Aislado en su propio corcho
El ¨²nico bosque en Madrid de esta especie yace ignorado en un cerro entre El Berrueco y Torrelaguna
Es curioso c¨®mo sentimos dilecci¨®n por los ¨¢rboles que huelen a norte, y por los m¨¢s nuestros, en cambio, manifestamos un desd¨¦n ol¨ªmpico. Babeamos ante un hayedo, instalamos el portal de Bel¨¦n bajo un abeto de Noruega y adornamos con acebo hasta el rosc¨®n de Reyes, en tanto que la idea m¨¢s noble que nos inspira el bosque mediterr¨¢neo es llamarle al pr¨®jimo animal de bellota o pedazo de alcornoque. As¨ª pasa que, mientras el hayedo de Montejo fue declarado Sitio Natural de Inter¨¦s Nacional en 1974, o el acebo protegido por la primera ley medioambiental que aprob¨® la Asamblea de Madrid (1983), el alcornocal de la Dehesa Vieja no lo conoce ni Cristo, y si acaso se te ocurre telefonear al Ayuntamiento de Torrelaguna para interesarte por esta joya bot¨¢nica, se hace al otro extre-mo de la l¨ªnea un vac¨ªo tal que te succiona el cerumen.
El pecado que al parecer ha cometido el alcornoque es el de haberse dejado la piel al servicio. de un amo ingrato. Y es que, aparte de ofrecer bellotas a capazos y una casca interior rica en curtientes, el Quercus suber, desnudado de su corteza exterior cada diez o doce a?os, es fuente perennal de corcho (se sabe de un ejemplar de Huelva que daba 550 kilos en cada descorche), cuyas aplicaciones son bien conocidas: tapones, artes de,, pesca, aislantes, calzado... Un uso, este ¨²ltimo, que ya noticici¨® Andr¨¦s Laguna en 1555, al referir que con la corcha se hac¨ªan en Castilla "alcorques [zuecos], para encubrir la bajuela disposici¨®n que por suerte cup¨® a las hembras, y enga?ar a ciertos desventurados que, pesando llevar mujeres a casa, llevan desaforados corchos con los cuales se sostengan y no se vayan al hondo en los muy peligrosos golfos y naufragios del matrimonio". Citado sea sin ¨¢nimo de ofender a las bajuelas.
Habitante del Mediterr¨¢neo occidental, y en particular de extensas zonas de Extremadura, oeste de Andaluc¨ªa y Girona, este ¨¢rbol debi¨® de poblar anta?o con profusi¨®n los niveles medios y bajos de nuestra sierra, a juzgar por los individuos que subsisten desperdigados por la Pedriza, Hoyo de Manzanares, monte de El Pardo, etc¨¦tera. Mas hoy, sea por los rigores del clima -el alcornoque apetece una ligera humedad en verano y no tolera las heladas intensas- o por la incuria humana, que rara vez repone lo que expolia, el ¨²nico alcornocal de Madrid es el que tapiza la umbr¨ªa del cerro de la Dehesa Vieja (970 metros), en Torrelaguna, abandonado para todo uso salvo para el cineg¨¦tico. Y, para el excursionista, claro.
Un bonito, itinerario para acercarse a este bosquete es el que saliendo de El Berrueco por la carretera de Torrelaguna (M-131), vira a la derecha poco antes de llegar a la se?al de fin de poblaci¨®n para tomar por un camino de tierra que bordea la cerca de la dehesa boyal. De ella habr¨¢ que separarse un kil¨®metro m¨¢s adelante, siguiendo el ramal izquierdo de una bifurcaci¨®n hasta llegar a la altura de unas parideras o encerraderos, desde donde, tirando nuevamente a la izquierda por una hondonada, se ataja sin dificultad hacia el Canal Bajo de Isabel II. Visible en la ladera de enfrente, la plataforma de este canal -que conduce agua desde la presa del Villar hasta los dep¨®sitos de Torrelaguna- permitir¨¢ al excursionista abrirse paso hacia el sur por una espesura de carrascas y quejigos, y plantarse, a dos horas del inicio, junto a los primeros alcornoques.
El alcornoque, que a ojo de lego puede pasar por su prima la encina (Quercus ilex), se distingue por su corteza harto m¨¢s gruesa, de entre diez y quince cent¨ªmetros de espesor, resquebrajada y esponjosa. Tras acariciar esta portentosa piel, el excursionista continuar¨¢ por sobre el canal hasta dar vista a la atalaya ¨¢rabe de Arrebatacapas, buscando su arrimo para gozar de una panor¨¢mica que abarca la afilada sierra de la Cabrera y todos estos montes de vegetaci¨®n mediterr¨¢nea donde el r¨²stico alcornoque, como un viejo siervo sin tierra ni amo, vive dejado de la mano de Dios y de los hombres.
Millones de bellotas
D¨®nde. El Berrueco dista 63 kil¨®metros de la capital y tiene rapid¨ªsimo acceso por la carretera de Burgos (A-1), con desv¨ªo se?alizado por la M-127 a la altura de La Cabrera. Hay servicio de autobuses con salida de la plaza de Castilla (tel¨¦fono 314 57 55).Cu¨¢ndo. Ruta de unos diecis¨¦is kil¨®metros (ida y vuelta), sin apenas desnivel -El Berrueco, 934 metros; atalaya de Arrebatacapas, 880-, unas cuatro horas de andar sin contar paradas; recomendable durante oto?o e invierno, cuando la maduraci¨®n de millones de bellotas atrae al alcornocal a corzos, jabal¨ªes, torcaces y otros animales dif¨ªciles de avistar.
Qui¨¦n. Jos¨¦ Mar¨ªa Santamar¨ªa Garc¨ªa es el autor de la gu¨ªa Madrid rural, editada por Sua Edizioak, en la que se propone un recorrido algo m¨¢s escabroso -siguiendo el arroyo de San Vicente- y prolongado -llegando hasta Torrelaguna-. V¨¦ase el itinerario 3.1.
Y qu¨¦ m¨¢s. Dado ue el camino no est¨¢ se?alizado sobre el terreno, puede ser ¨²til a hoja 19-19 (Buitrago del Lozoya) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito o la 484 del Instituto Geogr¨¢fico Nacional. Tambi¨¦n, mapa Sierra Norte de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38).
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