El mimo
En una esquina de Serrano, un mimo que simulaba ser una estatua de m¨¢rmol blanco se hab¨ªa plantado sobre un pedestal en la acera y los peatones que discurrian a esa hora por all¨ª no se paraban a mirarlo, pero algunos le daban una limosna. El mimo estaba inm¨®vil. Esta vez se hab¨ªa disfrazado de polic¨ªa por ver si cambiaba su suerte. Llevaba casco, casaca, polainas con espuelas y una porra, todo enharinado. Antes sol¨ªa adoptarla figura de un marginal con los pantalones ca¨ªdos y el pecho cubierto con algunos andrajos imitando a Cantinflas. El p¨²blico de Serrano es muy conservador. No le gusta ver a t¨ªos desarraigados, de modo que entonces no le echaban ni una peseta en el plato. En cambio, dos bocacalles m¨¢s arriba, un competidor sol¨ªa exhibirse como una estatua de oro, una especie de rey Midas, y los peatones no cesaban de arrojarle monedas. El mimo ahora estaba dos horas sin mover un p¨¢rpado y ya hab¨ªa recaudado m¨¢s de 1.000 pesetas, puesto que su figura de gendarme subida en el pedestal parecia un monumento que las joyer¨ªas, los establecimientos de lujo y los burgueses perfumados del distrito hab¨ªan levantado en homenaje a las fuerzas de seguridad. El hecho ocurri¨® a, ¨²ltima hora de la tarde. Por supuesto, el mimo estaba completamente paralizado. Un individuo se detuvo ante ¨¦l. Se acerc¨®. Despu¨¦s de contemplarlo un rato, le dio con los nudillos en una rodilla. Aquel mimo en forma de polic¨ªa de m¨¢rmol ni siquiera movi¨® una pesta?a, pero de pronto el individuo le meti¨® un zarpazo a la recaudaci¨®n y sali¨® corriendo. En ese momento, el mimo, que hab¨ªa permanecido inm¨®vil tanto tiempo en el pedestal, dio un salto incre¨ªble conmovido por un muelle. Este polic¨ªa de m¨¢rmol sali¨® disparado detr¨¢s del ladr¨®n, lo caz¨® en medio del paso de cebra recuper¨® la recaudaci¨®n y acto seguido lo llev¨® del pescuezo hasta entregarlo a un polic¨ªa municipal de carne y hueso. Realizado este servicio, el mimo volvi¨® al pedestal y all¨ª qued¨® de nuevo absolutamente paralizado.
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