El dif¨ªcil camino del toxic¨®mano sin hogar para dejar de consumir

"Nosotros damos apoyo a personas que est¨¢n muy alejadas de las redes de servicios sociales, pero no hacemos milagros", explican los trabajadores de Radar. Conocen bien las dificultades de una tarea como la suya, en la que tratan a diario con personas a las que se les acumulan los problemas: la adicci¨®n, la falta de techo y trabajo, la enfermedad, los problemas legales, la soledad.

Pero es que, adem¨¢s, y ¨¦ste es uno de los principales obst¨¢culos con los que topan, los programas de rehabilitaci¨®n para drogodependientes est¨¢n m¨¢s orientados a los consumidores con casa y familia que a quienes carecen de esos apoyos b¨¢sicos.

De hecho, no existe ning¨²n centro p¨²blico en el que un toxic¨®mano sin hogar que quiera desintoxicarse pueda ingresar de forma inmediata, sin papeleos ni esperas. Y esa inmediatez es necesaria para quienes est¨¢n en el filo de la navaja. Es b¨¢sico aprovechar el momento en que a esa persona se le enciende la luz de alarma.

S¨®lo asociaciones evang¨¦licas como Reto o Betel acogen a los heroin¨®manos en el mismo instante en que ¨¦stos lo solicitan, pero los responsables institucionales en toxicoman¨ªas desconf¨ªan a menudo de su capacitaci¨®n profesional.

El ¨²nico programa oficial para drogodependientes sin techo es el que desarrolla el Ayuntamiento de Madrid en colaboraci¨®n con el albergue de San Isidro, pero para acceder a ¨¦l hay que recurrir antes al centro municipal de atenci¨®n a drogodependientes (CAD) de Latina. Eso limita la inmediatez. Dicho programa concierta plazas con el albergue para, en pocos d¨ªas a partir de la solicitud, dar cobijo a los drogodependientes, sin hogar mientras dura el tratamiento.

Pisos de acogida

La Agencia Antidroga dispone de pisos de acogida para permanecer en ellos durante la desintoxicaci¨®n y de plazas en una comunidad terap¨¦utica donde los drogodependientes intentan volver a coger las riendas de sus vidas. Pero para estos recursos hay listas de espera.?se es el problema que pueden encontrar Prado, de 27 a?os, y su marido, Alfonso, de 41, aunque su caso no es de los peores. Ambos son de los habituales de Torregrosa, adonde llegaron desde Talavera de la Reina cuando su adicci¨®n a las drogas se hizo m¨¢s fuerte. Atr¨¢s quedaron su casa y sus tres hijos. Despu¨¦s de meses durmiendo a la intemperie, sienten que ya han tocado fondo. "Esto ni es vida ni es nada", comentan a los dos trabajadores sociales de Radar, que les recomiendan regresar a Talavera.

Por ahora rechazan volver a su ciudad, as¨ª que apuntan la direcci¨®n del CAD de Latina pensando en acceder al programa municipal para drogodependientes sin hogar. "Ma?ana mismo vamos", aseguran. Y parecen decididos. Pero los asistentes saben que todo ser¨ªa m¨¢s eficaz si en el mismo momento en que ellos se muestran dispuestos pudieran ofrecerles una alternativa.