Ayuda en vena
Cuatro asistentes recorren a pie los poblados marginales para apoyar a los drogodependientes m¨¢s olvidados
No hay despacho ni anagramas oficiales. S¨®lo un coche, un malet¨ªn con jeringuillas, preservativos, material para curas sanitarias y listas de centros de atenci¨®n a drogodependientes. Desde septiembre, dos trabajadores sociales y dos enfermeros de la Agencia Antidroga recorren a pie los poblados marginales de La Celsa, La Rosilla, Torregrosa y Jauja para ofrecer apoyo a los toxic¨®manos que van all¨ª a comprar sus dosis.A partir de un servicio b¨¢sico como el intercambio de jeringuillas, pretenden llegar a los heroin¨®manos m¨¢s deteriorados, aquellos que ya no se acercan a los dispensarios. Su objetivo es reducir los da?os f¨ªsicos (abscesos, contagios de VIH y otras enfermedades) derivados de la adicci¨®n, evitando, por ejemplo, que compartan jeringuillas, y tender un puente, hacia aquellos que quieran dejar el consumo.
A primera hora de la tarde de un lunes lluvioso, cinco j¨®venes forman un corro en el poblado vallecano de La Celsa. A simple vista, parecen un grupo de drogodependientes consumiendo hero¨ªna y coca¨ªna, una imagen habitual en este barrio de realojamiento de chabolistas gitanos convertido en punto habitual de venta de droga.
Pero esta vez la escena tiene algo diferente: entre los congrega dos hay un hombre y una mujer que no son toxic¨®manos. El acarrea un malet¨ªn del que extrae gomas tensoras, ap¨®sitos y jeringuillas nuevas; ella lleva una mochila con infinidad de papeles y direcciones. Son dos de los cuatro trabajadores sociales y sanitarios que la Agencia Antidroga ha contratado, a trav¨¦s de la empresa catalana Genus, para desempe?ar el programa Radar de atenci¨®n a toxic¨®manos a pie de obra.
Ambos est¨¢n enfrascados en una conversaci¨®n con tres drogodependientes que malviven en una tienda de campa?a. Les explican c¨®mo pincharse sin riesgo de sufrir abscesos o infecciones.
Los tres toxic¨®manos obtienen su dosis diaria de droga ayudando a inyectarse a otros heroin¨®manos que no saben hacerlo y que les pagan el servicio con parte de su papelina. Por eso es importante que, mientras no decidan dejar el consumo, aprendan al menos a disminuir los riesgos derivados de ¨¦l. Y es que si ellos utilizan mal la jeringuilla, las posibilidades de infecci¨®n se multiplican por tantas veces como personas ayuden a chutarse.
M¨¢s tarde conducen hasta el poblado de Jauja (Latina). No intercambiar¨¢n jeringuillas porque en ese momento ya lo est¨¢ haciendo M¨¦dicos del Mundo y su funci¨®n es complementar a este servicio y al isidrob¨²s (autob¨²s de intercambio de jeringuillas y an¨¢lisis), no solaparlo.
Tambi¨¦n los M¨¦dicos y el isidro ofrecen apoyo psicosocial, la diferencia est¨¢ en que Radar realiza su cometido meti¨¦ndose en los ¨²ltimos recovecos donde paran los toxic¨®manos m¨¢s marginales. "Esa cercan¨ªa crea una comunicaci¨®n m¨¢s intensa y una mayor confianza", explica Isabel Alonso, una de las trabajadoras sociales del equipo.
En Jauja, la base. de operaciones est¨¢ en la parte trasera del asentamiento, un cerro de barro y basura en cuyas hondonadas se agazapan los toxic¨®manos, Cerca, en el ¨²nico espacio construido del futuro parque de la Cu?a Verde, media docena de heroin¨®manos se guarece bajo un puente. Entre charcos malolientes tienen instalado un campamento de colchones y mochilas.
Loli, una de las toxic¨®manas, permanece arrebujada, con aspecto de enferma, en uno de los colchones. Los dos trabajadores de Radar se acercan a ella. "?Quieres que llamemos a la ambulancia?", le preguntan al comprobar que podr¨ªa tener una bronquitis. "No, ahora no, que enseguida viene mi marido y vamos al m¨¦dico", contesta. Le insisten. "Pero no podemos llevarla si no quiere, y lo peor es que nos tememos que no va a ir porque, cuando llegue su marido, lo que har¨¢n es ponerse", explican.
Poco despu¨¦s se acerca a ellos un joven con los brazos llenos de cicatrices a fuerza de pincharse. Le aplican una pomada. Otro se aproxima cojeando con un esguince. "Me ha pasado por encima la rueda de un autob¨²s y el cabr¨®n ni ha parado", se queja. Le vendan y le insisten para que vaya al hospital. "No ir¨¢", conjeturan. En general, todos los usuarios se acercan a los asistentes con respeto y confianza.
La ruta del d¨ªa termina en los barracones de Torregrosa, en Usera. Preguntan por Tequila, un heroin¨®mano con una grav¨ªsima infecci¨®n que, si no es tratada, le llevar¨¢ a perder la pierna. Lo encuentran, cojeando y envuelto en una manta. No ha ido al hospital. Le proponen llamar a una ambulancia, pero se niega.
Dos d¨ªas despu¨¦s sigue sin ir al m¨¦dico, pero se plantea acudir a desintoxicarse. Puede que lo haga o no. Pero, gracias a este apoyo social de cercan¨ªa, tiene m¨¢s facilidades para recibir un capote si decide dar alg¨²n paso. En el poblado arrecia la lluvia sin que eso frene la llegada de decenas de toxic¨®manos. La ruta acaba. Hasta el d¨ªa siguiente.
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