La mujer en el exilio
El primer destierro de la mujer espa?ola fue hacia Londres: para abortar. El segundo, hacia Estados Unidos: para tener hijos, para buscar madres de alquiler. (Escribo mujer espa?ola y me da repel¨²s: por los pasodobles y poemas de rapsodas). A nuestro retraso intelectual, cient¨ªfico y t¨¦cnico, corresponde un peor retraso moral. Aqu¨ª est¨¢ prohibido mucho de lo que se refiere a esta cuesti¨®n de fecundaciones especiales. Detesto el aborto, me estremece: pero tengo un horror superior por el destino que han tenido las mujeres de pasodoble por quedarse embarazadas. A¨²n pasa. En cambio, me entusiasman todos los medios para tener hijos: aunque me parece que las poblaciones deben disminuir en todo el mundo. Todas estas contradicciones son muy f¨¢ciles de explicar: no merece la pena usar el espacio racionado de que dispongo para lo que es evidente.Ha habido otros exilios, desbandadas, huidas de mujeres en el pa¨ªs de la Monja Alf¨¦rez y de la Mariscal de Gante o de Pilar Primo. Cuando viv¨ª en Par¨ªs vi llegar exiliadas sexuales, y sus hombres: hu¨ªan del pa¨ªs donde no hab¨ªan podido divorciarse para casarse con sus nuevas parejas y donde los ad¨²lteros se enfrentaban con penas de hasta siete a?os de c¨¢rcel. Otro exilio es de ahora mismo: las que van a buscar ni?os para adoptar en otros pa¨ªses, para pasar como pueden por la prohibici¨®n, desconfianza, retraso y cuidadosa investigaci¨®n a las que se somete aqu¨ª a los adoptantes. Hasta se les pretenden quitar ni?os ya adoptados: rumanitos, polaquitos, salvadore?os, colombianos.
Todas estas mujeres de la di¨¢spora espa?ola para tener o no tener hijos me han angustiado siempre: y ahora. Pero han podido realizar sus prop¨®sitos: ten¨ªan el dinero suficiente para ello. M¨¢s horrible es el problema de las que no pueden porque no lo tienen. Y de las que tienen terror por el pecado, por las llamaradas con que las asusta la Iglesia.
Las que por miedo alumbran el hijo que no s¨®lo entierra su vidas, sino que va a ver malograda la de ¨¦l por raz¨®n de su nacimiento; las que no pueden traerlo de ning¨²n sitio, porque son pobres o porque se lo quitan. Ah, nada de esto es cuesti¨®n de una revoluci¨®n social o de una guerra de clases: bastar¨ªa con que la necedad de los autores de c¨®digos y sanciones se pudiera evitar haci¨¦ndoles leer y estudiar, en lugar de que ocupen todo su tiempo en trepar. Hay horas para todo, por favor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.