El contenido de la Historia
La Historia es el estudio del pasado: as¨ª de general resulta la cosa. ?se es uno de los problemas de la Historia, que m¨¢s que una ciencia es un campo de estudio. En realidad, todo es Historia, porque s¨®lo el pasado puede ser objeto de estudio. El presente no es sino el pasado muy cercano, y el futuro no se puede estudiar porque no existe. Y no hay m¨¢s.Esto quiz¨¢ suene muy radical porque est¨¢ dicho muy deprisa. Pero tiene poca vuelta de hoja. El que haya le¨ªdo el cl¨¢sico de E. H. Carr ?Qu¨¦ es la Historia? no se sorprender¨¢. Todo es historiable: pero como todo no es abarcable ni igualmente interesante, hay que acotar, sin duda haciendo violencia a la realidad. Tendremos as¨ª Historia de la Ciencia, de las Religiones, de la M¨²sica o de las costumbres. Unos har¨¢n historia pol¨ªtica, otros historia econ¨®mica, otros historia social, de ciertos grupos o de otros. Unos se interesar¨¢n por un periodo, por un tema, por un ¨¢mbito geogr¨¢fico. Del amplio manto sin costura de la Historia, cada cual hace su sayo cortando por donde quiere. Esto es muy leg¨ªtimo. Pero no todos los sayos son igualmente buenos o bien cortados. He aqu¨ª la cuesti¨®n: ante la cantidad infinita de posibilidades de estudios hist¨®ricos, ?cu¨¢l o cu¨¢les elegir? El problema es que la Historia misma no nos ofrece ning¨²n criterio. El criterio debe ser metahist¨®rico. Lo ¨²nico que nos dice la Historia como ciencia es que el resultado del estudio debe ser veraz; pero no nos dice qu¨¦ es lo que vale la pena estudiar. Como dec¨ªa Marc Bloch, "cada generaci¨®n hace su propia Historia", lo cual significa que, lo que hoy nos parece interesante puede no ser lo mismo que les parec¨ªa interesante a nuestros padres ni lo que ma?ana les parezca interesante a nuestros hijos.
Todo ello, por supuesto, dentro de ciertos l¨ªmites, porque leyendo hoy a Michelet, a Prescott o a Llorente (o a Tuc¨ªdides) podremos pensar que hoy nosotros no enfocar¨ªamos las cosas como ellos, pero sin duda lo que dicen nos interesa much¨ªsimo. Don Ram¨®n Carande contaba que en su juventud, cuando iba a archivos en busca de documentaci¨®n para su Carlos V y sus banqueros, los legajos que a ¨¦l le interesaban estaban a menudo clasificados como "asuntos sin inter¨¦s", porque trataban de cosas tales como cuentas, empr¨¦stitos, mercanc¨ªas, sueldos, moneda y otros temas prosaicos que a los archiveros tradicionales les parec¨ªan aburridos e insignificantes. Hoy, gracias a Carande y sus seguidores, y gracias a la importancia creciente que se da a la econom¨ªa, esa clasificaci¨®n se va desechando. A algo as¨ª se refer¨ªa Marc Bloch con su famosa frase.
Entonces, si cada uno hace y estudia la Historia a su manera, y lo que nos interesa hoy no nos interesar¨¢ ma?ana, ?a qu¨¦ vienen los programas y los contenidos m¨ªnimos? Es muy sencillo: obs¨¦rvese que, mutatis mutandis, lo que queda dicho de la Historia (o m¨¢s propiamente del Pasado) se puede decir igualmente de la Naturaleza. Ella est¨¢ ah¨ª, y los cient¨ªficos estudian de ella ciertas parcelas que les parecen interesantes, y que no son ciertamente las que se lo parec¨ªan a nuestros mayores: la Alquimia, la Flog¨ªstica o la Generaci¨®n Espont¨¢nea han quedado olvidadas; la Astrolog¨ªa no, pero ha pasado de los tratados a las p¨¢ginas de pasatiempos en los peri¨®dicos. Dentro de los programas escolares se incluyen aquellos conocimientos b¨¢sicos que se estiman indispensables 'para la formaci¨®n del estudiante y para su desarrollo intelectual presente y futuro. Todo programa, como todo proyecto cient¨ªfico, es imperfecto e incompleto; pero, al igual que los sayos, unos ser¨¢n menos malos que otros.
