Oasis retorna con un espect¨¢culo simplificado
Ocho mil enfervorizadas personas acogieron anoche a Oasis y Ocean Cololur Scene en el pabell¨®n Pr¨ªncipe Felipe de Zaragoza. La reaparici¨®n en la pen¨ªnsula del grupo m¨¢s popular del rock de guitarras estuvo empa?ada por la huelga de camioneros franceses: el bloqueo impidi¨® la llegada de los elementos escenogr¨¢ficos que arropan ¨²ltimamente a los hermanos Gallagher y compa?¨ªa. S¨ª pasaron los productos del merchandising, desde toda una gama de camisetas hasta humildes postales. Aunque el p¨²blico, risue?o y dispuesto a entregarse, optaba primero por lubricarse con cubos de cerveza.No hay deslumbrante grandeza pero tampoco enga?o evidente en Ocean Colour Scene. El cuarteto de Birmingham. oscila felizmente entre ejercer de grupo feroz con rijfs perrunos y la tentaci¨®n pop; as¨ª pueden evocar a Cream, Traffic, John Lennon o, glup, Cat Stevens. Una honesta median¨ªa que se perdona por la emotividad de algunas piezas y su apabullante entusiasmo. Adem¨¢s, frente al encefalograrna plano de tantos conjuntos con militancia mod, en Ocean Colour Scene se aprecia tensi¨®n creativa, modesta ambici¨®n y una decidida voluntad de conectar con un p¨²blico posiblemente virgen ante sus referencias estil¨ªsticas. L¨¢stima que su ¨ªmpetu inicial fuera frenado por unas inoportunas flatulencias del equipo de sonido y las deficiencias de luces. Es ingrato el destino de los teloneros, aunque sean compa?eros de farras de las estrellas.
En realidad, Oasis es m¨¢s que el grupo estrella de la segunda mitad de los noventa. Los brit¨¢nicos han elegido a Oasis como buque insignia de un supuesto renacimiento cultural, al que no es ajeno el desprestigio de los tories y el cambio de Gobierno. As¨ª, Oasis se sit¨²a por encima del bien y del mal: sugerir, por ejemplo, que su reciente Be here now es un disco descentrado debido a los excesos de t¨®nicos bolivianos supone arriesgarse al ostracismo.
Curiosamente, la acci¨®n sindical de los transportistas galos tuvo consecuencias reveladoras. Nos quedamos sin ver los decorados de Oasis, supuestamente a medio camino entre Dal¨ª y Alicia en el pa¨ªs de las maravillas. Lo que s¨ª se present¨® fue un grupo dispuesto a tocar a pecho descubierto, sin los complementos y camuflajes de los mes¨ªas del pop. Un cantante infinitamente seguro de s¨ª mismo, al que parece que han esposado las manos detr¨¢s de la espalda, y un polivalente grupo de acompa?amiento. Juntos deben ir de uno a otro extremo: del rock proletario, a lo Slade o Status Quo, al soberbio pop de amplio espectro, apto para el canto coral y la reafirmaci¨®n generacional.
Con los obligados refuerzos instrumentales, ellos defienden ese repertorio dorado con competencia. A diferencia de lo que ocurre ante el p¨²blico de su pa¨ªs, donde su ¨¦xito tiene connotaciones subterr¨¢neas de lucha de clases, en territorios for¨¢neos disminuye la beligerancia de Manchester (y tambi¨¦n las dedicatorias ambiguas a lady Di). Lo que permanece inalterable es el coraz¨®n de Oasis: una poderosa m¨¢quina de rock, quiz¨¢s acerc¨¢ndose peligrosamente a la complacencia.
M¨ªnimo esfuerzo
Apenas hay variaciones en la lista de temas interpretados ni en el orden desde que iniciaron esta gira. Cabe esperar que tan rutinaria soluci¨®n no indique una apuesta por el m¨ªnimo esfuerzo. Unas canciones tan populistas, tan desdaforadas, tan opacas, tan pegajosas, tan optimistas, tan elementales necesitan vibrar y sonar peligrosas en directo. Para dar la sensaci¨®n de ser un grupo vivo no basta con reproducir en el escenario la habitual bronca entre Noel y Liam Gallagher.
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