¨¢monos porque todo esto es muy doloroso.
Salimos juntos del banco, yo asombrado por aquella forma tan rara de ligar y ella con las 300.000 en una mano y arregl¨¢ndose la melena con la otra. Cogimos un coche cualquiera, comimos en uno de esos restaurantes de la carretera de Barcelona y despu¨¦s fuimos a un motel. A mi mujer, que hab¨ªa estado esper¨¢ndome hasta media tarde en la peluquer¨ªa, le dije la verdad, pero no me crey¨®. Est¨¢ convencida de que com¨ª en casa de mi madre, que tambi¨¦n guarda el dinero con la ropa interior. Qu¨¦ raro es todo.
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