Triunfo del espect¨¢culo
Vengo de ver tres o cuatro musicales en Broadway: ninguno tiene la espectacularidad de este hombre de La Mancha que se da en el Lope de Vega. Sin embargo, all¨ª se habla de derroche de d¨®lares: una odiosa Pimpinela Escarlata -una versi¨®n odiosa de la novela de la Baronesa de Orczy- cost¨® 10 millones d¨¦ d¨®lares. No gust¨® a los cr¨ªticos. Supongo que un montaje como el de este musical en Madrid no se podr¨ªa hacer all¨ª porque costar¨ªa algo imprevisible. Ni podr¨ªan mantener esta n¨®mina, a¨²n costando all¨ª de diez a doce mil pesetas la butaca, el doble de aqu¨ª. Tampoco tengo necesidad de entenderlo: veo mi espect¨¢culo, lo comento y eso es todo.El teatro de gran espect¨¢culo no est¨¢ entre mis favoritos. Ni el musical. Yo. soy del teatro que se llamaba "de verso", que es el teatro en prosa, sencillo de espect¨¢culo pero con calidad de palabra -cualquier calidad: tr¨¢gica o c¨®mica- y de interpretaci¨®n. El hombre de La Mancha no me gust¨® nunca, ni en cine ni en teatro, ni en ninguna de las muchas versiones en distintos idiomas que he o¨ªdo; quiz¨¢ por una resistencia a cualquier adaptaci¨®n del Quijote de Cervantes (s¨®lo la ha ganado la versi¨®n para la televisi¨®n de Guti¨¦rrez Arag¨®n).
El hombre de La Mancha
El hombre de La Mancha, libreto de Dale Waskrman, letras de canciones de Joe Darlon, M¨²sica de Mitch Leigh, adaptaci¨®n de Nacho Art¨ªme. Interpretes, Jos¨¦ Sacrist¨¢n, Paloma San Basilio, Carlos Mar¨ªn, Juan Manuel Cifuentes, Luis Alvarez, Eduardo Santamar¨ªa. Escenograf¨ªa, Juan Castro, Juan Pedro Gaspar, Gerardo Trotti. Direcci¨®n musical, Santiago P¨¦rez, con arreglos de Grover Wilkins. Direcci¨®n de escena, Gustavo Tambascio. Teatro Alb¨¦niz.
El montaje
Una vez hecha la salvedad de mi gusto personal, explico que los, amantes del espect¨¢culo van a encontrar aqu¨ª motivos de regocijo por la abundancia de la ingenier¨ªa bien hecha y por la terminaci¨®n perfecta de todo; por la colocaci¨®n de las luces, las fantas¨ªas y los realismos en los trajes. Se encontrar¨¢n tambi¨¦n con una orquesta que suena muy bien y con unos actores cantantes que la llevan adelante con br¨ªo. Sacrist¨¢n, adem¨¢s de su calidad de actor poco habitual en los musicales, tiene gusto, musicalidad, seguridad; y Paloma San Basilio. Est¨¢n, como todos, protegidos por micr¨®fonos, y quiz¨¢ eso sea lo peor de tanta t¨¦cnica: no son apoyos, como suelen decir en estos espect¨¢culos, sino verdaderos micr¨®fonos que unifican las voces en el centro sonoro del escenario y perjudican su teatralidad porque todos suenan en el mismo lugar, y hay que buscar entre todos los movimientos de labio y las actitudes para saber qui¨¦n habla. Naturalmente, todo esto recuerda demasiado al cine, y estamos en el trance de ver c¨®mo el teatro va a descubrir poco a poco la cinematograf¨ªa que le quit¨® el puesto. Las armas de lucha no deber¨ªan ser esas, sino el texto y la interpretaci¨®n, la literatura dram¨¢tica. Pero siempre ha habido, desde el principio del teatro, el musical: zarzuela, opereta, ¨®pera. Lo que se llama estrictamente musical es una zarzuela propia de Broadway: el tema espa?ol, y la m¨²sica espa?olizante, abonan este parecido. Aqu¨ª imitamos lo que ellos imitaron de lo nuestro: sale mejor. Mejor en m¨²sica y canto que muchas versiones, no tan buena como otras. Excepcional, en l¨ªneas generales, para los aficionados. Cualquiera que quiera ver una obra musical de verdad, con mecanismos y direcciones de verdad y con calidad, con movimientos espeluznantes -porque es tr¨¢gica- del coro, con una m¨²sica soberbia y unos cantantes extraordinarios, deber¨ªa conformarse con ver Peter Grimmes, de Britten, en el Real. Que, sin embargo, no entusiasma al p¨²blico de ¨®pera.Aqu¨ª Tambascio ha realizado una labor de direcci¨®n extraordinaria dentro de lo que es el g¨¦nero y del punto de vista del genero; direcci¨®n musical y los arreglos de Santiago P¨¦rez con arreglos suyos y de Grover Trotti, y la selecci¨®n de cantantes reales e imaginarios se puede elogiar. Y a los creadores de la enorme y compleja escenograf¨ªa, y de los trajes. Desde luego, a la totalidad de la compa?¨ªa.
Cuando me fui del teatro hab¨ªa Pasado bastante tiempo del final y, sin embargo, el fragor de aplausos y entusiasmos continuaba.
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