Paz para el 2000
EN LA cumbre ruso-japonesa celebrada a orillas del Yenisei (Siberia) entre Yeltsin y el primer ministro japon¨¦s, Ryutaro Hashimoto, el presidente ruso ha asegurado que para el a?o 2000 ser¨¢ posible firmar un tratado formal de paz entre los dos pa¨ªses, que, por otra parte, restablecieron relaciones diplom¨¢ticas ya en 1956. Yeltsin tiene la promesa f¨¢cil, especialmente cuando no es de inmediato y obligado cumplimiento. Pero en esta ocasi¨®n sus palabras sobre una reconciliaci¨®n plena con Jap¨®n son una buena noticia para la estabilidad y la cooperaci¨®n en Extremo Oriente.La declaraci¨®n de hostilidades a Jap¨®n por parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica durante los ¨²ltimos d¨ªas de la II Guerra Mundial vino a cumplir las garant¨ªas dadas a los aliados, pero al mismo tiempo trataba de asegurarse una participaci¨®n en los despojos del imperio nip¨®n, ya virtualmente derrotado tras el lanzamiento de las bombas at¨®micas norteamericanas sobre Hiroshima y Nagasaki. En unos d¨ªas, el Ej¨¦rcito rojo barr¨ªa al enemigo de Manchuria y, sobre esa base, pretend¨ªa compartir con Estados Unidos la ocupaci¨®n del pa¨ªs. Washington se neg¨®, pero la URSS recuper¨® a cambio, seg¨²n su terminolog¨ªa, cuatro islotes en las costas septentrionales de Jap¨®n presuntamente descubiertas y ocupadas por el zarismo en el siglo XIX.
Desde entonces, Jap¨®n ha reivindicado, como parte de un acuerdo de paz, la devoluci¨®n de ese Gibraltar insular que, seg¨²n la geograf¨ªa nipona, integra el archipi¨¦lago de las Kuriles del Sur, y que estuvo bajo la soberan¨ªa de Tokio desde 1875 hasta la derrota de 1945. En el contexto de la guerra fr¨ªa, Mosc¨² no ten¨ªa incentivo alguno para negociar sobre esas islas, aparte de que el irredentismo que cultivaron Stalin y sus sucesores se compadec¨ªa mal con reconocer territorios al vecino.
Acabado el enfrentamiento Este-Oeste, se especul¨® con que la soluci¨®n del problema era de car¨¢cter econ¨®mico y que si Jap¨®n pagaba con pr¨¦stamos y donaciones a una Rusia ¨¢vida de fondos para su transici¨®n al capitalismo, la devoluci¨®n estaba hecha. Pero la reducci¨®n territorial de la URSS a Rusia, la insurrecci¨®n chechena y el temor, a¨²n no disipado, de que hubiera comenzado la desintegraci¨®n misma de Rusia hicieron extremadamente peligroso devolver territorios.
La situaci¨®n no ha cambiado fundamentalmente en los ¨²ltimos a?os, salvo una mayor consolidaci¨®n en Rusia de un sistema liberal-capitalista, m¨¢s o menos democr¨¢tico. Pero no hay que descartar que un Yeltsin que aparece m¨¢s recuperado f¨ªsica e intelectualmente se decida a presentarse a la reelecci¨®n en disputa con el nacional-comunismo. El mismo Yeltsin que promet¨ªa hace unas semanas la firma del tratado contra las minas antipersonas, sin que est¨¦ claro que pueda hacerlo contra la vehemente protesta del Ej¨¦rcito, es el que ahora garantiza futuros tratados de paz que Tokio s¨®lo asumir¨ªa con la devoluci¨®n territorial de por medio.
En cualquier caso, si llegara a plantearse la cuesti¨®n de las Kuriles, la soluci¨®n m¨¢s digerible para el nacionalismo ruso ser¨ªa la exclusiva devoluci¨®n de las dos islas m¨¢s sure?as -Habomai y Shikotan-, casi literalmente pegadas a la costa japonesa, manteniendo a cambio las otras dos, que seg¨²n la geograf¨ªa rusa no pertenecen a las Kuriles. Y aun esa devoluci¨®n parcial exigir¨ªa contrapartidas econ¨®micas por parte de Tokio. Nos hallamos ante una promesa que no hay que tomar demasiado literalmente, aunque su propia formulaci¨®n significa un progreso notable para alcanzar el grado de cooperaci¨®n internacional que conviene a todos en el Pac¨ªfico norte. Las riquezas de Siberia ser¨ªan un excelente banco de pruebas para la inversi¨®n y la tecnolog¨ªa japonesas, y ambos comparten un inter¨¦s mutuo en no dejar solo a Estados Unidos como aliado favorito de Rusia y Jap¨®n.
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