Una m¨²sica l¨²cida y di¨¢fana

Luciano Berio no tiene problemas de comunicaci¨®n con su m¨²sica. Su secreto est¨¢ a la vista: combina con habilidad dosis adecuadas de misterio, virtuosismo, buena factura t¨¦cnica e intuici¨®n, y a partir de ah¨ª prepara un clima c¨¢lido y pone en marcha una multplicidad de di¨¢logos. Que su concierto madrile?o empezase con Serenata para un sat¨¦lite de Maderna es algo m¨¢s que un homenaje a un amigo con el que comparti¨® la aventura de la creaci¨®n del Instituto de Fonolog¨ªa de Mil¨¢n. Berio plantea la interpretaci¨®n de esta obra como un juego, y ¨¦l mismo se desliza entre los atriles impulsando la espontaneidad de los m¨²sicos.Los di¨¢logos de Berio surgen en todas las direcciones: anteayer, con los solistas de trompeta (estupenda la obra Kol Od, de 1996) y de guitarra; con Schubert a partir de los apuntes de una sinfon¨ªa verdaderamente incompleta que se va transformando poco a poco en Rendering. Cuando la melod¨ªa prevalece es Schubert el que habla; cuando la armon¨ªa o la orquestaci¨®n pasan a primer plano, es Berio quien responde. Los dos se escuchan y as¨ª la invenci¨®n compartida es l¨²cida y mantiene la sensaci¨®n de equilibrio con Berio, claro, de anfitri¨®n y maestro de ceremonias.

El siguiente di¨¢logo es el del compositor-director con la orquesta. La de Toscana fue una gran sorpresa, secci¨®n por secci¨®n, pero sobre todo en su esp¨ªritu de tocar conjuntamente. Se nota que la frecuentan, adem¨¢s de Berio y su titular, Jia, Salonen, Stenz, Br¨¹ggen, Cerro, Bartoletti, el jovenc¨ªsimo Harding y otros muchos.

El equilibrio entre la ligereza rossiniana (la orquesta act¨²a con frecuencia en el festival de Pesaro) y la familiarizaci¨®n con lo contempor¨¢neo es evidente. Los di¨¢logos de Berio encontraron as¨ª el foro propicio para que la m¨²sica se erigiese en gran seductora del pensamiento y se transmitiese a la sala de una manera di¨¢fana.