Angustias nacionales
Ahora que ha desaparecido la urgencia de conquistar la democracia o de "cambiar la vida", ha surgido como tema de preocupaci¨®n casi obsesiva la cuesti¨®n nacional. Cada d¨ªa ocupa m¨¢s espacio en los diarios, entre otros motivos porque las incidencias de la pol¨ªtica empujan a ello. En el momento presente hay novedades en la manera de plantear este tema. En tiempos remotos se resolv¨ªa con una vagu¨ªsima menci¨®n a los "derechos de los pueblos" y con la idea de que el entusiasmo democr¨¢tico tendr¨ªa como consecuencia una soluci¨®n milagrosa y para siempre. Hoy, cuando lo fundamental -el "patriotismo de la Constituci¨®n" o, lo que es lo mismo, la lealtad a los principios democr¨¢ticos- est¨¢ resuelto, sucede que la aspereza parece haber sustituido al anterior "hermanismo". Por vez primera desde la llegada de la democracia en esta cuesti¨®n parece pol¨ªticamente correcto el disenso en lo sustancial. En gran parte se debe a que hemos pasado de abordarla desde una vertiente pol¨ªtica a hacerlo desde una perspectiva intelectual. Con ello se podr¨ªa pensar en principio que quedar¨ªa m¨¢s cercana a la soluci¨®n pero ha sucedido al rev¨¦s. La pol¨ªtica produjo el consenso chapucero, pero consenso al fin. La dimensi¨®n intelectual del debate ha tra¨ªdo mas ale jamiento que cercan¨ªa. Pondr¨¦ dos ejemplo ' s que me pare cen significativos. Ahora en Madrid ha empezado a con vertirse en t¨®pica1a consideraci¨®n de los nacionalismos como testimonios de primitivismo mental. Mientras tanto en Barcelona se esbozan soluciones de federalismo asim¨¦trico que quiz¨¢ es bueno que ni siquiera lleguen por el momento a los o¨ªdos de los madrile?os porque con eso no lograr¨ªamos otra cosa que alimentar la espiral del enfrentamiento. Pero en las dos capitales existe un sentimiento id¨¦ntico: un soci¨®logo catal¨¢n ha hablado de "la fatiga de espa?olidad" que tiene un paralelismo milim¨¦trico con el hartazgo de nacionalismos perif¨¦ricos que aparece en no pocos escritores de Madrid. Novedad importante consiste en que no son necesariamente de derechas. En cualquier art¨ªculo sobre el problema nacional en Espa?a llega un momento en que es preciso citar a Camb¨® y para este caso me parece haber encontrado una excelente frase. En su dietario de poco despu¨¦s del final de la guerra civil se encuentra este texto: "Austria-Hungr¨ªa era la m¨¢s admirable creaci¨®n pol¨ªtica de todos los tiempos. Era complicada como lo es la vida misma. Por eso un esp¨ªritu simple, como Hitler, la odiaba. Bajo Austria-Hungr¨ªa ninguno era totalmente feliz, pero ninguno estaba exasperado". ?C¨®mo cambiar esa irritaci¨®n a flor de piel que hoy impregna la vida p¨²blica en esta materia hacia otra actitud de fondo, m¨¢s austriaca, por as¨ª denominarla? La respuesta pasa por predicar las virtudes del contacto y del di¨¢logo. Bertrand Rusell hablaba del peligro que siempre tiene el dogmatismo de los poco viajados. Eso sigue existiendo en Espa?a, quiz¨¢ por lo mal que funciona el puente a¨¦reo, con el peligro consiguiente de inventarse al otro. Quienes, pertrechados de un salacot mental, perciben en Madrid desde Barcelona un espa?olismo rampante o quienes descubren voluntad genocida en los sardanistas, sencillamente no se enteran de la realidad. Ser¨ªa preciso sustituir esas ag¨®nicas angustias nacionales por la conciencia de complejidad y la voluntad de di¨¢logo. Para complejidad, el caso de las Humanidades: siete de cada 10 catalanes quieren que se estudie tanta Historia de Catalu?a como de Espa?a pero que eso no lo regule el Gobierno del PP, a quien en id¨¦ntica proporci¨®n se le atribuye un prop¨®sito de imposici¨®n centralista. ?Por qu¨¦ no hablar seriamente y con detenimiento de eso y de tantas otras cosas? De lo contrario no vamos a lograr otra cosa que m¨¢s exasperaci¨®n. Como en la vida misma, las cosas complicadas se resuelven hablando. As¨ª lo escribi¨® Camb¨® hace m¨¢s de medio siglo y sigue siendo cierto.
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