?Inflexi¨®n del nacionalismo?
Que CiU estaba obligada a colaborar con el PP al menos hasta la aprobaci¨®n de los Presupuestos de 1998, los del euro, era cosa obligada. Y que, por tanto, una vez aprobados ¨¦stos y asegurada la continuidad del Gobierno hasta la eventual pr¨®rroga presupuestarla de 1998, CIU entrar¨ªa en fase de distanciamiento era consecuencia igualmente obligada. De modo que si el himno o la ense?anza de la historia son, qu¨¦ duda cabe, asuntos que afectan a la sensibilidad del nacionalismo catal¨¢n son adem¨¢s bienvenidos para poder escenificar con credibilidad unas rencillas y un distanciamiento cuyas causas est¨¢n muchos m¨¢s all¨¢.La cuesti¨®n de fondo es, pues, la de los calendarios electorales del PP y/o de CiU, tema que reenv¨ªa a sus respectivos escenarios pol¨ªticos. Pues, aparte del m¨¢s que razonable deseo de acabar la legislatura, que la ruptura se consume (o no) y que las elecciones se adelanten (o no) va a depender de si el tiempo juega a favor o en contra de sus mutuas probabilidades electorales. Y me parece que, bajo la hip¨®tesis rebus sic stantibus sobre la que se construye inevitablemente todo pron¨®stico -pero sin olvidar que la historia est¨¢ hecha de imprevistos-, el tiempo parece jugar en contra de ambos, aunque, como es de suponer, de maneras muy distintas y con tempos espec¨ªficos. Dejemos para otro momento el an¨¢lisis de las expectativas del PP y veamos las de CiU.
Pues empiezan a aparecer signos de cierta saturaci¨®n con los nacionalismos. La declaraci¨®n de Joaqu¨ªn Almunia de que son el peor enemigo de la UE debe leerse no s¨®lo como una opci¨®n pol¨ªtica, sino tambi¨¦n como un indicador; el PSOE, no lo olvidemos, es el partido mayoritario en Catalu?a. Y hay m¨¢s de una raz¨®n para suponer que los nacionalismos (al menos en su forma identitaria-excluyente y en el espacio occidental) han alcanzado la c¨²spide de este tramo hist¨®rico y el tiempo comienza a jugar en su contra. La exageraci¨®n de los nuevos nacionalismos del centro y este de Europa y su inevitable vinculaci¨®n con todo tipo de fundamentalismos (isl¨¢micos, cristianos o jud¨ªos) o incluso de seudo-multiculturalismos (de g¨¦nero, de etnia o de lengua) ha erosionado sus bases de legitimidad. Por lo dem¨¢s, catalanes y vascos han alcanzado notables ¨¦xitos de autogobierno, lo que, l¨®gicamente, enfr¨ªa el recalentamiento historicista. Y en no pocos casos ese recalentamiento les hallevado a evidentes exageraciones que les han alienado no pocas gentes sensatas. ETA est¨¢ siendo el principal enemigo no s¨®lo del PNV sino tambi¨¦n de CiU. De modo que si en Euskadi el esp¨ªritu de Ermua desnuda la ambivalencia del PNV y acosa contra las cuerdas a HB, obligando a inventar un nuevo proyecto nacionalista, tambi¨¦n en la mucho m¨¢s moderada y sensata Catalu?a hay toda una bater¨ªa de indicadores de enfriamiento nacionalista.
As¨ª, por ejemplo, y seg¨²n datos de los sondeos que anualmente celebra el Institut de Ci¨¨ncies Pol¨ªtiques i Socials de Barcelona, el porcentaje de catalanes que se sienten s¨®lo catalanes o m¨¢s catalanes que espa?oles ha decrecido nada menos que nueve puntos de 1991 a 1996 mientras que quienes se sienten s¨®lo espa?oles o m¨¢s espa?oles que catalanes ha crecido tres puntos y quienes se sienten por igual espa?oles o catalanes ha crecido otros cinco puntos. Como era de esperar, la consideraci¨®n de Catalu?a como un Estado de una Espa?a federal desciende tres puntos y otros tantos desciende la consideraci¨®n de Catalu?a como Estado independiente. Por el contrario, su consideraci¨®n como Comunidad Aut¨®noma de Espa?a asciende nada menos que ocho puntos, situ¨¢ndose en el 55% de la muestra, y ello a pesar de que la formulaci¨®n de la pregunta es bastante dura. El acuerdo con la independencia de Catalu?a desciende seis puntos, los mismos que asciende el desacuerdo, que se sit¨²a en la mayor¨ªa absoluta (56%). Y lo que parece ser m¨¢s relevante, comparando los mismos datos de 1990 y 1996, quienes declaran utilizar como lengua habitual el castellano ascienden nada menos que 13 puntos hasta alcanzar la mayor¨ªa (51%) mientras descienden en 15 puntos quienes declaran utilizar como lengua habitual el catal¨¢n.
Son datos interpretados y discutibles, como todos, y no son suficientes para certificar un cambio de tendencia, que exigir¨¢ m¨¢s estudio y tiempo. Pero son concordantes, est¨¢n hechos por el mismo instituto catal¨¢n, con el mismo m¨¦todo y similar encuesta. Y, si yo los conozco, supongo que tambi¨¦n los conoce Jordi Pujol.
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