Volviendo a la Historia, en casi todos los pa¨ªses se estudia una serie de parcelas hist¨®ricas con la finalidad b¨¢sica de que el estudiante comprenda su entorno social y pueda, si quiere, seguir profundizando en el tema. Para esto acostumbran a considerarse b¨¢sicas la parcela "mundial" y la parcela "nacional". En Espa?a, esta ¨²ltima designaci¨®n est¨¢ llena de todos los peligros y ambig¨¹edades propios de los sustantivos universales; yo, para evitar equ¨ªvocos, la empleo en una acepci¨®n estrictamente, emp¨ªrica: la de "miembro de las Naciones Unidas". Las "unidades de destino en lo universal" son sin duda respetables, pero infinitamente debatibles. Ello no quita, por supuesto, que se estudien las colectividades que no pertenecen a las Naciones Unidas, tales como Escocia, Massachusetts, Ginebra o la Uni¨®n Europea. Pero cualquier persona en sus cabales pensar¨ªa. que si en los colegios norteamericanos no se estudiara historia de Estados Unidos, en los brit¨¢nicos no se estudiara historia del Reino Unido o en los helv¨¦ticos no se estudiara historia de Suiza, a esos estudiantes se les estaba haciendo v¨ªctimas de una estafa. Ello por dos razones: la primera, porque un brit¨¢nico (por muy escoc¨¦s que sea) que no conozca historia brit¨¢nica a un cierto nivel ser¨¢ considerado un ignorante en todo el mundo; y en segundo lugar, porque es imposible conocer cabalmente la historia de Escocia sin conocer la del Reino Unido en su conjunto. Y lo mismo se aplica en su debido contexto a los ciudadanos de Massachusetts, a los ginebrinos y, por supuesto, a los habitantes de alguna comunidad aut¨®noma espa?ola que decidiera que la historia de Espa?a era superflua por ser Espa?a una unidad artificial y, por tanto, inexistente -o dislate parecido.
Enti¨¦ndaseme bien: no estoy haciendo nacionalismo espa?ol, porque yo detesto el nacionalismo venga de donde venga, de Gerry Adams, de Alexandr Solyenitsin, de Radovan Karadzic, de Francisco Franco o de Adolf Hitler. Estoy simplemente diciendo que Espa?a existe tanto como Portugal, Francia, Estados Unidos o Suiza, y que su historia es comparable a la de estos pa¨ªses, y que, como ente hist¨®rico, es muy anterior a casi todas las dem¨¢s naciones europeas. Incluso dir¨¦ m¨¢s: no es posible comprender bien la historia de Andaluc¨ªa o Catalu?a (por mencionar dos comunidades donde se han o¨ªdo recientes protestas ante la propuesta de un plan de estudios que resulta inocuo a fuerza de ser moderado) sin conocer m¨ªnimamente la historia de Espa?a en su conjunto. La inversa tambi¨¦n es cierta, por supuesto: aquella historia de Espa?a con una ¨®ptica casi exclusivamente castellana que se ense?aba en tiempos de Franco era un fraude a los estudiantes, que recib¨ªan una versi¨®n falsa de los hechos por parcial e incompleta. Lo terrible es que hoy alguien caiga en la trampa sim¨¦trica y d¨¦ a sus estudiantes otra historia desmochada y localista para compensar la historia sesgada en el otro sentido que estudiaron sus padres. Dos errores de signo opuesto no equivalen a un acierto. Quienes esto hacen creyendo repudiar el franquismo resultan ser sus mejores disc¨ªpulos.
Pero a¨²n dir¨¦ m¨¢s. Es que aunque esta naci¨®n de hecho que es Espa?a se disolviera y en su lugar quedara un conjunto de nuevas naciones, ello no implicar¨ªa que debiera dejarse de estudiar Historia de Espa?a. La Historia tiene una buena colecci¨®n de casos reales parecidos a este hipot¨¦tico, desde el Imperio Romano hasta la URSS, pasando por el Imperio Austro-h¨²ngaro, el Califato de C¨®rdoba y tantos otros. ?Deben por eso dejarse de estudiar estas unidades pol¨ªticas del pasado? ?Son los reinos de taifas m¨¢s dignos de estudio que el Califato de C¨®rdoba? ?Es la evidente artificialidad de la Uni¨®n Sovi¨¦tica raz¨®n para que no la estudien hoy los escolares rusos? Si el anticomunismo produjera este resultado, educativo, no les arriendo la ganancia a los estudiantes en aquel pa¨ªs.
En Historia nunca est¨¢ dicha la ¨²ltima palabra, desde luego; es un campo abierto donde, observando las reglas cient¨ªficas, cualquiera puede trabajar y obtener sus conclusiones. Como dec¨ªa John Clapham de la Revoluci¨®n Industrial, es un lim¨®n muy exprimido, pero sigue dando jugo. Y de su tejido infinito pueden sacarse muchos sayos. Pero hay que tener cuidado de que, con el af¨¢n de hacerse un sayo a su medida, ciertos pol¨ªticos nacionalistas no dejen a generaciones enteras de estudiantes en cueros.
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